Charla Zoom por Sergio Ernesto Negri
Unirse a la reunión Zoom
https://zoom.us/j/94490109063?pwd=cTVnRW9iUXppTVhUbkhqeXpCcWh2UT09
- ID de reunión: 944 9010 9063
- Código de acceso: 313416
A la Edad Media se la considera, desde cierta perspectiva, un periodo oscurantista. Por cierto, no fue lo que sucedió con el ajedrez. Es que en ella se propaga y adquiere su forma moderna. El vector de transmisión sigue el camino del comercio y de las conquistas. Los musulmanes (que lo habían conocido por los persas, quienes lo habían recibido de la India) lo llevan a España, donde instalan un califato en Córdoba, y a Italia. También ingresa por Bizancio y, siguiendo el curso del río Volga, por Rusia y Escandinavia. Se generaliza luego por todo el continente. Sucesos todos acaecidos en este largo periodo de la Humanidad.
En la recorrida toma su nombre definitivo. La palabra en castellano deriva de al shatranj (el ajedrez), expresión con la que los invasores lo conocían, que venía de otras mutaciones fonéticas (del chaturanga pasando por el chatrang). Las piezas abstractas (sin rostros, por impedirlo el Corán) dan paso a estatuillas con figuras realistas. El tablero escaqueado monocolor muta en bicolor. Las piezas se van reconfigurando: del elefante al alfil; del carro o buque a la torre; del visir a la reina. El negro va reemplazando al rojo ya que se lo considera más apropiado como imagen del mal (de la oscuridad) en su agonal puja contra el color blanco que sigue remitiendo al bien (a la luz).
Dado su prestigio se lo considera juego de reyes. El persa Cosroes I lo recibe en Bagdad. Varios califas, pese a las prevenciones religiosas, lo cultivan (entre ellos el poderoso Harún al-Rashid), teniendo a su servicio al más experto de cada generación (los más notables: al-Adli y al-Suli). En las cortes de Europa, los reyes y nobles lo transforman en el principal pasatiempo.
A los musulmanes se les debe las primeras obras de divulgación, la clasificación de los jugadores por categorías y las impactantes modalidades de simultáneas y “a ciega”. Se lo habrá de incluir en influyentes relatos inespecíficos, como en el Libro de los reyes de Ferdousí, El libro de las praderas de oro de Al-Mas’udi, el Rubaiyát de Jayám y Las Mil y Una Noches. De aquí proviene la historia de Dilaram, preferida de un sultán quien, al ser objeto de apuesta, logra evitar su sino indicando a su señor la forma de vencer en la contienda.