Conversando con: Sergio Ernesto Negri, o cómo integrar ajedrez, cultura e historia

por Uvencio Blanco Hernández
19/11/2023 – Hay que hacerse las preguntas correctas, que despierten interés. Y emprender el camino. El desafío hoy es, no caer en los errores de dar por sentados mensajes que solo en apariencia son verídicos, no embarullarse en la profusión de la información, tratar de acudir a fuentes confiables. Hoy, 19 de noviembre, en la celebración de su cumpleaños, tantos como casillas tiene el más modesto de los tableros de ajedrez, le deseamos felicidad, energía y nuevos logros. Artículo por Dr. Uvencio Blanco. | Fotos: cortesía de Sergio Negri

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Negri sinónimo de calidad investigadora

En esta oportunidad nos complace presentar a Sergio Ernesto Negri; una de las personalidades más conocidas del ajedrez argentino, tanto en su amada tierra como más allá de las fronteras. Es una persona culta, inteligente y de verbo fluido cuyo destino le ha llevado a tomar una parte muy activa en la vida pública. En tanto funcionario, es destacado trabajador con gran deseo de servir. De aquellos ajedrecistas del tipo competitivo quien, una vez que tiene la vista puesta en un objetivo concreto, no se rinde hasta alcanzarlo.

En tanto investigador y más allá de sus obras publicadas, el Maestro Negri es autor de notas aparecidas en diversos medios, entre ellos en los sitios de Ajedrez Latitud Sur (del que es coeditor) y ChessBase (en sus páginas en los idiomas español, inglés y alemán), en las revistas españolas Jot Down Cultura y Jot Down Sport, de otras que integraron el catálogo de la Muestra sobre Ajedrez, Arte y Cultura que se hizo en la Biblioteca Nacional ubicada en la ciudad de Buenos Aires (2017/2018) y de un capítulo titulado “Ausencia, presencia y potencia de la mujer en el ajedrez”, que forma parte del libro “Ajedrez, arte y cultura”, publicado por la Universidad de la República del Uruguay (2023).

A Negri lo percibimos como un intelectual de variados intereses, idealista, intenso y creativo. Atraído por personas que son tan dinámicas, leales e idealistas como él; aunque altamente selectivo a la hora de decidir a quién dejar entrar en su vida; siendo muy estricto con lo que tolera y lo que no tolera en su entorno.

En fin y para nuestro beneplácito, estamos ante un hábil integrador de los conocimientos y saberes del ajedrez con la cultura y la educación.

Uvencio Blanco Hernández:  Uno de los más importantes referentes de la cultura ajedrecística argentina es el escritor Sergio Ernesto Negri. Al igual que el gran ajedrecista cubano Capablanca, nació un 19 de noviembre, en su caso en 1959 en Buenos Aires. Hijo de Julio Ernesto Negri (uruguayo) y de Edde Helena Simonelli (argentina). Maestro Negri, háblenos de sus primeros años en el seno familiar.

Sergio Ernesto Negri: Mi familia era humilde y trabajadora, transmitiendo a los suyos los algo olvidados valores de la honestidad y del esfuerzo. El mejor lugar de la casa (donde nunca hubo goteras) era el que mi padre hizo con sus manos donde había libros, un tocadiscos (con álbumes de buena y variada música) y una mesa en la que con mi hermana estudiábamos, en épocas en que en la Argentina la educación era fuente de progreso. Mis padres querían un universitario en la familia y me tocó a mí serlo, mucho después, gracias al esfuerzo familiar. De hecho, mi madre, estando moribunda, siguió luchando para vivir un poco más y verme recibir (luego cerrará sus ojos). Ella (y no yo) cumplió el objetivo familiar que se había trazado. Mi papá me enseñó el juego, cuando se lo pedí al ver una serie televisiva llamada “Ajedrez fatal” (“Checkmate”). En tanto escolar, jugué un torneo de ajedrez (fui subcampeón de la ciudad de Buenos Aires), siendo ignorado en mi escuela, mas con el indisimulado orgullo familiar (en el acto de premiación logré que Borges me firmara un libro). Mi padre, desde entonces, y siempre, me habrá de acompañar en cada paso que di en el ajedrez. Mucho después, cuando el jugador que había quedado atrás enfrentaba una etapa de reflexión en la vida, fue quien más me impulsó para que escogiera la senda de la investigación ajedrecística.

Ahora en su adultez, ¿cómo describiría su entorno e intereses más importantes?

El núcleo familiar estaba constituido por mis padres, Julio y Edde, además de mi hermana Marcela (siempre cerca, siempre protegiéndonos). Ahora, ese núcleo se extiende a mi compañero de vida, Hugo Orlando López (con quien afrontamos el desafío de vivir desde que nos conocimos en 1988); sobrinos y sobrinos nietos (fortaleciendo la idea de que hay un mañana); pocos (aunque muy buenos) amigos. Me gusta música de la más variada (de clásica y ópera al rock, casi todo, aunque algo negado a ritmos que actualmente se están imponiendo desde las redes); literatura, desde siempre (novelas, un poco menos poesía, ensayos, lo que llegue a las manos, siempre que sea de calidad); en deportes, negación a todo lo que sea físico en cuanto a práctica personal, en cambio, interés en tanto espectador, dejando algo atrás la mayor inclinación original hacia el fútbol (Y mi origen en el ajedrez partía de San Lorenzo, una de las instituciones más populares del país). Pero también me interesa conocer mundo (lo que se pueda, viviendo experiencias y conociendo culturas, especialmente las que en principio puedan sernos más lejanas, y no solo en el sentido geográfico del término); investigar sobre ajedrez (antes jugarlo, ahora reflexionar sobre el juego); tratar de entender de qué se trata todo (en ese sentido sabiendo que el ajedrez es un espejo de la vida).

Usted es administrador gubernamental del Poder Ejecutivo Nacional de la Nación de Argentina y fue asesor legislativo ¿Cuál ha sido su experiencia en estos cargos?

La experiencia más agonal en la que me tocó intervenir fue la de ser parte de un operativo de gestión en el área de salud en el marco de las inundaciones que sufrió la provincia de Santa Fe en el 2003; de ese tiempo hay un legado escrito que cuyo título es significativo: “La catástrofe sanitaria que no fue”. En periodo previo, me tocó ser viceministro de Educación (y de Cultura) de esa provincia, de la que no era oriundo, lo que me exigió hacer un aprendizaje a fondo y acelerado, en aras de ubicuidad y para dar respuestas, mantener la ecuanimidad y dar lo mejor que se podía (en el contexto de la transferencia de unas cuatro mil escuelas que fueron de la esfera nacional a la jurisdiccional). Allí debuté en el ejercicio de cargos políticos, los que asumí técnicamente (y con sentido social). Antes y después, tuve múltiples y variadas experiencias: la más relajada y no por ello menos interesante, fue la que me tocó asumir como asesor del Instituto Nacional de Cine. Otras fueron algo frustrantes, como la de estar encargado de estudiar esquemas de macroestructura en un tiempo de necesidades acuciantes que desembocaría en la crisis del 2001. Del ámbito legislativo me quedó una sensación paradojal: el de ser consciente y deber seguir temas relevantes de la agenda mas, sin poder contribuir demasiado en la resolución de los problemas concretos de la gente. Como sucede en otras latitudes, el modelo presidencialista argentino no permite el lucimiento de un Congreso que suele quedar algo desdibujado (cuando no desprestigiado).

Ya hemos visto que, en distintos momentos de su vida profesional, usted también ha estado en áreas propias de la educación y la cultura. ¿De dónde le viene la vena de historiador y cuál es su área de especialización?

Lo de historiador lo asumo a título de inventario, ya que me considero más un investigador, un curioso por explorar la realidad. De joven fui un muy promisorio ajedrecista (mis formadores fueron Julio Mazzoleni y Julio Bolbochán), maestro FIDE a edad temprana, subcampeón nacional argentino con dieciséis años y semifinalista del campeonato superior. Pero opté por dejar los tableros en la encrucijada de tener que elegir el desarrollo de mis estudios universitarios y asumir los primeros desafíos laborales, con los que podía afrontar el sustento.

El ajedrez quedó en segundo plano, olvidado, por demasiado tiempo, lo que me permitió tomar las debidas distancias como para no terminar siendo un obsesionado de una actividad, que, al cabo de todo, es constitutiva de mi ser. Me incorporé al Programa de Formación de Administradores Gubernamentales, un proyecto del expresidente Alfonsín, en el marco de la recuperación democrática, para generar un conjunto de profesionales aptos para gestionar políticas de Estado.

De allí nacieron esas experiencias en áreas de educación y cultura, que se dieron con naturalidad y, más allá de las exigencias (que solo pude afrontar por el entusiasmo de la juventud y la creencia esperanzada en el mañana), que me brindaron placer y el recuerdo de haber sido útil en alguna etapa de la vida profesional. Por lo demás la educación, y en particular la cultura, siempre fueron temáticas que me resultaron cercanas, más que la historia en sí. Esta, en rigor, la veo como parte de la cultura humana, como el signo de su evolución.

De allí que, pasar a la investigación en ajedrez en su vínculo con la historia y la cultura, fue una elección personalísima que se dio en una etapa más crepuscular, con lo que por un lado, quise descubrir desde lo personal, más profundamente, las claves de un juego que tanto me había apasionado desde niño, el que me forjó toda la vida y, por el otro, y a partir de aquello, la necesidad de compartir los descubrimientos que pudieran ser obtenidos fruto de esa labor e inquietud por la investigación.

En tanto investigador del ajedrez ¿cómo se asegura de que sus exploraciones sean precisas y objetivas?

No siempre se lo logra, pero hay que intentarlo. En cualquier caso deben primar el rigor y la modestia. No creer que las cosas que se conocen están consolidadas, dar espacio para la aparición de nuevos hallazgos, leer y explorar como sea todo lo posible, no embanderarse, contrastar, profundizar y, en algún momento, dar por cerrado el proceso investigativo, generando de ser posible un documento que plasme sus resultados, sabiendo que todo es necesariamente provisorio y que pueden generarse nuevos hallazgos que conmueven los cimientos de lo preestablecido.

Me encanta cuando soy refutado, o se aporta un elemento que no se tuvo en cuenta o una mirada distinta de la propia. Es el mejor momento, el de saber que el mensaje generó algo en el lector. En tiempos de posibilidad de acceso a informaciones por múltiples fuentes, las cosas están facilitadas respecto de otros tiempos en los que todo estaba más reservado a quienes tenían información que a su manera estaba calificada.

Hay que hacerse las preguntas correctas, que despierten interés. Y emprender el camino. El desafío hoy es otro, no caer en los errores de dar por sentados mensajes que solo en apariencia son verídicos, no embarullarse en la profusión de la información, tratar de acudir a fuentes confiables. No se trata de copia, sino de reflexionar sobre la calidad de la información obtenida. Los libros, si bien suelen ser vistos como fuentes más verosímiles, tampoco necesariamente reflejan la verdad, al menos acabadamente. Y aquí está el punto, como señala el filósofo Karl Popper, hay que distinguir lo veraz de lo verosímil y, de nuevo, no ser demasiado pretensioso ni concluyente en las afirmaciones. Se puede hablar de un fenómeno con detalle pero, a la vez, sabiendo que lo dicho puede ser contrastado, matizado, refutado.

Además, cuando se dice algo, siempre está la fuerza superior de lo que no se dice, de lo que se oculta debajo de la punta del iceberg. Lo no dicho siempre será más. Es inevitable. Frente a esta fragilidad metodológica y conceptual, lo único que se puede hacer es ser honesto y tratar de ser relevante en el registro de los hechos que se presentan, sabiendo que de lo que se trata es de estimular la mente del lector, generar una inquietud o curiosidad, y no pretender dar un paquete cerrado de una historia que, en cualquier caso, siempre será en su formulación, fundamentación y conclusiones, demasiado lábiles.

Háblenos brevemente de algunas de sus obras más destacadas como “Historia del Ajedrez Olímpico Argentino”, “La generación pionera – 1924/1939” y “La generación plateada – 1950/1976”.

Si bien venía escribiendo en la intimidad desde antes, y mi primera aparición pública se dio en el diario Página 12 donde publiqué sendos trabajos sobre Borges y el ajedrez en la Edad Media, en la presentación de Enrique Arguiñariz de su biografía sobre el maestro Oscar Panno, tuvimos un diálogo que derivó en una colaboración que generó, entre otros, esos libros. Allí se despertó cierta voracidad por la investigación y de tratar de que lo relatado sea contextualizado, en el marco de las claves políticas, sociales y culturales de cada momento y, también, tratando de determinar los antecedentes que se remontaron al propio ingreso del juego a la Argentina y América.

Me dio mucho placer hacer esos libros con Enrique, el primero por su valor histórico y testimonial (que coincide temporalmente con el despertar del ajedrez argentino y la organización en el país del match Capablanca vs. Alejin y del Torneo de las Naciones y del campeonato mundial de mujeres de 1939). El otro, por poder recrear la época más importante del ajedrez argentino, con el triple vicecampeonato olímpico y la posibilidad de lograr testimonios de algunos personajes de ese pasado glorioso.

Usted ha logrado trabajar con éxito junto a reconocidas figuras del ajedrez argentino como Juan Sebastián Morgado y Enrique Arguiñariz. ¿Qué nos puede contar al respecto?

Con Enrique, lo dicho sobre los libros olímpicos, a lo que debo sumar que, junto a Silvia Méndez, los tres confluimos en la gestación y gestión del sitio Ajedrez Latitud Sur, en el que se brindan testimonios vinculados al ajedrez, en sus aspectos inmanentes y también compartiendo novedades, siempre en clave histórica y de aporte cultural. Con Morgado, si bien tuvimos otros abordajes, nos dedicamos especialmente a testimoniar un hecho olvidado y negado, el de que en 1939 el argentino Augusto de Muro fue ungido Presidente de la FIDE.

Grande fue la satisfacción cuando, no sin intensas gestiones, que incluyeron discusiones en el marco del Comité de Historia de la entidad presidido por el muy receptivo Willy Iclicki, y con el apoyo permanente de Mario Petrucci, el presidente de FADA, se logró recientemente la reivindicación histórica, por lo que el argentino ya fue oficialmente reconocido como el segundo presidente de la entidad (en épocas turbulentas y de transición que coincidieron con la Segunda Guerra Mundial).

La propuesta del portal “Ajedrez Latitud Sur” es excelente. Cuéntenos cómo surgió la idea y sus primeros pasos en un ambiente tan competitivo.

Primero, muy agradecido por el elogio. Es más, hay que reconocerte Uvencio, que sos uno de los grandes colaboradores permanentes que engalanan el sitio, entre los que también se hallan firmas tan prestigiosas como las de Antonio Gude, Leontxo García, Zenón Franco Ocampos, Sergio Coellar Mideros, Luis Scalise, Claudio Federovsky, Alejo de Dovittis, Horacio Olivera, Carlos Ilardo, Jesús Seoane Sepúlveda, Diego Rasskin Gutman, Esteban Jaureguizar, José Copié, Jorge Niegovich, Juan Morgado, Marcelo Reides.

La idea era la de generar un espacio que mire al ajedrez desde una perspectiva de un país que supo ser central y permanente referente latinoamericano. Por eso, nos advocamos a la Cruz del Sur, mas con la intención de no quedarnos en localismos sino en abrevar en enfoques universales sabiendo que, por nuestra posición geográfica, quedábamos exentos de miradas sesgadas que suelen surgir a partir de la primacía de enfoques nacionalistas. Fue pensado el espacio como un hogar virtual de todos quienes quisieran hacer aportes de calidad en cuanto al vínculo del ajedrez con la cultura y la historia. Y también como canal de expresión de las plumas que se sumaron.

Además, se dio la originalidad de que, con su profesionalismo proverbial, se pudo incluir una mirada astrológica de las personalidades a partir del muy original trabajo de Silvia Méndez. En ningún momento se nos planteó la posibilidad de que estuviéramos compitiendo con nadie. Solo aportando nuestra mirada con aportes que, apostando por la profundidad, y cuando fuera posible la originalidad, pudieran ser valorados por lectores que sabemos tienen una mirada crítica y exigente. Nos siguen de muchos países del planeta, en particular de naciones latinoamericanas, de los EE. UU., de España y de Irlanda.

Desde 2022, usted es miembro del Comité de Historia de FIDE ¿Puede hablarnos de ese ambiente de trabajo? Por ejemplo, ¿qué proyectan para el primer Centenario de la FIDE 2024?

El principal tema en agenda está vinculado con los actos de conmemoración del centenario de la FIDE que habrá de cumplirse el 20 de junio de 2024, con un continuo de actividades que se harán antes y después de esa fecha, en diversos lugares del mundo.

En el Comité se está elaborando un libro, bajo la personal conducción de Willy Iclicki y se está impulsando la creación de un Museo Virtual. Algunos trabajos de mi autoría entiendo que serán sumados a esa iniciativa. Por otro lado, fue en ese ámbito en el que, junto a Morgado, se terminó por proponer el reconocimiento de De Muro como presidente de la entidad mundial.

La expectativa es que se abra un espacio personal de colaboración más permanente, en particular en lo que atañe a la relación del ajedrez y la cultura, cuestión a la que vengo dedicando buena parte de mis esfuerzos investigativos.

De los campeones mundiales de ajedrez, reconocidos por FIDE, ¿cuál (s) le ha impactado significativamente por su producción?

Buena parte de ellos, aunque no todos, marcaron época. Cada cual con su aporte. Por lo que voy a nombrar a varios, comenzando por Steinitz alguien que, en su reinvención personal, dio paso a un nuevo concepto de cómo encarar el juego. Lasker, y su énfasis en la lucha y el análisis psicológico de los rivales, dio otro paso.

Capablanca, y su estilo depurado, casi perfecto, una máquina de ajedrez, que pudo sin embargo fallar. Alejin quien, por sus posturas sinuosas políticas (que a veces olvidan la vida sacrificada que le tocó afrontar) y por no darle la revancha al cubano puede ser algo objetado; en realidad terminó siendo un jugador más completo que Capablanca ya que abrevó en todas las cuerdas posibles.

Botvínnik, lo valoro, como creador de la escuela soviética y en su capacidad de recuperación; Smyslov, a quien conocí personalmente (tuve el orgullo de ganarle una partida en sesión de simultáneas), por la claridad de su estilo y su caballerosidad impar es inolvidable; el talento (a pesar de las imprecisiones) de Tal, en el recuerdo, así como Petrosián, con su estilo menos rocoso de lo que parecía.

Spasski, por su juego universal y por la hidalguía con la que enfrentó el momento en que un Fischer, tan genial como díscolo, hizo caer el dominio de la URSS (casi un anticipo del derrumbe del Muro de Berlín).

Vendrá Kárpov, cuya actual posición política tan controversial y poco empática con los que sufren la invasión de su país, no debe oscurecer su gran talento frente al tablero.

Kaspárov, que puede ser visto como el mejor jugador de la historia; y un Carlsen que tiene vigencia, quedando a pasos del nacido en Bakú.

Pero hay nombres que no pueden omitirse, en particular el de Anand, que hizo que la India volviera al primer plano. Ahora Liren Ding, aunque de menores pergaminos, hizo que China llegara a lo más alto.

Y en mujeres dos nombres, la legendaria Vera Menchik y una Judit Polgár que fue la mejor de la historia. Cada uno aportó lo suyo, tal vez con las excepciones de algunos campeones mundiales oficiales de la FIDE que tuvieron menos anclaje ya que obtuvieron los títulos en tiempos del cisma y en torneos por eliminación (que no siempre terminan por consagrar a los mejores).

¿Cuáles son los mayores retos a los que se enfrenta un historiador del ajedrez en pleno S. XXI?

Desde una perspectiva del hoy, el mayor reto está planteado por la influencia que puede tener en el campo del ajedrez, ya no la tecnología (que venía tensionando el panorama), sino la aún más revolucionaria aparición de la Inteligencia Artificial. ¿Se llegará a determinar la partida perfecta y con ello darle una estocada definitiva al juego? También, hay que imaginar que podríamos estar ingresando en tiempos bifrontes, en los que hombre y tecnología sean uno solo, complementándose, fusionándose, cambiando el concepto de que el ajedrez es solo una práctica humana sin más.

Otra cuestión es la de ver la evolución del rol de la mujer y el impacto en el escenario de la dilución de los géneros, con la posibilidad de que desaparezca no solo la brecha clásica entre varones y mujeres sino que, más ampliamente, se deba ir a modelos en que los campeonatos solo se disputen con participantes que se definan como seres humanos, sin importar el sexo, el género e, incluso, la condición física o mental.

Mirando al pasado, hay varios temas que siempre darán espacio para la investigación y la aparición de nuevos hallazgos: el origen del juego; su interrelación con otras prácticas milenarias; la aparición del ajedrez moderno; la presencia y ausencia de la mujer en el ajedrez. Y, por lo demás, seguir explorando los vínculos del ajedrez con la cultura, en términos de metáfora social y política, en todo tiempo y lugar.

Uno de sus últimos artículos aparecido en ChessBase aborda un tema interesante: el origen de la figura de la dama o reina del juego de ajedrez. Entonces, ¿la Dama del Ajedrez, reina de la Corona de Aragón o de Castilla?

Allí hay lamentablemente un equívoco, influido en miradas localistas probablemente. La primera vez que se mencionó a una figura femenina en el ajedrez (en tanto Regina), fue en el contexto del Sacro Imperio Romano Germánico en el siglo X y, a partir de eso, un tema que he estudiado puntualmente con fruición, hay muchas otras referencias a la pieza femenina en Inglaterra, Francia, Italia y en el mundo vikingo.

Creo que justamente por la prolongación del dominio moro en España, este territorio la aceptó en forma tardía. Lo que en el actual estado de investigación es enteramente cierto, es que el ajedrez moderno, con la movilidad ampliada de la pieza de la reina, se debe a aportes españoles de fines del siglo XV (cinco centurias después de su aparición en Europa) el cual, junto al también movimiento ampliado del alfil derivaron en una práctica que es tributaria de otras anteriores (las que no pueden ser ignoradas o minimizadas).

En síntesis, a Isabel de Castilla se le puede atribuir perfectamente el empoderamiento del trebejo, pero es a las esposas de Otón I u Otón II, Adelaida de Italia y a Teófano de Bizancio a quienes se les puede deber la inspiración fundacional para la presencia de una pieza con rostro de mujer.

De todos modos, tratándose de fenómenos culturales complejos e importantes, nunca hay que olvidar que en general los procesos se dan en un continuo y no como hechos puntuales, por lo que nunca hay que adscribir a teorías que depositen todos los méritos en un personaje o una cultura en particular, sin explorar lo que sucedía contemporáneamente en otras geografías (circundantes o no). La humildad de la búsqueda del conocimiento debe imperar. Siempre.

Buena parte de su producción literaria está relacionada con el ajedrez argentino. ¿Cómo cree que su trabajo puede contribuir a una mejor comprensión del pasado y del presente?

Creo que mi especialización está en cultura y ajedrez, más que en el ajedrez argentino. De todos modos, por razones de pertenencia, desde luego que siempre me interesa retratar lo que ha sucedido en nuestro país, aunque poniéndolo, cuando es posible, en clave regional y universal. Sobre la historia del ajedrez argentino, hay muchos escritos muy relevantes.

Los aportes de José Copié, los de Juan Morgado, los de Luis Scalise, los de Enrique Arguiñariz mismo. Lo mío, en realidad, en lo que respecta al ajedrez argentino, es tratar de profundizar lo menos explorado, el aporte de las ajedrecistas argentinas, lo sucedido con el juego en el siglo XIX y comienzos del XX y, al analizar el fenómeno olímpico, tratar de determinar causales de una suerte de deterioro de la presencia argentina en la esfera mundial, epítome de otros fenómenos más globales y profundos. En lo que considero que fui más original, aunque hay otros abordajes, es en estudiar la influencia que tuvo el ajedrez en autores argentinos de la literatura general.

Borges siempre es, y será mi preferido, pero abrevé en Piglia, Cortázar, Pizarnik, Martínez Estrada (tema del que Morgado es también un especialista), Walsh, Abelardo Castillo, tantos otros (desde Sarmiento y Alberdi en adelante). Mas, insisto, en esto siempre traté de ahondar en una mirada más universal, hablando de Lewis Carroll, Saint-Exupery, Zweig, Nabokov, Lope de Vega, Boccaccio, Chaucer, Arreola, Carpentier e infinidad de otras propuestas (que pueden ser consultadas en el sitio).

Otro tema que me interesó, desde una perspectiva global, es el del vínculo del ajedrez con el cine y el teatro. Allí hice estudios que me resultaron muy placenteros, en particular sobre lo sucedido en la época del cine mudo y en la relevancia del ajedrez en la filmografía de Ingmar Bergman (más allá de “El séptimo sello”).

En su opinión, ¿cuáles serían los cinco principales hitos del ajedrez argentino?

1. El match por el campeonato mundial de 1927 entre Capablanca y Alejin.

2. El Torneo de las Naciones de 1939.

3. La participación magistral de Najdorf en competencias de superlite en Europa en los años 40, incluidos Torneos de Candidatos.

4. El triple vicecampeonato olímpico de los años 1950, 1952 y 1954.

5. El match Fischer vs. Petrosián en 1971.

Dentro de la riqueza del país, debo dejar a un lado los múltiples campeones mundiales juveniles individual y colectivo (entre ellos el fundacional de Panno), el campeonato mundial que ganó en nuestro país Veselin Topalov, el match Polugaievski vs. Korchnoi por el ciclo mundial, los emblemáticos torneos de Mar del Plata, algunos otros en Buenos Aires, la presencia pionera de un Roberto Grau (que fue, entre sus múltiples aportes, fundador de la FIDE).

Este año, en prueba de que todo fluye y los logros no solo pertenecen al pasado, tuvimos para la Argentina el campeonato mundial sub20 femenino obtenido por la talentosa Candela Francisco. Y el hecho de que Faustino Oro, con apenas nueve años, sea el jugador de la historia, en todo el mundo y época, que más tempranamente obtiene una norma de MI y supera los 2.300 puntos ELO de ranquin. Como se aprecia, seguir la actualidad es otra forma de hacer historia.

Siendo usted Maestro FIDE ¿qué opinión le merece el movimiento ajedrecístico global de los últimos cinco años?

Desde Carlsen observo que la forma de jugar al ajedrez cambió bastante, seguramente por influencia de los estudios que se pueden hacer con asistencia de la tecnología. Pero aventuro un nuevo cambio, más profundo y decisivo, cuando se procesen en el juego los aportes de la IA.

Por cierto, se advierten jugadores cada vez más jóvenes que se destacan y el eje de primacía que ya está pasando, y veo al fenómeno como inexorable, de Europa a Asia. No solo por la influencia más obvia de India y China, sino por contribución de nuevos actores destacados como Uzbekistán, Azerbaiyán, Irán, Vietnam.

Para más Rusia, por efectos de la ominosa invasión a Ucrania, pasó de ser una federación europea a asiática, fortaleciendo un continente que ya venía mostrando su poderío. Lo que en todo caso es incontrastable es que el ajedrez siempre ha sabido y sabrá adaptarse a los cambios de los tiempos. Solo debemos tratar de percibir nuevos fenómenos y no quedar anquilosados a lo que ya fue.

Uno de los primeros libros que mi padre puso en mis manos de niño, fue “El hombre mediocre” de José Ingenieros, una verdadera cátedra de ética. ¿Qué opina usted de este lado oscuro de los humanos: la mediocridad?

Vaya, era un autor preferido también de mi padre. Tengo la colección de sus libros en mi biblioteca personal. Lo he leído, aunque no con la debida profundidad, en su momento. Quizás, por un sesgo positivo que trato de imprimirle a mi aporte en la vida, creo recordar que cuando Ingenieros hablaba de hombre mediocre, más que descalificar quería significar el comportamiento esperable en el hombre promedio.

Fue quizás una forma de resignificar el término. Pero puede fallar mi memoria. En todo caso, prefiero creer en ello. Otro texto que recuerdo que leí de Ingenieros, y era de muy joven (mi abuelo materno me enseñó a leer a los cuatro años –no era eso usual por entonces- por lo que mi perfil inclinado al pensamiento quedó marcado desde siempre, y en eso hay puntos de contacto con mi ulterior inclinación por el ajedrez), tenía que ver con la actitud de “simulación de la locura”.

También hablaba de la “simulación en la lucha por la vida”. De todo ello me quedó que el que simula locura en definitiva entra en el terreno del desvarío (“el que se cree demente es porque lo es”, aunque los límites no suelen ser demasiados precisos, y eso es observable en el campo del ajedrez) y que ese concepto de “lucha por la vida” hay que tenerlo cotidianamente presente.

Usted es un lector voraz. Actualmente lee Houellebecq (“Sumisión” y “El mapa y su territorio”). y la trilogía de Harari. ¿Qué apreciación tiene usted de su autor, el israelí Yuval Noah Harari?

Los libros de Harari me impactaron profundamente. Que una persona reflexione sobre el origen del ser humano (demostrando que nosotros como especie somos no solo depredadores, sino también los primeros genocidas), sobre los desafíos del presente y sobre qué sucederá en el futuro, es muy estimulante. Su pluma en cualquier caso es muy amena y sus fuentes de información muy nutridas.

Pero me gusta su mirada que, a pesar de todo, transmite un optimismo sobre la evolución de las cosas. Aunque sin permitirse tampoco confiar demasiado en ello. La duda es proverbial en cualquier investigador y escritor que se precie de tal. Por supuesto que he reparado en algunas críticas a su trabajo, sobre algunos errores cometidos y la falta de reconocimiento de algunos fenómenos.

Mas, no hay que exagerar nunca la cuenta, todos cometemos fallas. Si bien se mostró Harari ambicioso en su enfoque, y del todo riguroso y atractivo en su formulación, está lejos de ser un demiurgo que todo lo puede comprender y explicar. Por lo demás, tuvo el mérito de anticipar la influencia de la IA y, quizás algo exageradamente (¿quién sabe?), de advertirnos de los peligros que puede implicar en términos de la continuidad civilizatoria.

Desde su conocimiento de la obra de Jorge Luis Borges, ¿cuál cree usted que es el aporte que este autor le ha dado al ajedrez?

Desde un punto de vista formal y profundo, sus sonetos son la más perfecta expresión del milenario juego. Pero lo que queda en esencia de ellos, y más en general a lo largo de la obra de Borges, es reparar que el ajedrez tiene no solo la oportunidad de la metáfora (tema que fue recurrentemente abordado por los escritores) sino que le cabe una base de sustentación metafísica. La cadena iterativa de dioses que están detrás del jugador que mueve las piezas, es un ejemplo. La conexión milenaria que establece con Oriente y la obra de Jayám es exquisita.

En esto Borges rescata la tradición metafísica del ajedrez que se perdió cuando se lo asoció a cuestiones terrenales (fundamentalmente al creerlo solo como imagen de batalla). Otro momento sublime es cuando en “El jardín de senderos que se bifurcan” plantea un acertijo sobre el ajedrez preguntándose ¿cuál es la única palabra prohibida? La respuesta es contundente e inesperada es justamente “ajedrez”, viéndose que la adivinanza es una parábola de un concepto que tampoco se podía decir: “tiempo”, y que evidencia la fuerza poderosa de lo innombrado. Una frase final más, entre tantas que podrían mentarse de un Borges que tuvo al ajedrez muy cerca en su obra y vida: “El ajedrez es uno de los medios que tenemos para salvar la cultura, como el latín, el estudio de las humanidades, la lectura de los clásicos, las leyes de la versificación, la ética”.

He aprendido que nuestra vida está relacionada con cuatro pilares básicos: la salud, el trabajo, las relaciones y la espiritualidad. Nos interesa su opinión sobre esta concepción.

Voy a reflexionar sobre el tema. Un planteo muy interesante. En una primera mirada, incluiría también la educación y la cultura entendida desde el punto de vista antropológico y no como mera colección (física o en la mirada y el conocimiento) de objetos y obras de arte. Por lo demás nuestra vida puede y debe ser considerada como un todo. Quizás, al segmentar las formas de abordaje, le quitamos algo de su magia y misterio.

Usted es amante de la armonía, el diálogo, la diversidad de opiniones y puntos de vista. En consecuencia, ¿siente empatía por las víctimas de conflictos en desarrollo como los actuales entre Rusia - Ucrania y Hamas -Israel?

Desde luego. Solo personas de mala fe o que tienen la mente nublada por la ideología y los fanatismos, pueden ser insensibles frente a esas problemáticas.

La invasión de Putin a Ucrania es ominosa y demencial, allí se juega el clivaje democracia vs. Autocracia (mas Rusia es la de Dostoyevski, Pushkin, Tolstoi y no la de los dictadores).

Por su parte, el ataque a Israel por parte de Hamas (y no hay que confundir a este grupo terrorista con el pueblo palestino con sus reivindicaciones que recuerdan a las propias del pueblo judío de otrora) ha sido tan cruel como de dimensiones inconcebibles.

De todos modos, hay demasiado dolor en el mundo, en múltiples planos, pareciendo que el hombre no aprende de sus errores. Cuando se creó el ajedrez se creía que en un campo simulado se podían canalizar las pulsiones agresivas. En ese sentido, nuestro juego pudo haber hecho un aporte pero, desde luego, está claro que ha sido insuficiente.

Pienso en el fenómeno de los desplazados, en el de los desatendidos por el sistema, en lo poco que muchas veces respetamos al prójimo y en la falta de cuidado de la casa común. ¡Cómo no apostar a la armonía y al diálogo de quienes integramos, más allá de opiniones, posturas y creencias diversas, la inmensa mayoría, algo relegada de los focos, conformada por la gente de buena voluntad del mundo!

Con las calamidades que nos azotan. Las migraciones de grandes contingentes humanos son cada día más comunes y variadas. Acaso, ¿vamos hacia una única aldea con fronteras desdibujadas por campos de refugiados y de concentración?

Es un pensamiento algo distópico, aunque.... Las luchas religiosas, la búsqueda de un mejor futuro frente a la notoria inequidad (muy visible por el acceso de los sistemas de comunicación y la tecnología), los conflictos climáticos, harán que el hombre se desplace buscando refugio y consuelo. En su momento tuvimos el miedo a la catástrofe nuclear, un escenario que lamentablemente ha vuelto a estar cercano.

Por lo demás, la propia IA podría proponernos escenarios turbulentos y disruptivos. Volviendo al ajedrez, si algo de todo ello pasa (y de hecho en cierta medida ya está aconteciendo), podremos mirar la partida en disputa y pensar, como siempre, que un mejor juego, dentro y fuera de los tableros, es posible. Un ajedrez espejo de una realidad que aspiramos sea menos cruel de la que observamos, muchas veces, cuando levantamos los ojos de la superficie escaqueada.

Queremos agradecer al Maestro Sergio Ernesto Negri por su amabilidad al concedernos la presente entrevista. Mucho apreciamos el tiempo dedicado a darnos a conocer sobre su persona, obra y legado a favor del crecimiento del acervo cultural del ajedrez argentino. Ha sido un verdadero placer.

Hoy, 19 de noviembre, en la celebración de su cumpleaños, tantos como casillas tiene el más modesto de los tableros de ajedrez, le deseamos felicidad, energía y nuevos logros.

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Uvencio Blanco Hernández, Venezuela. Comisión Ajedrez y Educación FIDE. Escritor, Investigador, Conferencista, Árbitro Internacional, Organizador Internacional, Entrenador, Profesor de Ajedrez ECU y Lead School Instructor FIDE.