El ajedrez en “La tierra baldía” de T. S. Eliot

por Sergio Ernesto Negri
29/09/2021 – T. S. (Thomas Stearns) Eliot (1888-1965), nacido en los Estados Unidos de América, aunque luego se trasladó a Inglaterra donde se nacionalizará y desarrollará gran parte de su obra (por la cual recibirá en 1948 el Premio Nobel de Literatura), compuso en 1922 el poema The waste land (La tierra baldía),[1] una obra cosmogónica de profunda influencia, en la que retrata la miseria de la contemporaneidad, redactada en 433 versos, separados en cinco secciones. Artículo por Sergio Ernesto Negri. Foto: Thomas Stearns Eliot, por Lady Ottoline Morrell (1934) Wikimedia commons.org

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En la apertura misma (“Abril es el mes más cruel…”) ya se hace una clara alusión, aunque de sentido inverso, al prólogo general de los Cuentos de Canterbury de Chaucer (ese que comienza diciendo: “Las suaves lluvias de abril han penetrado hasta lo más profundo de la sequía de marzo…”) y, en su segunda parte, entrando en materia, vemos que se la titula precisamente Una partida de ajedrez[2], inspirándose Eliot en otro gran autor inglés, Thomas Middleton, y su Mujeres cuidado con las mujeres.[3] Los tres, desde ya, de grandes contribuciones literarias en cuyos respectivos marcos el ajedrez tuvo un importante acto de presencia.

En este segmento del poema Eliot muestra a dos mujeres conversando en una taberna de Londres, particularmente sobre el regreso al hogar del marido de una de ellas, un soldado, y de su decisión de haberse practicado un aborto. En este marco se reflexiona bastante amargamente sobre la vacuidad de la existencia y, en ese preciso momento, aparece el ajedrez:

“´¿Qué voy a hacer ahora? ¿Qué haré? / Me iré tal como estoy, a caminar por la calle / así, con el pelo suelto. ¿Qué haremos mañana? / ¿Qué haremos siempre? ‘/        Agua caliente a las diez. / Y si llueve, un coche cerrado a las cuatro. / Y jugaremos una partida de ajedrez / fatigando ojos sin párpados, / a la espera de una llamada…”.[4] 

Siguiendo a Olga Osorio[5] podría decirse que Eliot intuyó con estos versos que solo el ajedrez podía ser una buena vía de escapatoria en el marco de una atmósfera asfixiante y depresiva en el que varias figuras femeninas se hallan atrapadas por la banalidad de lo cotidiano, sosteniendo conversaciones vulgares, como una forma de prevenirse de la resignación, la apatía, el tedio y la ignorancia que las embargaba cuando reparaban sobre el propio sentido de la existencia.

Pero también el trabajo de Eliot puede ser visto, y así lo hace Nate Jarvis, como uno en el cual aparece con mayor explicitud la carga de sexualidad y que, al usar el ajedrez, de alguna manera se plantea un juego entre sexos que compiten. En ese contexto la mujer no queda relegada respecto del varón, y hasta podría decirse que lo supera (en ese caso: ¿hay que interpretar que juega con las piezas blancas?). Jarvis destaca que, en la primera de las cinco estrofas de este segmento[6] del poema, se aprecia a una mujer que resulta inalcanzable, incapaz de ser conquistada, posada en un trono (¿estamos ante una probable alusión al trebejo de la reina?).

Como toda poesía influyente, y la de Eliot claramente lo es, las interpretaciones pueden ser del todo variadas. Si Osorio ve al ajedrez  como una vía de escape, si Jarvis aprecia la disputa de una partida entre géneros, Ömer Öğünç[7] identifica que las personas efectivamente, y más en general, se asemejan a piezas en un tablero de ajedrez y que, en una “tierra baldía”, la que quedaba tras los efectos de la guerra, las muestra a todas sumidas en la desesperación.

Por eso, las parejas no se encuentran, no se comunican, no pueden amarse, ni siquiera pueden reproducirse. En esta mirada debería entenderse que el poeta ve al tablero de ajedrez como un testigo sordo en el que la guerra de alguna manera pervive, donde se sigue confrontando, en un tiempo en el que impera la nada, ya que se estaban atravesando las traumáticas consecuencias de la primera, y devastadora, guerra mundial.

Y también el juego, en tanto representación de la estructura social, es posible de ser aludido considerando las jerarquías vigentes en las piezas de ajedrez. En este sentido, la primera parte de Una partida de ajedrez transcurre en una recámara, signo del lugar donde se desenvuelven las clases altas. Allí quedan de manifiesto los vínculos rotos entre Naturaleza y Humanidad: es que la tierra baldía se había transformado en infértil, y el aislamiento no era solo del hombre respecto de su entorno natural sino también de cualquier otro ser humano que lo podía rodear.

La segunda parte, en cambio, se sitúa en un pub, donde clases más bajas discurren sus días, entre tragos y festejos. Esa escena nos permite remitir a los parroquianos de las tabernas a los peones del juego de ajedrez, contrastantes con la reina, que moraba en suntuosas habitaciones. Pero esos peones, como ella, tenían sin embargo cosas en común: el estar enajenados del mundo natural, demostrando que la tierra baldía se hallaba en todos los ámbitos posibles.

Es notable que Eliot no llegará a incluir una línea de versos que tenía prevista, donde se habla de las piezas de marfil, por lo que se advierte un probable cambio de significado en la contundente expresión “fatigando ojos sin párpados”. Al quitar esa mención, podría el poeta tanto querer dejar implícito que la ausencia de párpados es solo en las piezas o, tal vez, más abarcativa y ambiguamente, que los que no tienen párpados son los propios jugadores, los seres de carne y hueso, quizás hastiados por vivir en una tierra yerma.

La parte respectiva del poema, si se incluyera esa línea perdida, que aparece contemplada en un manuscrito, sería la siguiente:

“Y jugaremos una partida de ajedrez, / Las piezas de marfil nos harán compañía / fatigando ojos sin párpados / y esperando que llamen a la puerta”.[8]  

Con línea perdida, o sin ella, en todo caso Eliot denota que las piezas de ajedrez eran el único medio que conectaba a la pareja protagonista del relato, con cada uno de sus componentes inmerso en su propia soledad y aislamiento.  En esa tierra baldía, cada personaje estaba incurso en su propia batalla interior.

Siendo reinas (perteneciendo a las clases altas), o siendo peones (formando parte de los sectores populares), todos irían inexorablemente en busca de su propio sino. Un sino trágico que estaba marcado en forma indeleble por una guerra a la que se pretendía infructuosamente olvidar.

Un panorama sombrío que podía representar la sequedad de una cultura occidental que, por la gran guerra (y luego vendría otra considerada mundial; y otras más, incluida una fría en la que el mundo vivió siempre en vilo ante la posibilidad de exterminio de la especie-) presentaba rasgos de una profunda decadencia moral. Por eso, en ese contexto, se podían ver varones y mujeres, de cualquier condición social, enajenados de la Naturaleza y en definitiva de la realidad, tratando de construir una cotidianidad alternativa en la que solo se podía mirar sin párpados.

Sin párpados que protegieran los ojos y permitieran descansar la mirada. Sin párpados, impidiendo la posibilidad de dormir, de recuperar fuerzas y, para peor, de soñar. Sin párpados, como les sucede siempre a las piezas de ajedrez. Las que se presentan incólumes; despavoridas; inertes; estériles; yermas, como esa tierra baldía que concibió el gran T. S. Eliot.

Notas:

[1] En otras traducciones también se presenta este poema con los títulos alternativos siguientes: La tierra yerma, La tierra estéril o La tierra desolada.

[2] Las otras partes se titulan: El entierro de los muertos, El sermón del fuego, Muerte por agua y Lo que dijo el trueno.

[3] María Enriqueta González Padilla puntualiza que “en esta última obra el juego es el pretexto para distraer la atención de la viuda mientras su nuera es seducida, casi hasta el punto de la violación” (en Poesía y teatro de T.S. Eliot, UNAM, México, 1991). Evidentemente Eliot en su propio drama no iba a dejar de sentirse inspirado en otro drama, cosa que reconoce explícitamente en sus Notas a La tierra baldía. 

[4] En alguna otra traducción, que hemos tenido a la vista, estos versos culminan de un modo alternativo: “apretando ojos sin párpados/y aguardando un golpe en la puerta”.

[5] Olga Osorio puntualmente opina sobre este tramo del poema de Eliot: “La banalidad de lo cotidiano, la falta de sentido de la existencia, la resignación, la apatía, se muestran por medio de varias figuras femeninas en esta parte. Desde la clásica Filomena (de Las Metamorfosis) violada y convertida en ruiseñor, hasta la narración de los hábitos cotidianos vacíos de esa Lil (con cinco hijos, un aborto reciente y que aguarda al marido que está en la guerra); o la reproducción de un diálogo revelador sobre la incomunicación: “Dime algo. ¿Por qué nunca me dices nada? Habla. / ¿En qué piensas? ¿Qué piensas? ¿Qué? / Nunca sé en qué estás pensando. Piensa.” Bascula esta parte entre un lenguaje más barroco y elaborado, al inicio, y la reproducción de las conversaciones vulgares. La atmósfera de las escenas, con protagonistas femeninos, es asfixiante y depresiva. La única salida es que: “jugaremos una partida de ajedrez, / apretando ojos sin párpados y aguardando un golpe en la puerta”. En La Tierra Baldía: Un Palimpsesto del siglo XX, Revista de Estudios Literarios, N° 20, Universidad Complutense de Madrid, 2002.

[6] En la poesía de Eliot, cada una de ellas representa a un elemento, los cuatro convencionales de la antigüedad griega presocrática: tierra, aire, fuego y agua, de gran influencia en la Europa, particularmente hasta bien avanzado el Renacimiento, a los cuales se le debe agregar el del éter, del que ya había hablado Aristóteles, pero que tomó renovado impulso en el siglo XIX en el marco del desarrollo de la teoría electromagnética. Aquellos cuatro corresponden, para el filósofo griego, al mundo sublunar, mientras que el quinto (que también era reconocido en las tradiciones hinduista y japonesa en tiempos remotos), correspondía al mundo supralunar. En The Double Bride Icon en ´A Game of Chess' and 'The Fire Sermon', de Nate Jarvis, en http://www.artofeurope.com/eliot/text1.htm.

[7] Postwar Trauma: ‘A Game of Chess’ in T. S. Eliot’s The Waste Land, de Ömer Öğünç, en http://www.inter-disciplinary.net/wp-content/uploads/2012/02/ogunctpaper.pdf.

[8] Traducción de los siguientes versos de Eliot: “And we shall play a game of chess, / The ivory men make company between us / Pressing lidless eyes and waiting for a knock upon the door”. La referencia a esta línea perdida se la debemos a Hay. En Hay y Eloisa Knapp, de T. S. Eliot’s The Negative Way, en Critical Essays on T. S. Eliot’s The Waste Land, editado por Lois A. Cuddy y David Hirsch, 183-201, Boston: G. K. Hall, 1991.

Enlaces


Sergio Ernesto Negri nació en la ciudad de Buenos Aires, Argentina. Es Maestro FIDE. Desarrolló estudios sobre la relación del ajedrez con la cultura y la historia.