Europa habrá de convertirse en el campo principal, aunque no único, de un conflicto que adquirirá proporciones inéditas, del que se derivará un clima de terror y horror, del que el Holocausto será una de sus principales expresiones, alterando en cualquier caso dramáticamente las condiciones de vida de millones de personas e implicando, una transformación geopolítica de vastas dimensiones que terminará por rediseñar el mapa mundial.
El ajedrez, que tenía a ese continente como el principal escenario del orbe desde el mismo momento en que el juego ingresó por España e Italia de la mano de los árabes, y por Bizancio y por la futura Rusia (en este caso bajo influencia persa), habrá de replegarse, como toda actividad cultural, en el marco de un contexto tan desfavorable. No debe sorprender entonces, que la FIDE, organización mundial que se había fundado en 1924, se sintiera amenazada en su funcionamiento por lo que se planteó, y luego terminaría por suceder, mudar su sede desde los Países Bajos a la más neutral Suiza en busca de una paz que ninguna localización del Viejo Mundo (“viejo” mas no sabio) podía asegurar. En ese marco puede considerarse casi providencial que, en Estocolmo en 1937, se hubiera decidido que fuera la lejana Buenos Aires la anfitriona del próximo Torneo de las Naciones: por primera vez en la historia los Juegos se desarrollarían fuera de Europa.
Para leer el artículo cumpleto por Juan Morgado y Sergio Ernesto Negri, por favor, visite el sitio web de Ajedrez Latitud Sur.