Entrevista con Boris Spassky (III)

por ChessBase
23/03/2016 – Cumplirá 80 años el año que viene. En una charla con los periodistas de la revista rusa Sport Express repasa los momentos más importantes o peculiares de su vida. En la tercera parte Spassky nos habla del exceso de cigarrillos en Linares, de sus coches, entre ellos un Ford mustang y cómo Mikhail Botvinnik le amansó a Paul Keres antes del duelo mundial en 1948. Tercera entrega, traducida al castellano...

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Boris Spassky en Sport-Express (tercera parte)

¿Hay alguna derrota de la que Ud. diría que ha sido "la más dolorosa"?

La que sufrí en 1961, en la partida contra Polugajevsky. Me separaban de la victoria dos movimientos. Lev se estaba viendo abajo y no procuraba disimular. Se puso más y más nervioso y se le estaba acabando el tiempo en el reloj. La banderita estaba a punto de caer. Y de repente me quedé petrificado. Suelo llamar esta condición mía la de "¡ni se te ocurra tocarme". La tensión de los nervios se convirtió en una letargía que me paralizaba. ¡Hasta dejé escapar las tablas! Este resultado cambió la imagen que tenía el mundo del ajedrez.

Lev Polugajevsky

¿Por qué?

Si hubiese derrotado a Lev, me habría clasificado automáticamente para el Interzonal y a continuación para el Torneo de Candidatos. Ya podría haber competido por el título mundial entonces.

En alguna entrevista, Ud. comentó que no se considera un ajedrecísta genial

Hm, no lo recuerdo.

Bueno. ¿Quién sería un genio de ajedrez desde su punto de vista?

Prefiero no hablar de genios sino de mis jugadores favoritos. Paul Morphy, Harry Pillsbury, Mikhail Tschigorin, Alexander Aljechin, Alexander Dmitrievich Petrov, el abuelo del ajedrez ruso Misha Tal. Todos figuras trágicas.

¿Por qué Tal?

Analizamos una posición en la que había sacrificado piezas por la izquierda y por la derecha. Le comenté: "¡Misha, si eso es una tontería!" Levantó los hombros y respondió: "Lo sé. Pero me gusta". Esa frase da testimonio del estilo de Tal. Le encantaba el ajedrez de fuertes combinaciones. Por el centenario del nacimiento de Keres he comentado esta anécdota: era en un torneo en Alemania y nos enfrentamos en el primer tablero. Yo jugaba por el Solingen y Tal para el Berlín. Antes del comienzo de la partida Tal se dio la vuelta sobre si mismo una vez y preguntó: "¿Y dónde están mis judíos?" Tenía unos cuantos conocidos entre los emigrantes pero justamente en aquel momento no estaba presente ninguno de ellos. Tenía que ayudar a Misha. También miré alrededor por todos los lados y exclamé: "¿Y dónde están todos mis rusos?" Tal lo valoraba. Más adelante me cogió del brazo y nos tomamos una cerveza y una copa de Vodka. ¡Incluso le salvé al vida en una ocasión!

¡Vaya! ¿Qué pasó?

El equipo soviético había ganado la olimpiada de ajedrez en Bulgaria. Era casi medianoche cuando decidí acercarme a Misha por un momento. De la puerta entreabierta salía humo. Tal estaba dormido en una almohada que estaba ardiendo. Su cigarillo se le había caído al lado del cenicero y él se había quedado dormido. El humo le podría haber matado. Tomé una jarra, la llené de agua en el baño y apagué el incendio. A mí también me pasó una historia desagradable una vez que tenía que ver con lo de fumar tabaco.

¿Qué clase de historia fue esa?

Ocurrió en Linares en 1983. Estaba jugando la partida decisiva contra Yasser Seirawan. Yo estaba fumando y tomando café todo el rato. La partida se aplazó. Camino del hotel perdí la consciencia y me di un golpe con la cabeza contra el suelo de marmol.

¡Vaya! ¿Por qué se desmayó?

Mi organismo había tenido demasiado tabaco y cafeina y me dijo "¡para de una vez!" Cuando recuperé la conscienca estaba tumbado sobre la cama. Colocaba las piezas de la partida aplazada sobre el tablero y a la mañana siguiente metí en apuros a Seirawan. Gracias a este triunfo logré adelantar a Karpov y me conseguí el primer puesto.

¿Y entonces Ud. dejó de fumar?

Solo más tarde, en 1975. Había perdido contra el gran maestro austríaco Andreas Dückstein en una posición que en prinicipio había sido favorable para mí. Estaba rumiando cómo podría hacer para convertir esa derrota en un triunfo y me acordé del sabio consejo de mi madre: "¡Déja ya de fumar!"

¿Y cómo siguió la cosa?

¡Desde aquel día no he vuelto a fumar ni un solo cigarillo! Primero era bastante difícil, soñaba muy a menudo con que estaba fumando. Me despertaba sobresaltado y pensé con alegría: ¡Que suerte! ¡Si solo ha sido un sueño!

Botvinnik es un personaje bastante distintivo pero Ud. solía afrontar las ideas comunistas de Mikhail Moiseevich con mucha ironia.

Y encima nos llevamos bien. Lo llamaba "Mikel". Le contaba historias graciosas y él se puso a relinchar como un caballo por las risas. Me pasó la siguiente anécdota con él: nos acercamos a una reunión con Pavlov [Redacción: el entonces presidente del Comité de Deportes]. Le dije: "Mikel, ojo. A veces puede pasar que Sergey Pavlovich se pone a lanzar rayos de sol con los ojos. ¡Estése preparado a eso!" Es que Pavlov tenía esa peculiaridad.

¿Y? ¿Lo hizo?

Estábamos sentados conversando. Lo veo y ¡empieza! Leventó el dedo. "¡Está lanzando!" - Mikel se ríe a carcajadas: "¡Jajajajaja!" Lógicamente me sentía culpable y pidió disculpas. Pero entonces ya era tarde.

Averbakh nos comentó que habían recopilado firmas de grandes maestros por para apoyar una carta para condenar a Korchnoi. Muchos no la quisieron firmar. Cuatro no firmaron. A Ud. no le preguntaron. Sabían que no iba a servir de nada. Botvinnik comentó: "Ni siquiera he firmado nada en 1937." ¿Es cierto?

¿Quién sabe? ¡En mi caso fue otra cosa!

¿Cómo fue?

Estaba en París. Para firmar la carta contra Korchnoi hacia falta acudir a la embajada rusa. Entonces dije: "Sin mí." Di la vuelta y me fui en coche. Eso fue todo. En conexión con esas cartas alguna vez pasó lo siguiente. Nos encontramos en la Krymskiy Most y él dijo: "Necesitamos tu firma para proteger a Angela Davis", una señora de piel negra.

¿Y también rechazó firmar la carta?

Naturalmente. Le comenté que no era ningún comunista y que no quería tener nada que ver con eso. Ya es extraño porque el propio Mikel tampoco firmó la carta. Su reacción fue: "Recopile toda la información sobre Angela Davis y entréguemelo todo para estudiar el caso. Valoraré si quiero firmar o no".

Interesante.

Hay otra historia sobre Mikel en Holanda. La ciudad de Leiden organizó un torneo benéfico por él. Hay una universidad con amplísimos recursos. Fuimos a Ámsterdam en avión y nos comentaron: han pillado a dos espías soviéticos con las manos en la masa. Sale en llos titulares de todos los periódicos. Botvinnik era el dirigente de la delegación y yo el suplente. Se me acercó comentando: "Tenemos que desplazarnos inmediatamente a La Haya."- "¿Por qué?" Para meternos en la embajada soviética y esperar hasta que empiecen a romper los cristales de la embajada".

Suena romántico. ¿Usted estaba de acuerdo con él?

Le contesté: "Si los espías trabajan mal, que pierdan la cualificación para que no se les pille con las manos en la masa. He venido para jugar al ajedrez y no para estar metido en la embajada"

¿Qué dijo Botvinnik a eso?

Se alegró. Él tampoco tenía ganas de meterse en la embajada. Luego pudo entrar en una representación comercial para acercarse a la gente de la KGB y decirles: "Spassky se niega a hacer caso. Yo, como director de la delegación estoy obligado a observarlo para que no cometa más tonterías..." Mikel era muy espabilado y comprendió rápido. La protesta en la embajada se llevó a cabo sin nosotros. Estaba todo planificado previamente, cuánto iban a romper y qué cantidad de dinero estaba en juego. Existía un presupuesto para reparaciones. Lo mismo pasó en París en la sede de Aeroflot. Esa tradición comenzó después de la revolución. Pero el asalto más famoso a una embajada rusa ya había ocurrido en 1829 en Teherán. Entonces no quedo en vida ni uno. Reconocieron el cuerpo de Griboedov por la mano que le habían quitado en un duelo.

Botvinnik soñaba con crear el primer ordenador de ajedrez.

Hablamos de eso. ""¿Mikel, Ud. tiene formación en Matemáticas?" – "Usted ha dado en el clavo del punto flaco..." Competía con el profesor Alexander Kronrod. Este último era aspirante al título de maestro y había adelantado a Botvinnik en las cuestiones informáticas. Recuerdo como organizaron una verdadera expedición para visitar al camarada Demichev. Era ministro y tenía la cara roja.

Es un personaje famoso.

Lo visitamos con una delegación grande: Keres, Smeslov, Botvinnik y yo. Hablamos de lo que se podía hacer por el ajedrez en la Unión Soviética. Denichev asentía con la cabeza: "Sois unos tíos excelentes. Vosotros trabajáis y nosotros os ayudaremos". De repente Botvinnik bajó la voz y le rogó: "Pyotr Nilovic, podríamos hablar a solas". Probablemente quería pedir ayuda para más proyectos, pero desde luego no se comportó como un colega con nosotros en absoluto.

Botvinnik era una persona complicada.

En una ocasión me pidió acompañarle a ver al secretario de la Dirección del Distrito de Kuybeshev para apoyar a la viuda de Ragozin en un asunto de vivienda. En el camino comenzó una coversación. "Me gustaría recordarte la antigua verdad de Savelich. Cuando la situación llegó a ser desesperada Grinyov dijo: "¿Padrecito, qué más da? Escupe y bésale la mano al malvado" [Pushkin, "La hija del capitán"] Era humillante tener que escuchar eso. ¡Y encima en mi país! No tengo porque aguantar algo así. Pero Botvinnik tenía todo un repertorio de semajentes trucos y era muy cuco. Contaba con su preparación especial psicológica.

¿De qué manera?

Cuando participaba en el mundial de 1948 en el que también jugaba Keres, advirtió a su gente que coleccionaran material comprometido sobre Paul. Keres habían participado en torneos en los terrenos de Alemania durante la Segunda Guerra Mundial. Keres era un profesional y era difícil ganar dinero durante la guerra. Así que Mikel le había encontrado su punto flaco. La primera mitad del Campeonato del Mundo se disputó en La Haya y la segunda en Moscú. Paul y su esposa Maria Augustovna hablaron durante mucho tiempo para decidir sí todavía ldebían seguir saludando a Botvinnik o no.

¿Cómo se decidieron?

Le saludaban como siempre. Habían decido no hacer el papel del Tribunal Supremo. Existe un Tribunal Supremo y el máximo juez ya lo decidirá. No quedan impunes este tipo de accciones.

Keres quería emigrar en 1942 pero no llegó a tiempo para la salida del barco.

Maria Augustovna recuerda: "Hubo que salvar a Paul, tenía endarteritis. Pero las tropas soviéticas bloqueaban el camino y no llegamos hasta el barco..."

Paul y Maria Keres habrán perdonado a Botvinnik. ¿Y Ud. ha perdonado a Smyslov quien rechazó la invitación a su boda con una ciudadana francesa?

Smyslov tenía miedo. Pero tenía buenos argumentos: "La constelación de las estrellas ve desfavorable mi decisión afirmativa". Tras unas palabras así como excusa, cuesta sentirse herido o estar enfadado.

¿Hay alguien que le haya sorprendido al no ser cobarde?

No me lo va a creer, pero ¡Korchnoi! No acudió a la boda, pero sí se acercó a nuestra casa muy tarde por la noche. Vivíamos en la casa de la embajada. De repente alguien tocó a la puerta y Marina abrió. En las escaleras en la penumbra estaba ¡Korchnoi con un ramo de flores! Ya sabe que se parece a un diablo un poquitín...

Una observación interesante.

Sí, sí, algo tiene de diablo. En las escaleras había un diablito tímido. Se lo agradezco a Korchnoi hasta hoy. Mi mujer se llevó un gran susto en aquel entonces y no sabía quién estaba allí.

Karpov nos contó como Ud. aparcó su coche extranjero en el sitio de Pavlov, en el Comité de Deportes. Después ordenó que ya no se les diesen honorarios tan generosos a los ajedrecístas que iban al extranjero.

¿En serio? Que raro. Ya no recuerdo ese episodio.

El tenista Metreveli ha asegurado que solo usted y él poseían un coche deportivo Ford Mustang en aquellos tiempos.

¡Eso es cierto! Tenía un Mustang. Pero tras el divorcio de mí esposa Larissa se lo llevó ella. Luego lo vendió a unos georgianos rápidamente por alguna razón. Es una mujer pragmática.

¿Era un coche bueno?

Nada especial. Un simple vehículo con cambio automático. Los americanos me iban a mandar ese Mustang. Les había dicho que por favor me lo mandasen a Hamburgo. Allí hay una estación de aduana. El jefe del equipo del Solingen, amigo mío, mandó a un empleado a recoger el coche. Me senté al volante directamente en Solingen y crucé toda Europa hasta llegar a Moscú.

¿Sin aventura alguna?

Una vez me quedé dormido en el volante. ¿Eso cuenta como aventura?

¡Vaya que sí!

Eso fue en Alemania Oriental. Lo que me salvó fueron las líneas alemanas esas en el suelo. Si el conductor se queda dormido y cruza las líneas hacen un sonido raro y eso me despertó al instante. Por detrás iba un amigo mío. Estaba trasladando un coche Mercedes a Moscú para un árabe. Le comenté: "Oye, Kolja. No puedo más. Voy a echarme una siesta".

Hay muchos rumores acerca de Ud. Uno es el siguiente: le habían enviado a un gremio en el que participaban unos bolcheviques. Usted se acercó en un Volvo de color rosa y con bufanda amarilla diciendo: "No he leído su periódico, el Pravda y tampoco tengo previsto leerlo". Y a continuación usted no pudo viajar al extranjero durante siete meses.

Yo recuerdo otra cosa. Me acerqué a una reunión con mi jefe con unos pantalones amarillos de pana. Me miraron de reojo, pero nunca llevé bufanda amarilla.

¿Tampoco era rosa el Volvo?

El Volvo era azul oscuro. ¡Un coche magnífico! ¡No se puede ni comparar con el Mustagn. Lo vendí a un amigo mío que es bailarín.

¿A Makhmud Esambaev?

No. Aunque también conocía a Esambaev. Había comprado aquel Volvo directamente en el aeropuerto de Ámsterdam donde me ofrecían un descuento de 30 %. Euwe me trajo el coche a Siegen (Alemania).

¡El presidente de la FIDE! ¡Vaya! ¡Chapó!

No es nada especial. Al fin y al cabo eramos amigos. Fue él quien me ofreció ayuda. Entonces Keres, su esposa Maria Augustovna y yo nos subimos al coche e hicimos un viaje maravilloso por el norte desde Siegen a Vilna.

¿Era agradable recorrer ese tipo de rutas?

Me encantaba viajar en coche por Europa. Me gustaba mucho visitar las ciudades pequeñas. Tuve conversaciones con la gente, incluso con los polícias en la calle. Tenía un estilo de conducir rápido. En Polonia me pusieron una multa por exceso de velocidad - casi 100 marcos. Procuré negociar: "Señor inspector. Eso es mucho dinero. No tengo tanto". Me contestó: "Querido conductor del coche, vas a pagar..." Pero también hubo experiencias tristes. Participé en un torneo en Palma de Mallorca junto con Petrosian y Korchnoi. Volvimos a casa vía París. Viviamos en las afueras, cerca del Bosque de Vincennes, sobre el que Shakespeare escribió algo. Petrosian y Korchnoi sacaron unos papelitos en los que tenían apuntados lo que debían comprar. Volaron por las tiendas y buscaron chaquetas y pantalones.

¿Usted no?

Tenía otra idea mejor. En los Campos Elíseos había visto un guapísimo Citroën blanco. Así que entré y me lo compré. Con algo así en su momento se marchó Fantomas volando. En una película famosa puso el pie en el acelerador y se fue a toda marcha...

Fantástico, para ser un ciudadano con pasaporte soviético.

¡No en absoluto! ¡Fue una tontería absoluta comprar el Citroën! No me lo pude llevar en el momento. El gerente de la tienda de coches me preguntó: "¿Por qué está pagando todo el importe? Podría dejar una fianza de 500 dólares y ya está". Pero yo no cedí: "Ehm, no. Por favor, tómelo todo". Pasó un rato y me di cuenta de que ya no quería tener ese coche. No lo necesitaba.

¿Le devolvieron el dinero?

Tardaron cinco años. Un holandés me ayudó y arregló todo con los del concesionario de Citroën. Al final hasta me devolvieron 500 dólares más.

O sea que, el coche resultó una buena inversión...

Devolví el dinero. Había decidido que los franceses se habían equivocado. No quería que me devolviesen más dinero de lo que me correspondía.

Dicen que sus coches solían tener la cifra 64 en la matrícula.

Es mentira. Nunca he tenido matrículas especiales.

¿Había otros grandes maestros aparte de Ud. que condujesen coches extranjeros?

Petrosian tenía un Mercedes, Keres un Chevrolet. En la Moscú soviética se podía comprar de todo a través de la UPDK.

¿La administración del cuerpo diplomático?

Sí. En las embajadas solían tener coches bastante buenos y los sacaban del servicio cuando todavía eran muy buenos. Procuraba persuadir a Tolya Romashin todo el rato: "Venga, te compro un coche americano, un Ford Impala, es un cochazo de tres narices, súpergrande..." Los ojos de Tolya se abrieron como platos: "¡Dios me libre! ¡En el teatro me matarían!"

El actor Anatoly Romashin

¿Romashin se interesaba por el ajedrez?

No, pero eso no nos impedía vernos y quedar para tomar algo juntos. Nos veíamos tanto en París como en Moscú. Le apreciaba muchísimo, era un verdadero amigo. Hizo el papel de Nikolás II en la película "Agonía" cuyo director fue Elem Klimov y lo hizo fantástico. Tolya falleció de manera absurda. Estaba cortando leña en su dacha y fue aplastado por una avalancha de madera que se le cayó encima. ¡Vaya muerte tan cruel!

Entrevista: Sport Express
Traducción: Nadja Wittmann (ChessBase)

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