Ingmar Bergman, "El Séptimo Sello" y el ajedrez que atraviesa buena parte de su obra integral

por Sergio Ernesto Negri
22/08/2020 – La escena cinematográfica más sugerente que tiene como eje al ajedrez es la que representa la partida en la cual un caballero medieval, que regresa a su hogar después de haber participado de las Cruzadas, disputa con la Muerte. Extrenso artículo por Sergio Ernesto Negri.

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Ella aparece en Det sjunde inseglet (El Séptimo Sello), extraordinario film del mítico director sueco Ingmar Bergman (1918-2007) estrenado en su país natal en 1957.

Ese título en principio enigmático, alude a un pasaje de la Biblia, específicamente al  Apocalipsis 8:1-5, donde se dice que:

"Cuando el Cordero abrió el séptimo sello, hubo silencio en el cielo durante una media hora Y vi a los siete ángeles que están de pie delante de Dios, a los cuales se les dieron siete trompetas. Se acercó otro ángel y se puso de pie frente al altar. Tenía un incensario de oro, y se le entregó mucho incienso para ofrecerlo, junto con las oraciones de todo el pueblo de Dios, sobre el altar de oro que está delante del trono. Y junto con esas oraciones, subió el humo del incienso desde la mano del ángel hasta la presencia de Dios. Luego el ángel tomó el incensario y lo llenó con brasas del altar, las cuales arrojó sobre la tierra; y se produjeron truenos, estruendos, relámpagos y un terremoto”.

Se referencia al preciso momento en que, tras la apertura del séptimo sello, se produce un profundo silencio, en cuyo transcurso se les entregan siete trompetas a los siete ángeles y, tras sonar todas ellas,  comienza el juicio divino.

De esa manera se introduce la dimensión escatológica a la que todos los hombres estamos inevitablemente destinados, también desde luego Antonius (Antonio) Block, el mentado caballero, interpretado por el actor sueco Max von Sydow (nacido en 1929).

La trama del film transcurre a mediados del siglo XIV cuando Block, junto a su escudero, regresa  a su hogar, hallando un clima de desolación, ante las consecuencias de la peste negra.

Junto al mar se los ve yacer a ellos en la playa, reponiendo seguramente energías, percibiéndose la presencia de un tablero de ajedrez que tiene sus piezas colocadas en las primeras movidas de una ignota partida.

La imagen, enfocada sobre el juego en un primerísimo plano, se funde con el mar, sugiriendo la idea del vínculo entre el ajedrez y el mundo. En ese preciso instante se da paso a la escena clave del relato al surgir, casi desde la nada misma, una figura muy sugestiva la cual, al ser interpelada por el caballero, asegura ser la Muerte, anunciando que venía en su busca.

Block admite, en esas condiciones, que su espíritu está pronto ante la invitación que implícitamente se le formula, mas no lo está su débil carne, Cuando la Muerte se aproxima a llevarlo, en tono dilatorio, aquel le señala: “Tú juegas al ajedrez, ¿verdad?”, asegurando que eso lo sabe por haberlo visto en pinturas y escuchado en canciones.

La Muerte admite ser una excelente ajedrecista por lo que Block plantea que, seguramente, no es mejor en el juego que él mismo, por lo que formaliza el desafío, fijando la condición de que, en caso de vencer, preservará la vida.

En este contexto surgen tres cuestiones que no quedan debidamente dilucidadas en el relato. Primero, no se halla una adecuada explicación al hecho de que la Muerte, que podría por derecho propio ser implacable, acepta sin más ese convite, y el respectivo condicionamiento.

Nos gusta trazar la hipótesis de que ello sólo fue posible ya que su pasión por el ajedrez es más fuerte que el apremio por concretar su tarea. Además, seguramente le quiso demostrar al caballero que ella era mejor ajedrecista que él.

Un segundo aspecto se presenta al suponer los alcances de lo qué podría haber sucedido en el caso de que fuera el caballero el que triunfe. En ese escenario: ¿podría asegurarse una existencia eterna? O, quizás más probablemente, sólo conseguiría un efecto dilatorio hasta que la Muerte lo lograra vencer en una próxima partida a disputar por los mismos protagonistas.

Otra duda que se genera es acerca de qué sucedería si se arribara a un eventual empate, posibilidad que ni siquiera se plantea. Es más: ¿qué acontecería si el caballero lograra construir una posición en la que le pudiera dar a su rival un jaque perpetuo? Otra vez se abrirían las puertas a una posible eternidad en la que, no obstante, imperaría el tedio de la repetición constante; y el de la anulación de toda acción alternativa al juego.

Pero es mejor dejar de lado estos planteos, que pudieran pecar de un exceso de  racionalidad para, olvidándonos un poco de todo tecnicismo, ingresar de lleno en la magia de un film que, por su estructura narrativa, y por la poderosa fuerza de sus imágenes, invita a disfrutar sin matices la obra concebida en la mente del cineasta.

Se procede, entonces, a hacer el respectivo sorteo de colores. A la Muerte le corresponderá las piezas negras, lo que ella considera, y así lo señala con evidente sarcasmo, una circunstancia absolutamente lógica, lo que es una clara remisión a la tradición que se fue construyendo en Occidente en el Medioevo, en el sentido de que las blancas aluden a la virtud, a la claridad, al día, a la vida, al Bien mientras que, por el contrario, las negras remiten al vicio, la oscuridad, la noche, en fin, a la muerte y al Mal.

La fotografía del film agiganta esta metáfora contrastante, al exponerse las imágenes en perfecto blanco y negro, lo que refuerza el simbolismo, al poder asociarse perfectamente a los colores que se enfrentan en el juego. En este contexto contrasta, por un lado, el rostro particularmente blanco de la Muerte y, por el otro, la túnica plenamente negra de su ropaje.  

El hombre, que tras las Cruzadas se venía cuestionando el sentido de todo, incluida desde luego la fuerza de la fe, registra, con quien cree que es un confesor, pero que al cabo de la escena se comprobará que es la propia Muerte, un intercambio imperdible en el que el ajedrez tiene rutilante presencia:

“Antonius (A): Quiero confesarme y no sé qué decir... Mi corazón está vacío. El vacío es como un espejo puesto delante de mi rostro, y al contemplarme siento un desprecio profundo de mi ser... por mi indiferencia hacia los hombres y las cosas. Me he alejado de la sociedad en la que viví. Ahora habito un mundo de fantasmas, prisionero de fantasías y ensueños.

La Muerte (M): Y a pesar de todo no quieres morir...

A: ¡Sí... quiero!

M: Entonces a qué esperas...

A: Deseo saber que hay después...

M: Buscas garantías...

A: Llámalo como quieras.

(---)

A: Yo quiero entender, no creer... No debemos afirmar lo que no se logra demostrar. Quiero que Dios me tienda su mano, vuelva su rostro hacia mí y me hable...

M: Él no habla...

A: Clamo a él en las tinieblas y desde las tinieblas nadie contesta a mis clamores...

M: Tal vez no haya nadie...

A: ¡Pero entonces la vida perdería todo su sentido. Nadie puede vivir mirando a la muerte y sabiendo que camina hacia la nada!

M: La mayor parte de los hombres no piensa en la muerte y en la nada.

A: ¡Pero un día llegan al borde de la vida y tienen que enfrentarse a las tinieblas!

M: Si, y cuando llegan...

A: ¡Calla! Se lo que vas a decir... que nos hace crear el miedo una imagen salvadora que llamamos Dios.

M: Te estás preocupando...

A: Hoy ha venido a buscarme la muerte. Estamos jugando una partida de ajedrez. Es una prórroga que me da la oportunidad de hacer algo importante...

M: ¿Qué piensas hacer?

A: He gastado mi vida en diversiones, viajes, charlas sin sentido. Mi vida ha sido un continuo absurdo. Creo que me arrepiento... ¡Fui un necio! En esta hora siento amargura por el tiempo perdido, aunque sé que la vida de casi todos los hombres corre por los mismos cauces... Por eso quiero emplear esa prórroga en una acción única que me de la paz.

M: Por eso juegas al ajedrez con la muerte...”.

Jugar al ajedrez con la Muerte con el propósito de que podamos emprender una acción única que nos brinde la paz, un objetivo muy loable que quizás podríamos encarar los humanos cotidianamente sin aguardar estar ubicados en tan extremas circunstancias…

Block, quien evidentemente no se resignaba a su destino, dice que en la partida su rival (que insistimos, no era otro que su confesor, más el caballero aún no lo sabía), emplea “una táctica muy hábil”, aunque “no he perdido ninguna de mis piezas”. De inmediato le confía su estrategia de juego que consistía en implementar “una combinación de alfiles y caballos que aún no me ha descubierto. Una jugada más y le arrebataré la reina”, a lo que la Muerte, bajo la sorpresa de su interlocutor, se muestra ahora sí en toda su dimensión, volteando el rostro, que estaba hasta ese momento escondido, diciendo: “Lo tendré en cuenta”.

En este parlamento no hay que dejar de notar el uso de las alegorías, teniendo en cuenta que el alfil, el obispo según la terminología en habla inglesa de la respectiva pieza de ajedrez, de la mano del caballo, caballero, siempre conforme a la denominación del trebejo que corresponde al mundo anglosajón, se considera que deben actuar coordinadas en ese acto planificado por Block en procura de obtener el triunfo. Con lo que parece que el autor nos quisiera indicar que es necesario que la Iglesia y el poder terrenal se unan para enfrentar a la Muerte en una batalla que, de todos modos, ya sabemos que seguirá siendo desigual.

En cualquier caso conmueve la pretensa idea del caballero de creer que podía vencer a la Muerte, con una táctica planeada la que fue descubierta en forma previa por la reconocida e implacable astucia de su rival.

En cierto momento la Muerte se le vuelve a presentar al caballero, para reanudar el juego, instante en el que se plantea el siguiente diálogo, teniendo como eje la partida previamente interrumpida:

Antonius (A): Desde que te descubrí el plan de mi juego, he emprendido la retirada. Te toca a ti.

La Muerte (M): ¿por qué te encuentras tan animado?

A: Es cuestión mía.

M: Por supuesto. Ahora vas a perder el caballo.

A: Lo tenía ya perdido.

M: Me has engañado.

A: Pues, sí. Has caído en la trampa. Tienes jaque al rey.

M: ¿De qué te ríes?

A: Preocúpate en salvar tu rey.

M: Es que te encuentro muy animado.

A: Porque nuestro juego es muy divertido.

M: A ti te toca. ¡Vamos, pronto, tengo prisa!

A: Ya sé que tienes mucho que hacer, pero no se puede jugar atropelladamente, este es un juego lento…”.

Por lo que la partida quedará interrumpida esperando se reanude en otra oportunidad en su fase final…

La Muerte, a su paso, se va cobrando una víctima tras otra. Con la consciencia del inminente final, el caballero resignifica la forma en que debe (siempre debió) enfrentar los hechos de la cotidianidad.

Tras un momento en el que impera una plena armonía, compartido con unos amigos que se hizo, entre ellos los juglares José y María y su hijo (que bien pudo haberse llamado Jesús siguiendo la parábola bíblica aludida), comiendo fresas, bebiendo leche recién ordeñada, ese momento mágico fue valorado por el caballero de forma distinta de lo que hubiera sucedido en el pasado, asegurando que nunca más lo olvidaría, y diciéndose a sí mismo, casi resignadamente: “me bastará este recuerdo como una revelación”.

Pero la Muerte, implacable, habrá de interrumpir ese momento tan preciado, proponiéndole a Block proseguir el juego, situación que se refleja en este decisivo pasaje:

M: Terminemos ya nuestra partida Antonio Block.

A: Te toca a ti.

M: Has perdido la reina.

A: Ya lo veo.

M: Ahora te toca a ti. ¡Juega ya! No atiendes al juego. Nada te interesa”.

Es que, aprovechando que estaban absortos en el juego, José, María y el niño escapan al advertir, sólo el primero de ellos (quien tenía visiones especiales), del fatídico juego.

El caballero, consciente de ese otro movimiento, que se registraba a la espalda de la Muerte, intenta distraerla siguiendo la plática en estos términos:

A: Que nada me interesa. Al contrario.

M: Pareces inquieto. Algo me ocultas.

A: Crees que no se te escapa nadie.

M: No, nadie se me escapa. ¿Por qué? ¿Por qué me lo preguntas?

A: Ya no temo nada.

M: Estás cambiado.

Aquí el caballero utiliza otro recurso distractivo, el de arrojar con sus ropas algunas piezas, tras un aparente descuido, dándose este intercambio:

A: No recuerdo cómo estaban las piezas.

M: (Sonriendo y acomodando las piezas) Yo sí lo recuerdo. No te podrás escapar (mientras la imagen se los ve a los otros tres escapar en el carromato).

M: Y puedo decirte una cosa muy interesante.

A: Dímela.

M: Jaque mate en la próxima jugada.

A: Ya lo sé.

Al fin, el juego había acabado. En ese instante se plantea un estupendo parlamento en el que la Muerte le pregunta al caballero si ya había hecho su buena acción, ignorando, o haciendo creer que desconocía el hecho de que ello ya hubiera sucedido (posibilitar la escapatoria de sus amigos), para continuar el intercambio a esta guisa:

M: Te dejo un momento. La próxima vez que te encuentre te llevaré a ti y a los que estén contigo. A todos.

A: ¿Y nos revelarás tu misterio?

M: Yo no tengo nada que revelar.

A: ¿No sabes nada, tú?

M: Yo no sé nada.

Es algo extraño, desde el punto de vista del argumento, que no sea ese el preciso instante en que la Muerte se lleve al caballero. Por lo demás, es inquietante que exprese que no sabe nada. No parece que así fuera. Por lo pronto, bien sabe algo: que siempre hará, más tarde o más temprano, acto de presencia frente a cada ser humano en el momento de la partida (y no una de ajedrez, precisamente).

Estamos en este film de Bergman, probablemente,  en presencia de un cuento moral, en el que el hombre enfrenta a sus miedos más atávicos en el contexto de una sociedad desolada.

La peste, en el plano físico, y las supersticiones religiosas, en el plano espiritual eran, cada una a su modo, del todo acuciantes en el plano terrenal. La muerte, por su lado, aparece como una invitación a lo desconocido, siendo el signo distintivo que recorre todo el relato. La muerte como presencia, la muerte como amenaza, la muerte como destino. La omnipresente muerte.

A lo largo de la película se disfrutan muchos contenidos de profunda índole filosófica. Por ejemplo, cuando dialogan tres integrantes de un teatro circulante, uno de ellos le indica a otro (el José antes citado):

“Tú por ser tonto de remate harás de alma humana”.

Quien marcaba qué papel le tocaba a cada uno no era otro que el Director y, siendo así, era del todo lógico que, para sí mismo, hubiera reservado el mejor papel posible, el de la Muerte…

En otro momento aparece un muralista quien, interrogado sobre el contenido de una pintura que estaba realizando, asegura que estaba retratando “la danza de la Muerte”. Muy lúcida y amargamente agrega que ella:

“…bailando, se lleva a todos”.

Sobre el final, efectivamente, esa danza se consuma, en una imagen en que la Muerte, en fila, se los va llevando al caballero y a quienes, en su postrera morada, lo acompañarán.

La poderosa imagen de la Muerte jugando contra el caballero al ajedrez que es, como ha quedado expresado, del todo esencial en El Séptimo Sello, constituye en Bergman, en todo caso, más un recuerdo que una construcción, a poco de que se tengan en cuenta las palabras que empleó al rememorar los tiempos en los cuales, siendo un niño, acompañaba a su padre, vicario de una parroquia, por diversas iglesias rurales de Suecia:

Un niño como yo estimaba que la predicación era cosa para personas mayores. Mientras mi padre predicaba en el púlpito y la asamblea de fieles oraba, cantaba o escuchaba, yo concentraba mi atención en el mundo secreto de la iglesia, hecho de cúpulas bajas, muros gruesos, perfume de eternidad y coloreada luz solar que temblaba sobre la extraña vegetación de las pinturas medievales y de las figuras esculpidas en el techo y en los muros (...) En un bosque estaba sentada la Muerte jugando al ajedrez con el Caballero. Una criatura desnuda, con los ojos desorbitados, trepaba a un árbol mientras la Muerte se disponía a talarlo. Sobre las colinas de suaves pendientes la Muerte guiaba la danza final hacia la región de las tinieblas. Pero, sobre otra bóveda, la Virgen María andaba por la rosaleda llevando de la mano al Niño”.

En ese fresco, ubicado en la penumbra del coro de la iglesia de Täby (una localidad ubicada a 15 km. de Estocolmo), que se le debe al artista nacido en Alemania, aunque devenido sueco, Albertus Pictor (1440-1507), se evocan episodios correspondientes precisamente a la peste negra que sufrió buena parte de Europa en el siglo XIV.

Imagen de la pintura que inspiró a Bergman para Det sjunde inseglet (El Séptimo Sello) en Wikipedia  

Esa pintura fue evocada por Bergman a la hora de concebir Pintura de madera, una serie de monólogos que tuvieron como destinatarios algunos de sus alumnos de un teatro municipal en el que dictaba clases, de donde surgió un primer guión cinematográfico, sin datación, que tuvo de provisorio nombre “La muerte y el caballero” y, como subtítulo, “Una crónica medieval”. Este fue originalmente rechazado por la compañía Svensk Filmindustri aunque, más tarde, aunque no sin deber mediar insistencias del cineasta, sería la encargada de llevarla a la pantalla.

Imagen del primer guión cinematográfico de El Séptimo Sello

En Linterna mágica, el libro donde se recogen sus memorias, sobre Pintura de madera dirá:

Durante unos años fui profesor en la Escuela de Teatro de Malmö; teníamos que hacer una función con público, pero no sabíamos qué obra representar. Me acordé entonces de las paredes de las iglesias de mi niñez con todas sus imágenes. En unas cuantas tardes escribí una piececita que titulé Pintura en madera, con un papel para cada alumno. El muchacho más gallardo de la escuela era, para desgracia nuestra, el menos dotado, iba a dedicarse a la opereta. Él hizo de caballero; los sarracenos le habían cortado la lengua así que era mudo. Pintura en madera se convirtió más adelante en El Séptimo Sello”.

Siguiendo su relato autobiográfico, respecto propiamente del film, al que se le asignará un escaso presupuesto (estará en el orden de los 150 mil dólares estadounidenses) y se le exigirá que estuviera terminado en un corto lapso (será de 36 días), expresará algunos conceptos que, por cierto, son asimismo aplicables a su universo cinematográfico integral:

“Como todos los visitantes de iglesias de todos los tiempos, me he engolfado en la contemplación de retablos, sagrarios, crucifijos, vidrieras y pinturas murales. Allí estaban Jesús y los ladrones bañados en sangre y desencajados de dolor; María reclinada sobre Juan, he ahí a tu hijo, he ahí a tú madre. María Magdalena, la pecadora, ¿quién era el último que se la había tirado? El Caballero juega al ajedrez con la Muerte. La Muerte siega el Árbol de la Vida, un aterrorizado infeliz en lo alto se retuerce las manos. La Muerte dirige la danza hacia El País de las Tinieblas, lleva la guadaña como una bandera, la congregación de los fieles baila en una larga fila y el bufón se cuela entre los últimos. Los demonios mantienen el fuego de la caldera, los pecadores caen de cabeza en las llamas. Adán y Eva han descubierto su desnudez. El ojo de Dios bizquea tras el árbol prohibido...”.

En ese juego definitivo se aprecia un profundo ejercicio de introspección del caballero quien parece preguntarse acerca del sentido de la vida, del problema del mal en el curso de la existencia y sobre la posibilidad de la trascendencia e incluso la existencia de un Dios.

Por otro lado es del todo plausible efectuar la recurrente asociación, tan típica en la bibliografía, que emparenta a la literatura con el ajedrez, vinculando a la situación de la muerte con la figura del “jaque mate”, objetivo implícito de toda partida en la que cada jugador quiere vencer llevando al monarca rival a la situación de aniquilación definitiva.

La otra clara imagen ajedrecística de esta historia es más que obvia: en la nomenclatura del juego de muchas culturas, no es la de caballo, como la conocemos los hispanoparlantes, sino la de caballero: knight (en cambio en francés se dice cavalier, aludiendo también a una persona, aunque en este caso se lo hace al jinete).

Y esa es la condición de Block, quien enfrenta a la Muerte en la partida decisiva, la de un caballero, tal como se apropió el nombre de la pieza, al menos en gran parte de Europa, precisamente en el periodo medieval (en las versiones previas que venían de Oriente se hablaba más bien de la fuerza militar de caballería).  Es de destacar que, no obstante, en idioma sueco, la palabra correspondiente para el trebejo es también la que remite al animal, ya que la pieza en cuestión recibe el nombre de springare (corcel).

Esta idea, la de que el caballero del relato de Bergman sea a la vez jugador y pieza de un juego más decisivo y amplio, como bien lo señala Baldo, implica que Block sea tanto un personaje de la historia como su narrador. En ese contexto la propia partida puede ser resignificada como un simulacro de la muerte, por lo que el mencionado académico muy certeramente agrega:

El juego de ajedrez, emblema de la incertidumbre de la vida humana tanto como de la inevitabilidad de su desenlace, representa por consiguiente, sin importar el resultado, una victoria parcial sobre el oponente Muerte, desde que el Caballero de este modo sobrevive a su propia muerte figurativa”.

Los debates filosóficos a los que nos lleva el film son insondables, y no pueden ser observados exclusivamente como referidos a una personalidad concreta que transcurre sus días en una oscura Edad Media, sino que pueden ser extendidos a otros tiempos, situaciones y geografías, alcanzando el estatus de eternos e impostergables.

Si un hombre del pasado podía estar aterrorizado por la peste, uno más moderno tiene sus propias angustias, por la posibilidad de una bomba atómica (o catástrofe de cualquier tipo), como imaginó el propio Bergman:

Esta película no pretende dar una imagen realista de la vida en Suecia durante la Edad Media. Es un ensayo de poesía moderna, que traduce la vivencia de un hombre moderno, pero está realizado libremente con motivos medievales. En mi película, el caballero regresa de las cruzadas como en nuestros días vuelve de la guerra un soldado. En la Edad Media, los hombres vivían aterrorizados por la peste. Hoy día, viven aterrorizados por la bomba atómica. El Séptimo Sello es una alegoría cuyo tema es sencillísimo: el hombre, su búsqueda eterna de Dios, con la muerte por única respuesta”.

La muerte por única respuesta…, una inquietante mirada que, no por ser estrictamente original, en la poderosa imagen que el artista ofreció en El Séptimo Sello, adquiere una fuerza que adquiere una particular contundencia y simbolismo al plantear que, ese tránsito definitivo, puede quedar representado de una forma lúdica.

Tal vez, en esta perspectiva subyacente, la de que en definitiva en la vida todo no es más que un juego, aún cuando se produce ese momento crucial de la existencia en el que se verifica el tránsito definitivo a otros horizontes (instante que nos invita a definitivas reflexiones personales), vemos la presencia del influyente ajedrez.

Es que el milenario juego, por su fuerza metafórica impar y su apropiación extendida a todas las culturas, en esa hora crucial (y siempre), nos puede eventualmente ayudar a mitigar la angustia idiosincrásica que caracteriza a toda persona humana por el simple hecho ontológico de la finitud del ser.

El film Det sjunde inseglet (El Séptimo Sello) con doblaje en español, puede ser visto aquí

Este film fue muy potente e influyente en grandes creadores. Por ejemplo, el argentino (y universal) Jorge Luis Borges (1899-1986), quedó muy impactado al verlo, según lo confirma su viuda María Kodama (nacida en 1937) quien a la par de plantear la posibilidad de que la obra de ambos pudiera eventualmente quedar de algún modo vinculada,  recuerda: “…a Borges le había fascinado El Séptimo Sello, se sabía diálogos de memoria, y aun siendo tan diferentes quizá había algo esencial en lo que hubieran podido coincidir y lograr algo”.

El actor y también cineasta Woody Allen (nacido en 1935), al presentar su libro Cómo acabar de una vez por todas con la cultura, le dedica un capítulo íntegro a su admirado colega, al que le dedica un capítulo denominado, muy sardónicamente, como lo es todo el texto y, quizás, la propia mirada integral del norteamericano, Para acabar con Ingmar Bergman - El Séptimo Sello (yen un diverso orden hay que recordar que otro de los capítulos de ese texto se llama … Para acabar con el ajedrez!!!).

Imagen de Woody Allen al debutar como actor y guionista en cine, en una escena del film What's New Pussycat? (¿Qué hay de nuevo, Pussycat?), aquí

Allen presenta, al inspirarse en el sueco, la historia de Nat Ackerman, una persona que se halla en su departamento en algún lugar de Nueva York, siendo visitado por la Muerte, momento en el que se plantea este intercambio:

NAT (N): Deme un poco de tiempo. Un día más.

LA MUERTE (M): No puedo, ¿qué quiere que le diga?

N: Un día más. Veinticuatro horas.

M: ¿Para qué las necesita? La radio dijo que mañana llovería.

N: ¿No podríamos llegar a algún acuerdo?

M: ¿Como cuál?

N: ¿Juega al ajedrez?

M: No.

N: Una vez vi una foto suya jugando al ajedrez.

M: No podía ser yo porque no juego al ajedrez. Gin rummy, quizás...

Y así será en tiempos bastante más líquidos. En vez de un caballero medieval, tenemos un confeccionista de prêt-à-porter (la profesión de Nat) y en lugar del ajedrez, el rummy. Pero siempre, incólume y omnipresente, la Muerte, aceptando el desafío final para jugar unas partidas (de lo que fuera). Allen imaginó que en este caso la Muerte pierda y, al hacerlo, al victorioso sólo se le concederán las 24 horas adicionales de existencia pedidas.

Cuando Margarethe von Trotta (nacida en 1942) le dedicó a su admirado colega sueco, en el centenario de su natalicio, el documental  Searching for Ingmar Bergman, le dio una especial importancia a la escena de la partida de ajedrez que disputan la Muerte y el caballero, a punto tal de que una de las que registran ese encuentro es la primera en aparecer en el tráiler preparado en oportunidad de la presentación de este film en el Festival de Cannes en su edición de 2018 (segundo 7 del vídeo).

Hay que destacar que la prestigiosa cineasta alemana justamente decidió inclinarse por esa mágica profesión en el momento en que asistió por vez primera a una proyección de El Séptimo Sello.

El tráiler del film Searching for Ingmar Bergman, de Margarethe von Trotta, puede ser visto en... 

Una nota de color: el juego de ajedrez que usó Bergman, sufrió algunos daños en el proceso de filmación, por lo que  la pieza del rey de las blancas (¡todo un símbolo!) quedó afectada.

Además, en una subasta, realizada el 28 de septiembre de 2009, el set de juego respectivo fue vendido por la firma Bukowski's, en Estocolmo (Suecia), en 143.000 dólares estadounidenses.

Con todo, por el valor intrínseco de un juego que quedó directamente identificado con las poderosas imágenes metafísicas de la película de Bergman, seguramente que para los amantes de la obra del cineasta, que queremos creer que son también los del ajedrez, esa suma determinada aparece desde luego como del todo irrisoria.

Imagen del juego subastado correspondiente a El Séptimo Sello, en 

El vínculo del cineasta con el ajedrez no se limita a la experiencia de El Séptimo Sello ya que, antes y después, lo contempló de formas diversas en su vasta e influyente cinematografía.

La primera vez que lo muestra es en Sommarlek, Juventud divino tesoro como se llamó a este film en la Argentina y el Uruguay, aunque una traducción más exacta es Juegos de verano, nombre con el que se lo conoció en España.

Esta película, realizada también en blanco y negro, fue estrenada en Suecia en 1951, mas su repercusión mayor se dio a partir de su presentación fuera de las fronteras de su país, más exactamente al ser proyectada en el marco del Festival de Cine Internacional de Punta del Este (República Oriental del Uruguay) en 1952, comenzando el idilio de Bergman con Sudamérica..

En efecto, es habitualmente reivindicado que el sueco tuvo un primer mayor reconocimiento en los países ubicados a ambas orillas del Río de la Plata (y también en Brasil) y, sólo después, habrá de adquirir fama más global. De hecho, este film cayó en la indiferencia absoluta cuando fue proyectado en el Festival de Venecia (Italia) de 1954.

Se trata de la historia de una bailarina (Marie), que se enamora de un joven (Henrik), quien muere al dar un salto al mar desde las rocas, mientras las risas de ella se transforman en un inmediato gesto de horror, al observar el hecho y comprobar la crueldad del destino que transformó, en un instante, la mayor de las dichas en la más absoluta de las desesperaciones.

Tiempo después Marie, que ya no volvería a ser la misma tras aquella tragedia ocurrida en un verano en el que los jóvenes se conocieron y enamoraron, reflexionará sobre esas jornadas recordando que se trataba de:

Días como perlas, brillantes, colocadas en cuerdas doradas… llenas de juegos y caricias. Noches hechas de sueños despiertos, Donde no hay tiempo para dormir”.

Dentro de esos juegos, que en principio se refieren claramente a los de la seducción, podía estar más tangiblemente el ajedrez aunque, en este caso, se presenta en una situación menos propicia.

Es que, tras la primera pelea de la pareja, ella va a buscar a su novio a su casa, observando que lo están jugando un clérigo y una señora, que era la tía de su novio, quien no se mostró precisamente acogedora y amable (minuto 53 del film).

En ese instante se verifica un diálogo del que se traslucen profundos resquemores y problemas familiares, con imputaciones a la conducta de Henrik por parte de su familiar (lo menos que lo imputaba era de holgazán), quien estaba aquejada por el cáncer.

La mujer, pese a considerarse un esqueleto en vida, bastante premonitoriamente, al menos en lo que respecta a su sobrino, y pareciendo disfrutar mucho la situación, dirá: “Os enterraré a todos”.

El ajedrez, entonces, se presenta como un adecuado telón de fondo para pláticas en las que primaron, a pesar de la falta de armonía reinante (La señora, por caso, dice: “Estoy muerta desde hace algún tiempo” y su rival en el juego, un clérigo, sin inmutarse le espetará: “Como Dios planeó”), a un debate con un implícito trasfondo de inquietudes metafísicas.

Por otro lado, el juego no es sólo en este film imagen, sino que también forma parte de los diálogos, ya que en cierto momento, el pastor le anuncia a su contrincante: “Tengo estrés, señora, mi caballo está amenazando su torre”, a lo que la dama le responde, algo extrañamente: “No me mantiene sintiéndome como un fantasma”.

En esta escena, aunque sin llegar a constituir un espejo absoluto, podrían advertirse algunas reminiscencias con la partida presentada en El Séptimo Sello, donde es ahora la vieja moribunda quien asume el papel del caballero, siendo  interpelada por un clérigo y no por la Muerte.

Sin embargo, no hay otras analogías posibles entre ambas situaciones, fundamentalmente ante el distinto comportamiento de los respectivos personajes que afrontaron, en cada caso, la conducción de las piezas blancas y negras en las respectivas partidas. 

El film Sommarlek (Juventud divino tesoro), con subtítulos en español, puede ser visto en https://archive.org/details/BergmanJuegosDeVerano

En 1957 se estrena Smultronstället, una película conocida en España, siguiendo la traducción exacta de la expresión original, como Fresas salvajes, aunque en Hispanoamérica se la llamó, más poéticamente, Cuando huye el día, aludiendo a un fragmento de un trabajo del poeta y eclesiástico sueco John Olof Wallin (1779-1839), el cual en cierto momento del film recita un anciano, cuya estrofa más precisamente anunciaba:

“¿Dónde está el amigo que busco por doquiera?

Cuando apunta el día,

mi inquietud también aumenta.

Cuando el día muere,

lo busco todavía”.

Ya para entonces Bergman había obtenido reconocimiento internacional con El Séptimo Sello (fue Premio Especial del Jurado compartido en el Festival de Cannes de 1957) consolidando, ahora con esta nueva realización que se estrenó en Suecia diez meses después que la anterior, un prestigio que había sido descubierto tan lejos, en el Cono Sur de América.

De hecho, y como prueba de ese enamoramiento rioplatense, Cuando huye el día obtuvo el Premio a la Mejor Película en el Festival de Cine de Mar del Plata de 1959 y, ese mismo año, fue nominada para el Óscar al mejor guión original, obtuvo un Globo de Oro al mejor film extranjero y el Oso de Oro en el Festival de Berlín. 

Sin embargo, al cabo de todo el sueco admitirá que no se preciaba demasiado de algunos de estos reconocimientos, ya que llegará sobre el punto a expresar:

Opino que las nominaciones al ÓSCAR son una humillación para el arte cinematográfico

Haciendo referencia a la ya mencionada Juventud Divino Tesoro, y extendiendo el análisis también a otra de sus obras, conocida en el mundo hispanoparlante como La fuente de la doncella (o El manantial de la doncella), agregará:

Nunca me alegra cuando me hablan acerca de FESTIVALES y, además, lamento profundamente que JUNGFRUKÄLLAN sea mostrada en el Festival de Cannes. Me desilusiona, pues JUNGFRUKÄLLAN, junto con SOMMARLEK, es una de las películas que más atesoro”.

En otro plano de evaluación, menos artístico quizás, aunque también decididamente espiritual, es de señalar que Smultronstället fue seleccionada por el Vaticano como una de las cuarenta y cinco mejores películas de la historia del cine, en un listado que dio a la luz en el 2017, en el que ese film del sueco aparece en la categoría “VALORES”, en el cual también aparece El séptimo Sello.

Fresas salvajes es un nuevo trabajo en blanco y negro de Bergman, en el que se retrata el viaje del anciano profesor Isak Borg desde Estocolmo a Lund, donde se concretará su jubileo doctoral, en compañía de su nuera y tres jóvenes.

En esa travesía reflexionará sobre la vida, la muerte y la existencia humana, tópicos tan recurrentemente presentes en el universo del director y guionista.

El protagonista emprende entonces una excursión, que no es sólo física, sino que apela a lo profundamente emocional, en la que los sueños jugarán un papel clave. En ese marco onírico podrá, por ejemplo, aparecer en su casa de la juventud, trasladándose en el tiempo, para observar el comportamiento de quienes eran parte de sus afectos.

También se lo verá siendo juzgado por sus comportamientos en vida, siendo inapelable la calificación, al ser condenado, justo él, que se consideraba tan correcto y exacto, por “incompetente”, siendo acusado de frialdad, egoísmo y de haberse entregado a sus obligaciones profesionales a expensas de otras experiencias más personales e íntimas en la vida.

La película comienza con el personaje principal presentándose reconociendo que, efectivamente, se dedicó a su profesión científica, agregando que tiene una madre muy mayor, una esposa fallecida hace mucho y un hijo que siguió sus pasos de médico, aunque aún no le dio descendencia.

En ese contexto de soledad, sólo siendo acompañado por un perro y su ama de llaves, se muestra un escritorio plagado de fotos de afectos no tan recorridos en lo cotidiano y, en forma muy próxima, se vislumbra un tablero de ajedrez, con una posición de una partida comenzada, seguramente de algún análisis o de una partida que disputa el profesor contra sí mismo.

En su primer parlamento anuncia: “Las conversaciones suelen reducirse a comentar y censurar la manera de ser y el comportamiento del prójimo”, razón por la cual decidió renunciar a la vida social. Mirándose ya más en tono crítico, admite ser un  pedante.

En el mencionado tablero, mientras se desplaza por la sala, el anciano hace el amague de hacer una jugada, mas sin terminar por concretarla (minuto 1 del film).

Podríamos creer que el juego es contemplado en este film como fiel y permanente compañero de la cotidianidad del solitario profesor.

Por lo demás, hay que destacar que, seguramente denotando su relevancia metafórica, aparece en la escena inicial, incluso antes de los títulos, un segmento en el que el protagonista se está presentando ante los espectadores en sus cualidades más esenciales.

En estas condiciones, la inclusión del ajedrez en esta escena de presentación, más allá de que luego no se reitera, podría ser vista como absolutamente relevante al advertirse que el juego es de alguna manera una parte constitutiva esencial dentro de la compleja personalidad del protagonista de la historia.

El film Smultronstället (Fresas salvajes o Cuando huye el día), con doblaje al  español, puede ser visto en...

En 1964 Bergman presenta För att inte tala om alla dessa kvinnor (¡Esas mujeres!, aunque también se la conoció como ¡Ni hablar de esas mujeres!) una comedia que, por su tono delirante, puede considerársela un acto de transgresión dentro de la filmografía del sueco.

Estamos en presencia de una parodia de Otto e mezzo (), el film de su colega italiano Federico Fellini (1920-1993), que había previamente ganado el Óscar a la mejor producción extranjera en 1963.

La trama se centra en un músico talentoso, de nombre Félix, quien vive con siete mujeres en una gran casa, viéndose que es visitado por un periodista presuntuoso, de nombre Cornelius, que quiere escribir su biografía.

En el film se desarrollan escenas muy desopilantes de alta comicidad las que, en principio, parecen muy alejadas del estilo argumental conceptual del cineasta sueco.

En cierto momento de la narración se observa a cinco de las damas en cuestión, conversando a la vera de una piscina, de una forma muy animada. Se genera una discusión entre dos de ellas, en el marco de la cual una le arroja el café sobre la cabeza a la otra, la que replica embadurnándole la cara con crema a su interlocutora.

En ese contexto tan bizarro, se observa ingresar a un asistente, quien acerca una mesa en la que está apoyada una copa y una botella, que se intuye, dentro del desenfreno del clima reinante, que corresponde a alguna bebida alcohólica, en la cual se ubica un tablero de ajedrez (minuto 35 del film)

En este caso el juego es un recurso meramente incidental, siendo parte de un fotograma. De todas maneras, hay que significar que será un mudo testigo de alguna de las situaciones hilarantes que acontecerán en su derredor.

La película För att inte tala om alla dessa kvinnor (¡Esas mujeres!), en idioma sueco original, puede ser visto en https://hdfy.to/movies/comedy/all-these-women-1964-watch-online

De 1969 es  En passion, titulada Pasión en España y La pasión de Ana en Hispanoamérica, el primer film en color realizado por Bergman.

Esta obra se centra en las dificultades de comunicación entre las personas, impidiéndoles amarse con libertad y verdad, por lo que las relaciones desembocan necesariamente en tragedias. De alguna manera el implícito interrogante que se formula es si la única alternativa que nos queda es la de llevar una vida de ermitaños.

Andreas, el protagonista, nuestro Max Von Sydow (nacido en 1929), el mismo que asumió el rol del caballero medieval en El Séptimo Sello, es ahora un hombre bastante solitario, que se refugió en una isla, tras un controvertido divorcio, donde conoce a Anna, rol interpretado por la grandiosa Liv Ullmann (nacida en 1938). Ella, por su parte, tiene sus propios profundos conflictos: es que, en un accidente de auto, mientras ella misma conducía, perecieron su esposo e hijo.

Ambos, uniendo los dolores, y algunas expectativas, habrán de abordar  una relación compleja, no exenta de mentiras, en el marco de una convivencia que, en principio, parecía serles propicia.

En cierto momento, tras sacrificar un ave malherida, comienzan un diálogo mientras juegan una partida de ajedrez. Primero, discurren si esa decisión extrema adoptada con el pájaro era inevitable para, de inmediato, pasar a cuestionamiento de tono interpersonal. En ese instante Anna le inquiere a Andreas si era cierto que había tenido una relación con Eva, una amiga de ellos. El ajedrez, como tantas otras veces, genera un clima de  intimidad y de necesidad de confesiones, las que no siempre llegan.

La forma en que afrontan la partida (minuto 67 del vídeo), es absolutamente irregular desde el punto de vista de la técnica: 1. d4 d5 2. e3 e6 3. b4? seguido de la aún más dudosa Dd3. Además, los movimientos se efectúan en forma excesivamente rápida, denotando la poca preparación de los contendientes.

Por lo demás, es notable otra circunstancia ya que, contra toda lógica, los rivales no están sentados en forma enfrentada, como es natural y convencional, sino que se ubican uno al lado del otro. Evidentemente, estas concesiones se impusieron para permitir que el director tome primerísimos planos de los protagonistas del film más que, como también se ha especulado, para que  nos proponga la idea de la existencia de un contacto más íntimo.

Anna, quien conduce las piezas blancas, drásticamente da por concluido el combate, con el simple expediente de arrojar las piezas de forma tal de que las desestabiliza, lo que sucede cuando Andreas niega ese otro vínculo amoroso diciendo que Eva: “De mí en todo caso no necesita defenderse”, como respuesta a la afirmación de Anna en el sentido de que “Eva es totalmente indefensa”.

Por cierto, el paralelismo de este diálogo con la evolución del juego es paradigmático y, en todo caso, por la forma en que se resolvió la partida, pareciera que el que debe procurar defenderse, en todo caso, es el bueno de Andreas…

Hay otro momento del film en el que el ajedrez hace acto de presencia. Ya aproximándose el final, la policía arriba a la casa en la que viven Andreas y Anna, para comunicarle la muerte de un vecino de ellos quien, al ser encontrado sin vida, tenía una carta dirigida a aquel. En ese contexto se aprecia que, mientras ella se halla frente a una máquina de escribir, donde hacía sus trabajos de traducción, su aún compañero está analizando, pipa en mano, desde el lugar que le corresponde al conductor de las piezas negras, una partida  ya comenzada (minuto 74 del vídeo).

La secuencia es importante ya que el conflicto entre ambos se profundiza cuando, al acto de Anna de rezar por la memoria del suicidado, Andreas la increpa diciéndole que esa escena se trata de “un maldito teatro barato” y que ella sólo rezaba por sí misma.

En Bergman siempre podemos obtener diálogos memorables,  por su profundidad impar. Un segmento para destacar del film, de entre tantos otros, fue estructurado en tono de interrogantes:

“¿Porqué todo será así?, ¿Qué clase de veneno mortal carcome todo lo mejor de nosotros y deja tan sólo la cáscara?”.

Eso es lo que le pregunta Eva a Andreas, a la hora de las íntimas confesiones y como preámbulo de las no reconocidas infidelidades. Otro interrogante crucial, que se hace en este caso Andreas a la hora de cuestionárselo todo, es el siguiente:

“¿No es acaso la libertad un veneno terrible para un humillado?”.

Un Bergman que, en su hondura dramática, también en esta obra, como quedó dicho, supo apelar al ajedrez en un momento clave, ese en el que se despierta el conflicto definitivo entre los personajes centrales. Un juego por el cual el cineasta tenía evidentemente el mismo sentimiento de pasión que, quizás, a pesar de algunos de sus dichos y comportamientos, pudieron haber tenido recíprocamente los complejos Andreas y Anna.

Un vídeo de En passion (Pasión o La pasión de Ana), con doblaje al español, (conteniendo imágenes del film, reportajes a los actores y otros elementos de edición), puede ser visto en 

Cuando Bergman llevó en 1975 su propia versión de la ópera La flauta mágica (Die Zauberflöte, en el idioma original), produjo un film que llevó el título original, conforme la traducción literal al sueco, de Trollflöjten, el cual fue concebido, en principio, para la televisión, aunque luego sobrevendría una cinta cinematográfica, en la que el ajedrez aparecerá en varias ocasiones en el contexto de esta recreación de la magnífica obra de Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791).

Por ejemplo, ello acontece casi de inmediato cuando Papageno, quien es definido como un hombre-pájaro, quien será el  encargado de asistir a Tamino en su búsqueda de la secuestrada Pamina, al despertarse de su lecho, con expresiones de una  alegría que le era tan habitual, se aprecia que, sobre la mesa de su sala de dormir, se ubica un tablero con algunas de las piezas dispuestas sobre él (minuto 15 del film).

También se ve al ajedrez (minuto 67 del film) cuando la pareja protagonista de la historia está, en espera de reaparecer en escena, en un momento del intermedio de la ópera jugando una partida.

Esta situación tiene cierta ambigüedad ya que, si bien no corresponde al film sino al espacio de entre bambalinas, hay un tercer personaje que los observa a los actores en situación de recreo el cual, a continuación, volverá a aparecer apenas recomience la trama. Con lo que el ajedrez es un nexo entre la realidad y la ficción o, en este caso, entre una situación fuera de escena y otra ya recomenzada la filmación..

En ese segundo Acto se apreciará que la fraternidad le proponen a Tamino y a Papageno, sumarse a la orden, por lo que se escenificará una ceremonia de iniciación que es una clara referencia al proceso respectivo que caracteriza a la Masonería, un movimiento al que adscribía Mozart.

En este orden podría haber otro metamensaje que vincula al ajedrez con el film ya que, como es sabido, las organizaciones masónicas tienen cierta relación con el juego. Por un lado, en sus sedes suele verse que en los pisos se presentan decoraciones en forma de damero, que remiten al tablero escaqueado. Por el otro, valores sostenidos en esa clase de logias apelan a una estricta dialéctica, que se refleja perfectamente en el contraste de colores que caracterizan al ajedrez, esos que pueden ser vislumbrados como el conflicto entre la luz y la oscuridad.

Hay con todo que decir que, en el libreto original de la ópera que tiene la inolvidable música de Mozart, que le corresponde al alemán Emanuel Schikaneder (1751-1812), el ajedrez, al menos en lo que concierne a los diálogos de los personajes, no forma parte de ningún pasaje.

Sin embargo, a la hora de que Bergman la llevara a la pantalla, haciendo su propia versión, no dudó en mostrar diversas imágenes en las que aparecía un juego que, evidentemente, consideraba pertinente mostrar. Juego que, ya lo sabemos, no le resultaba para nada indiferente.

El film Trollflöjten (La flauta mágica), en idioma alemán y con subtítulos en italiano, puede ser visto en https://www.youtube.com/watch?v=QAUBzVldsUw

Höstsonaten (Sonata de otoño), es otro extraordinario film de Bergman, ganador del Globo de Oro y que contó con dos nominaciones a los premios Óscar, que vio en este caso la luz en el año 1978.

Su argumento se centra en la relación de una famosa pianista y sus hijas, una de las cuales está postrada por una cruel enfermedad. De alguna manera, el planteo procura reflejar que aquella intenta, tras fallecer su segundo marido, y decididamente en forma infructuosa, recuperar algo del tiempo perdido, ante el débil rol que había ejercido a lo largo de su vida en materia de maternidad.

Una de esas frases inolvidables que en Bergman adquieren la poderosa presencia de un puñal que penetra en la consciencia es la siguiente:

Para mí, el hombre es una creación insuperable como un pensamiento incomprensible. Todo existe en el hombre, desde lo mejor a lo peor. El hombre fue creado a imagen de Dios y todo existe en Dios…”.

Eso dice la hija a una madre a la que solía admirarla, antes de comenzar la hora de los replanteos existenciales y de los consiguientes duros reproches, a quien terminará por espetarle que era una “lisiada emocional” al tiempo de algo cruelmente preguntarle:

“¿Es la infelicidad de la hija el triunfo de su madre?”.

La madre, una exitosa concertista, pasaba su existencia yendo de gira en gira. En su casa, se dedicaba a perfeccionarse al piano por lo que, su dedicación a la familia, distaba bastante de ser la querida por su entorno.

La hija, al recordar uno de los tantos momentos de ausencia de su madre, plantea un desgarrador concepto que tuvo en su momento la niña quien, al verla a su madre partir, dice:

Ya estabas de camino, no me viste. Y te habías ido. Pensé: ´Ahora mi corazón se parará. Moriré de dolor´. Nunca volveré a ser feliz”.

Tras ese momento de confesiones que resulta crucial, uno que se refiere a un momento que será terriblemente constitutivo en la psiquis de la memoriosa hija, se la pudo ver a esta permanecer en busca de consuelo encima de su padre, quien fumaba pipa, sentado en el sofá de una sala en la que lucía, como protagonista, una gran biblioteca. En forma muy próxima se disponía una mesa con un tablero de ajedrez que, en esas circunstancias, estaba lejos de poder aliviar las penas (minuto 54 del film).

El juego puede ser visto, nuevamente segundos después, en oportunidad en la que un tío comparte con el padre de la acongojada niña una copa de coñac.

Libros, volutas de humo, bebidas espirituosas, el milenario ajedrez, todos elementos icónicos que parecen apostar a una tranquilidad, a un paraíso perdido, los que no necesariamente están presentes en la vida. O, al decir de la hija ya en una cuestionadora adultez, que remiten a un silencio que permitía sólo oír los tres relojes de la casa.

En esas circunstancias, con la ausencia reiterada de la madre, no había demasiado qué decir. Sólo dejar que transcurran las manivelas del tiempo y esperar, tal vez, tener la oportunidad de que se verifique otro tiempo, el de los reproches.

El film Höstsonaten (Sonata de otoño), con subtítulos en español, puede ser visto en... 

De 1980 es Aus dem Leben der Marionetten (De la vida de las marionetas), un film que fue concebido para la televisión, en el que se presenta una situación en la que se aprecia que, tras una fachada de matrimonio en apariencia irreprochable, el marido, Peter, tiene una fantasía, que viene elucubrando desde hace dos años (la que es presentada en cierto momento como  experiencia onírica), de matar a Katarina, su mujer.

En ese contexto acude a su psiquiatra y, al hacerlo, se percatará de que el profesional era amante de ella aunque, más allá de esta (nueva) infidelidad, comprobará que el amor los seguía uniendo.

El matrimonio, sin embargo, va evidenciando pruebas de deterioro. Peter intenta suicidarse y, días después de arrepentirse de esa extrema decisión, tomará otra, la de asesinar a una prostituta que llevaba el nombre de su mujer.

Esta desdichada mujer será la víctima sustitutoria de otros deseos reprimidos. Sin que medie motivo alguno, la estrangula y viola después de muerta.

Tras ser encarcelado, el asesino se encierra en un absoluto hermetismo sobre las razones de su proceder. En prisión, como refugio de esa soledad, de ese hermetismo, de esa pena, de esa imposibilidad de relacionarse con otros seres humanos, se lo podrá ver jugando al ajedrez sólo contra una computadora.

El psiquiatra, en ese contexto, traza el diagnóstico en el que asegurará que, producto de una homosexualidad reprimida y la interacción continua con mujeres dominantes (la madre primero, la esposa después  Peter:

 “…en vez de ser él mismo jugaba el rol que la educación y el medio le habían impuesto”.

Para agregar:

La avalancha emocional comienza a moverse”.

De esta forma el profesional se refiere a los momentos previos al asesinato, mientras la imagen lo muestra al criminal mover un caballo sobre el tablero (minuto 95 del film), en el preciso instante en que le anuncia mate a su rival no humano, con el mismo gesto imperturbable con el que seguramente decidió quitarle la vida a la prostituta.

Es que, y Bergman bien lo sabía, se juega al ajedrez de la misma forma por momentos imperturbable en que se juega el juego de la vida aunque, en este caso, de una forma tan perversa como aparentemente inexplicable, se puede llegar a quitar la existencia a un inocente semejante sin que medie marco lógico explicativo alguno.

En el Epílogo del film (comienza en el minuto 96), se refuerza el vínculo del relato con el juego al exponerse que el recluso:

En cuanto se ha levantado toma el desayuno y se hace la cama. Se levanta antes que todos los demás. Se sienta frente al tablero de ajedrez Programa la computadora a un altísimo nivel de dificultad. Y a veces sigue durante varios días con la misma partida (…) Algunas noches duerme con un viejo y gastado osito de peluche. Probablemente un recuerdo de la infancia”.

Peter se convirtió, como sugiere el título del film, definitivamente en una marioneta. Como siempre lo ha sido. Como trató a esa prostituta antes de matarse. Como considera a cada una de las piezas de ajedrez inertes de esas interminables partidas que disputa a la hora del silencio, de la soledad, del confinamiento, del pesar más profundo, ese que nunca pudo ni podrá expresar por su reprimida personalidad y psicología.

El film Aus dem Leben der Marionetten (De la vida de las marionetas), con doblaje al español, puede ser visto en https://zoowoman.website/wp/movies/de-la-vida-de-las-marionetas/

Bergman ofrece la notable y extensa Fanny och Alexander (Fanny y Alexander), una obra de 1982 que en principio se la había considerado como definitiva (veinte años después sorprenderá con una nueva realización, Saraband), mas lo es en tanto legado, la cual obtuvo en 1984 cuatro premios Óscar, en las categorías de Mejor película extranjera, Mejor fotografía, Mejor diseño de vestuario y Mejor dirección de arte, mas no sucedió lo propio en el rubro Director.

En Fanny y Alexander se ubican los sucesos a inicios del siglo XX, en el contexto de la celebración navideña de una numerosa familia burguesa dedicada al teatro, viéndose a la abuela actriz, quien en cierto momento reconocerá que:

“…todo el mundo actúa en la vida en realidad: hay papeles divertidos y otros menos”.

El film asume la perspectiva de la infancia, siendo los protagonistas dos hermanos de 8 y 10 años. Se ha dicho, alternativamente, que Bergman se reflejó a sí mismo en su propia infancia en  los caracteres de ambos niños.

En cualquier caso estamos en presencia de un film que contiene numerosos aspectos autobiográficos, además de contemplar ciertos trazos en los que se entremezclan lo real y las fantasías. De hecho de ella el director dirá que es:

“…la suma total de mi vida como cineasta”.

En esas condiciones, no debería de sorprender que el ajedrez tuviera también su lugar en la mirada de un cineasta que tuvo al juego presente en tantas de sus magníficas realizaciones.

Un piso que remite a un tablero escaqueado, con forma de damero, es la inicial imagen que se aprecia (en los primeros segundos del film), divisándose como elegante ornamento de un telón que se baja durante una representación que transcurre en un pequeño teatro infantil en el que Alexander acomoda algunas de las figuras que, en su imaginación, habrán de entrar en escena.

Luego, cuando el niño va a presenciar un ensayo de Hamlet, se observan detrás de bambalinas algunas situaciones más vinculadas al presente que al relato de Shakespeare.

Por un lado, se verá al actor, que hace de espectro, es decir la aparición que le sucede al protagonista informándole que es el espíritu de su padre y que su tío Claudio lo asesinó al verter veneno en su oído, recitar una parte de  la Escena V del Acto I, en la que se dice:

Dormía yo una tarde en mi jardín según lo acostumbraba siempre. Tu tío me sorprende en aquella hora de quietud, y trayendo consigo una ampolla de licor venenoso, derrama en mi oído su ponzoñosa destilación...”.

Por el otro, una pareja, menos acomplejada y atormentada, está seduciéndose. Además, en una situación paralela, otros intérpretes, con uno de ellos manteniéndose de pie, pasan el tiempo jugando al ajedrez usando desde ya los ropajes que prescribe la directriz escénica (minuto 55 del film).

Todo ello transcurre antes de que el mentado actor, ese que estaba recitando el referido tramo de Hamlet, quien no era otro que el padre de Fanny y Alexander, iba a tener una descompensación física que lo llevaría a su muerte, tras lo cual se provocarían cambios profundos y en varios sentidos indeseados en la situación familiar.

El fallecido, ya como espectro, es decir asumiendo el mismo personaje que estaba interpretando a la hora de morir, habrá de regresar, presentándose a varios de los circunstantes, en particular a Alexander.

Los niños sufrirán los rigores de su padrastro, que era un clérigo (la misma condición que tuvo el severo padre de Bergman), del que se liberarían, aunque no del todo, ya que el obispo también volverá, tiempo después, y una vez muerto, como otra figura fantasmal.

En este clima, en el que se entremezclan las realidades y las fantasías, resuena la frase final del film pronunciada por la abuela de Fanny y Alexander:

Todo puede ocurrir, todo es posible y verosímil. Tiempo y espacio no existen: sobre una insignificante base de realidad, la imaginación hila y teje nuevos dibujos…”.

Es un parlamento que corresponde a El sueño, una obra de teatro del dramaturgo August Strindberg (1849-1912). Unas  palabras que, podría decirse, reflejan perfectamente el ideario de la cinematografía de Bergman.

El film Fanny och Alexander (Fanny y Alexander), con doblaje al español, puede ser visto en...   

A manera de cierre podemos afirmar que Bergman empleó en su cinematografía, en forma reiterada y relevante, al ajedrez, dotándolo de diversos sentidos metafóricos.

Como hemos visto, lo consideró testigo de las reflexiones personales más íntimas, en Smultronstället (Fresas salvajes o Cuando huye el día); de algunos devaneos no exentos de causticidad, lo que sucedió en Sommarlek (Juventud divino tesoro); de confesiones demandadas en el plano amoroso, tal cual lo sugiere en En passion (Pasión o La pasión de Ana), o del dolor de una hija por los reiterados abandonos de su madre, lo que se evidencia en Höstsonaten (Sonata de otoño).

Otros abordajes con centro en el ajedrez fueron los que se visualizan en Trollflöjten (La flauta mágica), donde los actores principales lo tuvieron como entretenimiento antes de comenzar el segundo acto de la ópera, lo que se reitera en Fanny och Alexander (Fanny y Alexander) con sendos intérpretes de una obra de teatro; y el de haber podido ser testigo de las jocosas, y algo inesperadas -desde la perspectiva de la estética reconocible en el sueco-, situaciones  planteadas en För att inte tala om alla dessa kvinnor (¡Esas mujeres!).

Un uso particularmente central del juego, y que merece una atención especial, está dado en Aus dem Leben der Marionetten (De la vida de las marionetas), film en el ajedrez aparece sobre el final adquiriendo gran protagonismo. Es que, siendo compañero del atormentado personaje principal, a la vez ayuda a comprender la complejidad de la psiquis  de quien, inopinada e inexplicablemente, comete un crimen.

Con todo, como es bien sabido, el momento más relevante y sublime en el que aparece el ajedrez a lo largo de su filmografía, convirtiéndose desde ese momento parte de una relevante iconografía universal que tiene al cine como medio expresivo, se dio al proponer que un caballero medieval pudiera jugar una partida con la muerte, lo que sucedió en Det sjunde inseglet (El Séptimo Sello).

Esa película, a la que Bergman califica de “irregular”, y a la que sin embargo le guarda mucho cariño, ya que la hizo “en condiciones muy primitivas con una gran movilización de vitalidad y entusiasmo”, remite a su propia infancia, a poco que se recuerde la imagen evocativa que había visto cuando niño en la que esos mismos rivales, el caballero medieval y la Muerte, estaban en un mural pintado en una iglesia que visitó junto a su padre.    

Bergman, con esta creación, le reconoce al ajedrez su intenso sentido metafísico, abonando además esa tesis, sostenida entre otros por el periodista español Gregorio Belinchón quien, muy apropiadamente, asegura que el sueco se encargó de filmar el alma humana.

Esta clase de imágenes nos recuerdan los vínculos de los juegos de protoajedrez orientales, esos que le sirvieron de sustento y de fuente de inspiración, con planos superiores. Por ejemplo, la relación del chaturanga indio con los mandalas, con los que quizás se procure disolver las diferencias entre lo humano y lo divino. O las teorías que emparentan al xiang-qi chino con el I Ching, el libro de los sortilegios, donde se refleja perfectamente  la dualidad entre el Yin y el Yang (el Cielo y la Tierra).

Un sentido metafísico del Bergman de El séptimo sello que nos remite, especialmente, al momento crucial en el que, los simples mortales, en la antigua civilización egipcia, eran presentados jugando al senet, un juego que es un antecedente de todos los que sobrevendrían. En esas condiciones los mortales debían enfrentarse  a Osiris, el dios funerario y juzgador de las almas, en el preciso momento del paso a la ultratumba, en una precisa analogía de las imágenes del cineasta sueco que confrontan, a la hora final, al caballero y a la Muerte.

En estos terrenos metafísicos transitados por Bergman, con la poderosa fuerza de imágenes y diálogos que resultan desafiantes y conmovedores, el ajedrez, en su calidad de metáfora, adquiere una fuerza muy especial y de profunda simbología a la hora de reflexionarse sobre las cosas últimas, habida cuenta de que el juego puede reflejar de forma perfecta, como muy pocas otras cosas en la vida, la lucha agonal y definitiva en la que nos embarcamos en la vida.

Por esa razón, y más allá de una imperecedera filmografía integral que, por múltiples razones, es de imprescindible relectura, el cineasta sueco, ese que siempre expresó que su idea era, más que procurar reflejar “la verdadera naturaleza de la condición humana, la forma en que a él le hubiera gustado que fuera”, quedará por siempre asociado al más misterioso, influyente y ancestral de los entretenimientos que supo alguna vez crear la Humanidad.

En sus prodigiosas manos, y bajo su esencial mirada, el juego habrá de adquirir una decisiva y definitiva fuerza dramática.

A partir de lo hecho por Bergman teniendo como eje al  ajedrez, fundamentalmente por esas inolvidables escenas que aparecen en El séptimo sello, aunque también por las que surgen a lo largo de su obra cinematográfica más integral (como procuramos evidenciar en el presente trabajo), podremos conservar en nuestras retinas, y también en nuestras memorias y nuestros corazones, imágenes cautivantes que apelan a un marco reflexivo las que, sin dudas, resultarán por siempre inolvidables.

Imagen de Ingmar Bergman

Fuentes bibliográficas


Sergio Ernesto Negri nació en la ciudad de Buenos Aires, Argentina. Es Maestro FIDE. Desarrolló estudios sobre la relación del ajedrez con la cultura y la historia.

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