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Si hacemos una rápida revisión de nuestro día a día, probablemente constatemos -no sin cierto asombro- que distintas manifestaciones de inteligencia artificial llevan décadas entre nosotros. Esta tecnología desarrolla una cantidad de tareas y trabajo inteligente que, generalmente, no percibimos, pero que contradictoriamente ya no podemos vivir sin ellas.
Por ejemplo, entre las más comunes, tenemos las siguientes: Asistentes de voz, Smartphones, Contenido en redes sociales, Predictivo de Google, Recomendaciones de productos, Atención al cliente, Recomendaciones musicales,
Mapas e indicadores, Automatización del hogar, Filtros de Spam, Autos sin conductor, Reconocimiento facial y motores de Ajedrez, entre muchas otras aplicaciones. En nuestro artículo de hoy, haremos una referencia a la importancia del uso del ajedrez como sustrato de investigación (la Drosophila), en campos de inteligencia artificial y sistemas expertos.
Una de las frases con mayor significado y sentido es “El ajedrez es la Drosophila de la inteligencia artificial” Generalmente ha sido atribuida en 1988 al doctor Herbert Simon, cognitivista y Premio Nobel de Economía (1978), quien señaló que “el impacto del ajedrez en la ciencia cognitiva es solo comparable al de la Drosophila melanogaster (mosca de la fruta) utilizada como caballito de batalla en el campo de la genética”.
El hecho es que Thomas Hunt Morgan, investigador genetista de la Universidad de Columbia galardonado con el Premio Nobel de Fisiología y Medicina en 1933 por “la demostración de que los cromosomas son portadores de los genes”, lo que se conoce como la teoría cromosómica de Sutton y Boveri. Gracias a su trabajo, Drosophila melanogaster se convirtió en uno de los principales organismos modelo en Genética.
Sin embargo, es el doctor John MacCarthy del Departamento de Ciencias de la Computación de la Universidad de Stanford y pionero de la IA, quien nos informa en su trabajo CHESS AS THE DROSOPHILA OF AI (1997), que dicha invención tampoco le pertenece a él.
Por lo que recuerdo, se la debo al difunto Alexander Kronrod, que quizá la utilizó como defensa contra los físicos cuando se quejaron de que utilizaba mucho de su precioso tiempo de ordenador en una simple partida de ajedrez. Esto ocurrió probablemente en 1966, durante el partido telegráfico de un año de duración entre la Universidad de Stanford y el Instituto de Física Teórica y Experimental de Moscú.
De tal manera que es Alexander Kronrod, matemático e informático soviético (conocido por la fórmula de cuadratura de Gauss-Kronrod,1964) quien pondera la relación entre Drosophila y ajedrez en tanto campo de investigación de las ciencias cognitivas; en particular, la IA.
En las conclusiones del trabajo de McCarthy encontramos:
Se puede sacar una gran cantidad de conclusiones sobre el impacto de las cuatro Drosophilas enumeradas. A medida que se desarrolla la investigación, la riqueza de las conclusiones posibles tiene la costumbre de proliferar. Me abstendré de anticiparme, pero, hablando personalmente, espero que los resultados más fructíferos hagan hincapié en las ideas de estimaciones "locales" sobre grupos (Go), de configuraciones (mejores o peores), de bases de datos con conocimientos de sentido común y de distinción de fases en los planes (como en el tratamiento de las posiciones de finales). Algunas combinaciones de éstas, creo, son una base potencialmente fértil para las tan necesarias estrategias globales para resolver un problema general de cualquier tipo.
Más adelante, en 2018, en artículo publicado en la revista “Science” Garry Kasparov, excampeón mundial de ajedrez expuso la misma opinión, que por su importancia el ajedrez es la Drosophila de la investigación cognitiva.
Esto se debe a que el ajedrez es uno de los pocos campos del conocimiento humano que tiene una medida cuantitativa y confiable de habilidad: el sistema de clasificación Elo. Además, es de considerar la ausencia de azar (componente aleatorio nulo), la necesidad de pensamiento heurístico, similitudes con el dominio matemático (dominios isométricos).
Esta caracterización convierte al ajedrez, en un ambiente ideal para estudiar el desempeño de los expertos y la adquisición de habilidades. En este sentido, Sala y Gobet afirman que “de hecho, el estudio de la memoria y percepción de los ajedrecistas ha contribuido significativamente a nuestra comprensión de la experiencia en muchos otros campos, como la música y la programación de ordenadores”.
“El ajedrez como dominio estratégico de la ciencia cognitiva”.
Vale destacar que Nathan Ensmenger es profesor asociado de la Luddy School of Informatics en el departamento de Computación e Ingeniería de la Universidad de Indiana. En 2012 y como investigador de la Escuela de Informática de la Universidad de Texas (en Austin, TX), Ensmenger publicó un estudio titulado “Is chess the drosophila of artificial intelligence? A social history of an algorithm”. En dicho trabajo este autor admite que
Los paralelismos entre el ajedrez y la drosófila son imposibles de ignorar. La historia de la IA, y de las ciencias cognitivas en general, es incomprensible sin hacer referencia a su principal tecnología experimental. La influencia del ajedrez por ordenador en la IA, la ciencia cognitiva y una serie de ciencias de la decisión relacionadas es, por supuesto, de interés inmediato para los historiadores de esas disciplinas. La lección más general que se puede extraer de esta historia es metodológica, no histórica, y es más ampliamente aplicable.
También añade que “La visión más duradera del trabajo sobre la drosophila en la historia de la ciencia ha sido revelar la estrecha relación entre teoría y práctica, entre investigador y sujeto, entre organismo y tecnología”. Adicionalmente, en su primera conclusión considera que “Si, como parecían creer muchos investigadores de la IA, la principal medida de un organismo experimental era su capacidad de producir teoría fundamental, entonces el ajedrez probablemente no era la drosófila de la IA.
Así mismo, que “A pesar de la impresionante productividad de los investigadores del ajedrez por ordenador, la agenda de investigación que éste fomentaba era sencillamente demasiado estrecha para ser sostenible”.
Además, el ajedrez informático -a diferencia de la Drosophila- no pudo reinventarse; careció de esa oportunidad.
“Aunque se intentó introducir variaciones en el juego (cambiando ligeramente las reglas para desalentar los enfoques de fuerza bruta), el ajedrez informático siguió persiguiendo los estrechos objetivos definidos casi únicamente en términos de victorias en torneos y, en consecuencia, dominados por algoritmos de búsqueda de fuerza bruta como el minimax”.
Aunque no es categórico en restar méritos al ajedrez como dominio central de la investigación en IA, con estas afirmaciones, Ensmenger nos sugiere que el ajedrez no puede ser comparado con la Drosophila porque no cumple con estas premisas; agregando que “Es la extraordinaria durabilidad del algoritmo minimax lo que hace que la historia del ajedrez como drosófila de la IA sea relevante e interesante para la historia más amplia de la ciencia y la tecnología”.
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