Frost (1992), considera que el juego es la principal vía de desarrollo de la imaginación, la inteligencia, el lenguaje y las capacidades perceptivas y motrices en bebés y niños pequeños. Igualmente, favorece la solución de problemas, las habilidades conceptuales y el juicio también se desarrollan.
Goleman (1999), considera que la inteligencia emocional es la capacidad que el ser humano tiene para decir las cosas en el momento correcto, de la manera correcta, con la intensidad correcta y en el lugar correcto a las personas correctas.
El ajedrez es una poderosa herramienta para educar y mejorar la inteligencia emocional de quienes lo practican.
Un siglo de inteligencia emocional
Quién originalmente habla en términos de lo que ahora se conoce como “inteligencia emocional” es el psicólogo Edward Thorndike. Hace un siglo, en 1920, había manejado un concepto similar a través de la llamada la "Inteligencia social". Posteriormente, en 1990, Peter Salowey y John D. Mayer crean la expresión "Inteligencia emocional" Cinco años más tarde, Daniel Goleman, psicólogo e investigador estadounidense publicó el libro "Inteligencia emocional". A partir de esa fecha el concepto de Inteligencia Emocional (I.E.), se hizo mundialmente famoso al convertirse en un tema de interés general.
Entonces, se trata de una teoría propuesta por Goleman en 1995 referida al conjunto de habilidades psicológicas que implican el sentimiento, entendimiento, control y modificación de las emociones propias y ajenas. Según esto, una persona emocionalmente inteligente, es aquella capaz de gestionar satisfactoriamente las emociones para lograr resultados positivos en sus relaciones con los demás.
Goleman estima que la inteligencia emocional puede organizarse en cinco capacidades: conocer las emociones y sentimientos propios, reconocerlos, manejarlos, crear la propia motivación, y manejar las relaciones. Este autor considera que la inteligencia emocional es la capacidad que el ser humano tiene para decir las cosas en el momento correcto, de la manera correcta, con la intensidad correcta y en el lugar correcto a las personas correctas.
Siendo así, la Inteligencia Emocional nos ayuda a pensar en las causas que han desencadenado que otros se comporten de un modo que nos hace sentirnos de un modo determinado, en vez de empezar pensando en cómo nos sentimos y a partir de ahí decidir cómo reaccionaremos ante lo que otros digan o hagan.
El juego en el marco de la inteligencia emocional
Esta teoria se apoya sobre cinco elementos: conocer las propias emociones, manejar las emociones, automotivarse, reconocer las emociones de los demás y establecer relaciones.
En relación con estos elementos, la investigación educativa ha corroborado que los mismos están asociados con el juego. En este sentido, el juego es la actividad más importante para el desarrollo de los niños; mediante el mismo ellos relacionan los conocimientos que ya han adquirido con otros nuevos, formando así procesos de aprendizaje individual.
Los niños aprenden a partir de las relaciones con sus compañeros, adultos significativos y el mundo que los rodea. Mediante estas interacciones experimentan una gama completa de sus sentidos y sentimientos, cómo se mueven sus cuerpos a través del espacio y cómo su imaginación puede crear mundos alternativos de existencia.
Los niños se benefician con su participación en juegos; allí la expresión creativa de pensamientos, sentimientos y emociones, así como las exigencias físicas, interactúan en el proceso dinámico del juego. En este sentido, el juego involucra al niño como un todo.
Algunas investigaciones apoyan la idea de que, en los primeros años de la vida, el juego, como medio educativo, es un elemento muy importante porque aporta mucho en el desarrollo cognitivo, social, emocional y en la formación de la personalidad. A través del juego los niños enriquecen su mente, estimulan su fantasía, crean situaciones y les dan solución.
Ajedrez y su cercanía a la inteligencia emocional
Entre los juegos que han ido ganando espacio en las escuelas, está el ajedrez. De hecho, investigadores como Gobet y Campitelli, han verificado una serie de beneficios que aporta el ajedrez al desarrollo, no solo de habilidades intelectuales, sino de las relacionadas con la inteligencia emocional.
En este sentido, Cernuda Lago (2016), psicólogo de la Universidad Rey Juan Carlos, señala, en relación de la inteligencia emocional con la practica del ajedrez, señala que:
- Participar en una partida de ajedrez requiere de un alto grado de control emocional. Un jugador no se puede dejar llevar por la ira o la frustración ante una mala jugada realizada, pues podría no lograr recuperarse y perder la partida. Ante una mala jugada propia, el ajedrecista debe actuar de forma fría para que el oponente no lo perciba y definir una nueva estrategia para superar los errores cometidos.
- El ajedrez ayuda a aprender a controlar sentimientos de frustración ante la derrota y reconvertirlos en motivación para afrontar los próximos retos, superando las incidencias erróneas cometidas.
- A lo largo del desarrollo de una partida de ajedrez y sea cual sea el resultado final, dado que no es un juego de azar, intervienen una serie de destrezas emocionales (euforia, tristeza, irritabilidad, inquietud, etc.) sobre las que es necesario incidir desde el punto de vista educativo.
- Algunas habilidades, que son necesarias para la práctica del ajedrez, se retroalimentan a lo largo de las experiencias del jugador. El ajedrez es, sin duda, una excelente herramienta para educar y mejorar la inteligencia emocional de quienes lo practican.
- En el ajedrez es muy importante comprender la estrategia del oponente e interpretar sus emociones para anticiparse a sus iniciativas y acciones.
Efectivamente, el juego de ajedrez estimula el desarrollo de ciertas habilidades de carácter cognitivo y favorece el pensamiento simbólico; lo cual facilita su acción civilizatoria al contribuir con la integración del individuo a su cultura. Esto implica que el ajedrez promueve el desarrollo e integración social de sus practicantes porque, en tanto juego, es un medio de interacción del individuo con los demás, logrando niveles de integración que pocas actividades pueden alcanzar; con todo lo que ello implica en la construcción del individuo como ser social.
Fuente: “Ajedrez, ciencia cognitiva y educación” (Blanco, U. 2020). Cernuda Lago, A. (2016). El ajedrez y el desarrollo de la inteligencia emocional; Universidad Rey Juan Carlos - España
Al hablar de educación, instrucción o aprendizaje, nos referimos a procesos en los que el estudiante (niño o joven), adquiere conocimientos, habilidades, destrezas, experiencias y conductas para la vida. Esto nos lleva a considerar nuevos abordajes de dichos procesos como el de la Educación Socioemocional.
Según la investigadora Paulina Castro,
“La Educación Socioemocional es un proceso de aprendizaje a través del cual los niños y los adolescentes trabajan e integran en su vida los conceptos, valores, actitudes y habilidades que les permiten comprender y manejar sus emociones, construir una identidad personal, mostrar atención y cuidado hacia los demás, colaborar, establecer relaciones positivas, tomar decisiones responsables y aprender a manejar situaciones retadoras, de manera constructiva y ética”.
Es por lo interesante de esta temática, que queremos presentar un trabajo publicado por la licenciada Paulette Delgado. Delgado es una joven profesional de la comunicación, Especialista de Tendencias Educativas en el Observatorio de Innovación Educativa del Tecnológico de Monterrey, México.
Según esta joven autora “Los estudiantes deben estar tan preparados social y emocionalmente como lo están académicamente, sin embargo, muchas escuelas solo se enfocan en lo último”. Seguidamente mostramos su trabajo.
La importancia de la educación socioemocional
Paulette Delgado
Ante los desafíos que enfrentan los jóvenes hoy en día en materia de salud mental, como el aumento en tasas de ansiedad, depresión, estrés, miedo al fracaso, drogas, violencia, el bullying, medios sociales y un futuro incierto gracias a la automatización, enseñar habilidades sociales y emocionales se ha vuelto cada vez más crucial.
Al incluir el aprendizaje social y emocional (SEL) en su educación, se pueden mejorar las relaciones entre los compañeros de clase y los maestros, reducir el acoso escolar, crear un mejor ambiente de aprendizaje y prepararlos no solo para la universidad sino también para la vida.
Aún así, según un estudio realizado por Collaborative for Academic, Social, and Emotional Learning (CASEL), el 77% de los estudiantes de secundaria considera que, aunque reciben una buena educación académica, no se sienten preparados para la universidad porque hace falta incluir SEL en sus clases.
A pesar de estas señales, en Estados Unidos las escuelas no están haciendo lo suficiente para ayudarlos a desarrollar estas habilidades socioemocionales que deberían integrarse activamente a la par de lo académico.
En el estudio, los encuestados respondieron que participar en actividades deportivas o culturales, hablar con un asesor o mentor, han sido maneras en las que han aprendido sobre sí mismos y a convivir con los demás. Todas estas actividades se realizan fuera del aula y solo el 20% de los encuestados admitió tomar una clase formal de SEL, lo que señala la urgencia de aplicarlo regularmente en el plan de estudios.
Enseñando SEL en el aula
CASEL también desarrolló una pequeña guía con ejemplos de cómo integrar habilidades sociales y emocionales a las clases. La guía menciona ejemplos cómo usar un vocabulario que incluya los sentimientos, actividades donde se identifiquen y utilicen estas palabras, discusiones en grupos pequeños o discusiones sobre cómo y por qué las emociones pueden influir en el comportamiento.
En el caso de clases de literatura, se pueden seleccionar libros donde los estudiantes identifiquen similitudes entre los sentimientos de los personajes y sus vidas, para escribir un ensayo o discutir y reflexionar sobre cómo manejaron esas situaciones y qué opinan de las semejanzas.
También, sugieren incluir diferentes culturas o personajes históricos o de la literatura que resistieron los estereotipos o trabajaron para promover la justicia y la igualdad para todos los individuos para hablar sobre temas como la inclusión.
Enseñar comunicación efectiva al momento de hablar en clase, especialmente si se trata de un debate, también es un momento clave que los docentes pueden aprovechar para enseñar a identificar cómo se sienten los demás al reconocer gestos faciales o lenguaje corporal.
Este tipo de actividades, aunado a discusiones o proyectos que promuevan la reflexión sobre sí mismos y los otros, ayudará a que los alumnos aprendan autoconocimiento y autogestión, conciencia social, habilidades para relacionarse con otros y a tomar decisiones responsablemente.
Cómo integrar SEL en la escuela
Para apoyar a los estudiantes a desarrollar sus habilidades sociales y emocionales dentro del aula, la escuela debe empezar por crear una visión clara de lo que espera lograr al integrar SEL. De ahí, se debe asegurar que los jóvenes sean parte del proceso de toma de decisiones, en especial lo que respecta a la evaluación y su aplicación. Esto ayudará a tomar en cuenta su perspectiva sobre la dinámica social y los desafíos que enfrentan.
Para lograrlo, las escuelas deben capacitarlos, proveyendo un espacio donde puedan compartir sus experiencias y discutan las decisiones que afectarán su desarrollo. Después, reunirlos con maestros y administradores para buscar cómo integrar el aprendizaje socioemocional ayudará a su salud mental y bienestar integral.
Durante esta etapa, las escuelas también deben diversificar el liderazgo y sus oportunidades para ser más inclusivos ya que, en muchos casos, solo se incluye a los alumnos de alto nivel académico, atlético o de liderazgo, en el proceso de toma de decisiones, no aquellos que tienden a ser los más vulnerables.
Además, se debe capacitar a los profesores y administradores e incluirlo dentro de su plan de desarrollo continuo para asegurar que la implementación de SEL en las aulas sea exitosa. Son los docentes quienes deben enfatizar las competencias sociales y emocionales en las instrucciones en el aula, por lo que es esencial ofrecerles desarrollo profesional adicional y oportunidades de aprendizaje continuo.
Por último, se debe promover una agenda de investigación de SEL, asegurando que los estudiantes estén involucrados. Esto ayudará a la formación de los docentes para desarrollar las competencias socioemocionales de los estudiantes. Aunado a esto, la opinión de los alumnos debe seguir siendo parte clave de la creación de herramientas de evaluación válidas ya que su participación garantizará la mejora continua de la recopilación de datos SEL y los informes.
Dado a los desafíos que enfrentan los adolescentes en esta etapa, debe ser primordial para las escuelas escucharlos, reconocer sus desafíos y ayudarlos a desarrollar las habilidades sociales y emocionales que los prepararán no sólo para la universidad o el ambiente laboral, sino también para la vida.
Fuente: Paulette Delgado / Observatorio de Innovación Educativa del Tecnológico de Monterrey, México.
Dr. Uvencio Blanco Hernández
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