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Este mes celebramos con alegría y admiración al gran Vasyl Ivanchuk. Una docena de años más joven que yo, me enfrenté a Ivanchuk unas diez veces a principios y mediados de los noventa y me pareció casi imposible enfrentarlo: terminé con el mismo número de empates que de derrotas. Incluso más que Karpov o Kasparov, sentía que estaba jugando contra «Dios», y un dios caprichoso cuyas jugadas eran casi imposibles de predecir.
Desde la invasión rusa de Ucrania, Ivanchuk, que vive en Leópolis, no puede sino estar profundamente afectado. Ha seguido jugando bastante e incluso ha presentado fascinantes retransmisiones online, pero este mes de marzo su rating se había reducido a solo 2604 puntos, que conservó también a principios de abril.
Pero entre el 9 y el 26 de abril, jugó nada menos que 27 partidas en tres torneos seguidos (obviamente, en ocasiones jugó dos veces al día) sin perder ni un solo encuentro. Ivanchuk terminó segundo igualado en el Abierto de Reikiavik por detrás de Parham Maghdoosloo, primero igualado en el Abierto de Semana Santa en San Vicente y primero en el Abierto de Menorca con un impresionante 8/9.
Con ello, Ivanchuk ha ganado 40 puntos de rating en un mes, y ha vuelto a situarse entre los 100 mejores del mundo con un rating de 2644, lo que le sitúa en el puesto 82º. Es un salto increíble, y estoy ansioso por ver qué hace ahora.
Para las partidas de este mes he elegido un par de las 27, y para recordarnos su prodigioso talento, la hermosa victoria de Ivanchuk contra Kasparov en Linares 1991, que ganó por delante del mismo Kasparov (y también fue uno de mis mejores torneos).
Vasyl Ivanchuk en la Olimpiada de 2024 | Foto: FIDE / Michal Walusza
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