La fiebre del ajedrez, cénit del cine mudo

por Sergio Ernesto Negri
23/02/2021 – En las algo más de tres décadas en las que el cine mudo se convirtió rápidamente en una importante lenguaje cultural y novedoso, en cuyo marco el milenario juego tuvo, como era de esperar, importante acto de presencia, habrá un film que, por su relevancia y tratamiento, debe ser considerado el más importante de todos desde la perspectiva del ajedrez. Artículo por Sergio Negri (Ajedrez Latitud Sur).

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En las algo más de tres décadas en las que el cine mudo se convirtió rápidamente en una importante lenguaje cultural y novedoso, en cuyo marco el milenario juego tuvo, como era de esperar, importante acto de presencia, habrá un film que, por su relevancia y tratamiento, debe ser considerado el más importante de todos desde la perspectiva del ajedrez.

Hablamos desde luego de Shakhmatnaya Goryachka (o más exactamente en idioma ruso Шахматная горячка) conocido en el mundo hispanoparlante como La fiebre del ajedrez, obra que en 1925 viera la luz en la URSS bajo la dirección conjunta de los soviéticos Vsévolod Pudovkin (1893-1953) y Nikolai Shpikovsky (1897-1977), que tiene casi veinte minutos de duración.

La trama del film se desenvuelve teniendo como punto de referencia principal el Torneo de Ajedrez que, en ese mismo año entre el 10 de noviembre y el 8 de diciembre, disputaron en el Hotel Metropol de Moscú veintiún jugadores, uniendo a lo mejor de la élite mundial y local, la que fue organizada por el poderoso líder del ajedrez soviético Nikólai Krylenko (1885-1938)

La prueba fue ganada por el campeón soviético vigente Efim Bogoljubow (1889-1952) quien, de todas maneras, ya residía en Alemania (en la ciudad de Triberg), y ese será su país de residencia y de opción nacional definitiva. Por su lado, segundo en la porfía finalizó el prusiano Emanuel Lasker (1868-1941), el segundo campeón mundial de la historia quien, por su parte, terminará sus días en los EEUU, tras deber emigrar por el avance nazi, habida cuenta de su condición de judío. Y tercero sería el ídolo ajedrecístico de esos tiempos, el cubano José Raúl Capablanca (1888-1942) quien era el titular del mundo.

En las imágenes proyectadas se incluyen numerosas tomas reales de la competencia, asumiendo en el film, a pesar de ser una ficción, un rol muy protagónico (de hecho es la primera persona en ser mostrada), el vigente titular del orbe, el cubano José Raúl Capablanca (1888-1942), quien saldrá tercero en la referida competencia ajedrecística.

Tabla de posiciones del Torneo de Moscú de 1925 | Imagen: via Ajedrez Latitud Sur

Si bien actores protagonizan el film, como situaciones ajedrecísticas resultan muy relevantes, los jugadores pasan a ser vitales en la trama. El foco de atención se lo llevará Capablanca quien, haciendo desde luego de sí mismo, oficia también en calidad de actor y su rol es clave en el desenlace.

Otros ajedrecistas que se verán en pantalla, aunque en papeles menores, son: el norteamericano Frank Marshall (1877-1944); el checo Richard Réti (1889-1929); el mexicano Carlos Torre Repetto (1904-1978); el inglés Frederick Yates (1884-1932) y el austriaco Ernst Grünfeld (1893-1962), entre otros.

El argumento se centra en una pareja de novios que se aprestan a contraer matrimonio mas, el futuro marido, queda atrapado en la fiebre que despertó en la sociedad moscovita la magna competencia (¡hasta, producto de su obsesión, se lo verá vestir prendas ajedrezadas, incluidas sus medias!), con lo que se olvida de sus compromisos.

Para peor, al ser interpelado por su conducta, cuando le pide a su novia perdón por sus reiterados descuidos, comete una nueva torpeza ya que, en ese mismo instante del remordimiento, al arrodillarse ante ella, vuelve a concentrarse en una partida de ajedrez y no en el acto de contrición frente a su amada.

Ya una amiga de esta previamente le había advertido: «Recuerda que el ajedrez es peligroso para la vida familiar». La evolución de los acontecimientos le estaban dándole la razón a la consejera. La joven, furiosa, viendo que el ajedrez se había convertido en el objeto más odioso del mundo, termina por repudiar al que estaba por ser su marido.

Cuando va a buscar consuelo recurriendo a su abuelo, este le sugiere a la frustrada novia calma y, para garantizarla, no tiene mejor idea que regalarle….un libro de ajedrez conteniendo viejos problemas!!! Desesperada, acude a una farmacia, para conseguir un veneno para acabar con su vida, observándose en ese instante a los farmacéuticos muy ocupados…. analizando partidas de ajedrez!!! ¡Fiebre total!

Mientras tanto el caballero, ya compungido, va a un puente donde para desprenderse de algunas pertenencias ajedrecísticas (¡incluidas sus preciadas medias!) y evalúa tirarse él mismo a las aguas. Pero reacciona a tiempo, decidiendo volver con su prometida, contexto en el cual llega a la conclusión de que: «el amor es más fuerte que el ajedrez».

La dama, que se aprestaba por su lado a envenenarse, al tomar el frasco, comprueba que el vendedor, incurso en la «fiebre por el ajedrez», le había dado a ella, debidamente envuelta, en vez del recipiente pedido con la pócima, una pieza del juego por lo que, al menos en este episodio, el ajedrez surge providencial.

En ese contexto aparece el muy elegante y galante Capablanca, quien le dice a la angustiada protagonista que, en compañía de una mujer hermosa, él también podría llegar a odiar el ajedrez. Sin conocer la profesión de su interlocutor, se muestra muy complacida por el hecho de haber hallado a alguien que, así lo supuso (¡y qué equivocada estaba!), también, como ella, odiaba al ajedrez.

Los dos se hacen en esas circunstancias confidentes aunque, tratándose del seductor de Capablanca, podría pensarse que, si la situación se hubiera dado en el plano de la realidad (y no en la ficción de una película), tal vez no necesariamente todo hubiera quedado reducido a ese plano amical. Es sabido que el cubano, así se lo aseguraba, no dejaba en pie ninguna dama, ni dentro ni fuera del tablero.

Al cabo de la situación, la joven decanta por asistir al Torneo, sitio en el que la verá, bastante sorprendido, su novio, quien suponía que ese era el último en donde la podría encontrar.

En esas circunstancias corre fervoroso en busca de su prometida, se abrazan, unidos por su recuperado amor, ahora fortalecido, inesperadamente, por el ajedrez. Para mayor simbolismo en cuanto a que el ajedrez no siempre produce separaciones, se verá al joven que, sobre un diminuto tablero, apoyará el anillo con el que le pide matrimonio a su amada.

La fiebre del ajedrez, película de 1925

Desde el punto de vista de la intertextualidad cultural digamos que esta película tiene una relevancia adicional, ya que influyó marcadamente en el escritor ruso Vladimir Nabókov (1899-1977) a la hora de concebir la novela La Defensa Luzhin, publicada en 1930, trabajo que tiene como eje la vida de un ajedrecista.

Esta otra historia, por su parte, como prueba de que el ajedrez está siempre presente como poderosa fuerza cultural inspiradora, será asimismo llevada a la pantalla grande, en el año 2000, por la neerlandesa Marleen Gorris (nacida en 1948).

Pero, regresando a La fiebre del ajedrez, quedémonos con la constatación de que ese film fue el más relevante de todos, desde la perspectiva del ajedrez, en toda la era del cine mudo.

Y que su mensaje argumental es, de alguna manera perenne, al presentar al ajedrez como fiebre; como pasión; como posible motivo de separaciones amorosas y de disgustos aunque, también, en su gran poder de seducción y en tanto posibilidad de redención…

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Sergio Ernesto Negri nació en la ciudad de Buenos Aires, Argentina. Es Maestro FIDE. Desarrolló estudios sobre la relación del ajedrez con la cultura y la historia.