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Mediante estas interacciones experimentan una gama completa de sus sentidos y sentimientos, cómo se mueven sus cuerpos a través del espacio y cómo su imaginación puede crear mundos alternativos de existencia.
En este sentido, el juego en si implica un proceso de aprendizaje. Es una actividad universal y mediante él, los niños aprenden y se desarrollan de forma continua, lo que se traduce en individuos saludables y bien equilibrados a través del juego. Investigadores como Moore, Goltsman y Iacofano (1992), señalan que “Las oportunidades de juego de buena calidad tienen un impacto significativo en el desarrollo infantil”
Los niños se benefician con su participación en juegos; allí la expresión creativa de pensamientos, sentimientos y emociones, así como las exigencias físicas, interactúan en el proceso dinámico del juego. De esta manera, el juego involucra al niño como un todo.
De hecho, algunas investigaciones apoyan la idea de que, en los primeros años de la vida, el juego, como medio educativo, es un elemento muy importante porque aporta mucho en el desarrollo cognitivo, social, emocional y en la formación de la personalidad. A través del juego los niños enriquecen su mente, estimulan su fantasía, crean situaciones y les dan solución.
Por otra parte han sido muchos los cambios observados en el juego infantil de las últimas seis décadas; cambios de forma, contenido, lugar donde se desarrolla, etc. Por ejemplo, en la mayoría de las grandes ciudades del Occidente, el juego ha pasado de ser casi exclusivamente una actividad al aire libre a una actividad que a menudo se sitúa en el interior de las casas frente a televisores, computadoras, tabletas, teléfonos y otros dispositivos.
Por ejemplo, los maestros han observado que los niños que juegan ajedrez suelen mostrar una mayor autoestima, sufren menos depresión y ansiedad. Así mismo este juego actúa como una terapia no farmacológica, efectiva para reducir el estrés, los trastornos del sueño, la depresión, la ansiedad y otras alteraciones que surgen a lo largo de la vida.
El ajedrez es un antiguo juego de mesa practicado por dos personas sobre un tablero cuadrado de 64 casillas (mitad claras y mitad oscuras); sobre el que se encuentran dos grupos de figuras enfrentados (blancas y negras) y cuyo objetivo es rendir o dar jaque mate al rey contrario.
Por su concepción es un juego de tipo estratégico en el cual cada jugador dispone de 16 figuras desglosadas como sigue: un rey, una dama, dos torres, dos alfiles, dos caballos y ocho peones. Y por su diseño, es un juego secuencial; en el que los jugadores alternan sus movimientos uno después del otro, siempre iniciando las blancas, luego las negras y así sucesivamente.
En tanto juego, el ajedrez es un acto voluntario, desinteresado e intrascendente. Efectivamente, debemos puntualizar que el ajedrez cumple con una serie de características, propias de los juegos; tales como: es una actividad voluntaria, presenta un fin determinado, tiene límites, estimula las habilidades cognitivas, promueve valores, modela el carácter, ejerce una función terapéutica, tiene una función social y evoluciona.
Jugar al ajedrez es una actividad divertida y genera placer como consecuencia de su práctica. Esto implica que el mismo está relacionado con el bienestar psicológico del individuo, por lo que tiende a reducir los riesgos de sufrir algunos problemas de salud, tanto físicos como mentales; como los estados de tensión y ansiedad.
Igualmente, y en relación con el orden interno propio del ajedrez, el mismo está organizado en torno a una serie de acciones que determinan un conjunto de reglas explícitas; lo que genera una realidad distinta de la cotidiana. Así, el juego de ajedrez está regido por leyes, reglas y normas; y se expresa en un momento, contexto y lugar específicos. Mientras se desarrolla, el jugador está regido por ciertas normas diferentes a las cotidianas. El reconocimiento de las normas, contribuye con el desarrollo del autocontrol en sus practicantes; así mismo, el respeto por las normas y objetivos es fundamental para el desarrollo y la integración social.
Por otra parte, una de las características más resaltantes de este juego, y considerando sus amplias aplicaciones pedagógicas, es la relacionada con la estimulación que esta actividad ejerce sobre la expresión de ciertas habilidades cognitivas. Importantes investigaciones sugieren que el juego del ajedrez facilita el desarrollo de habilidades blandas como la imaginación, la creatividad y la capacidad para la planificación y resolución de problemas.
Además, siendo una actividad de carácter estratégico, promueve la capacidad para la planificación y coordinación de acciones estratégicas; lo que a su vez estimula el pensamiento crítico, reflexivo y representativo.
Otro aspecto relevante es que el ajedrez es un juego que estimula el reconocimiento y la apropiación de valores para la vida; una herramienta apropiada para enseñar a todos, pero en particular a los más jóvenes, valores y virtudes como justicia, lealtad, superación, convivencia, respeto, compañerismo, etc.
Precisamente el ajedrez, por su naturaleza lúdica, basada en reglas, normas y principios estrictos, tiene mucho que aportar a la escuela porque contribuye de forma importante con la generación de valores fundamentales como el trabajo en equipo, disciplina, tolerancia, puntualidad y responsabilidad.
En cada civilización y lugar los niños juegan tan pronto como se les presenta la oportunidad, haciéndolo de una manera totalmente natural, deliberada y espontánea. Es parte de sus vidas y quizás una de las pocas cosas en las que pueden decidir por sí mismos.
No hay grupo humano en el cual no exista el juego; observándose que el mismo ha evolucionado, conjuntamente con tales grupos a lo largo de la historia. Es por ello que al igual que todos los demás juegos, el ajedrez ha ido cambiando, transformándose, evolucionando a través del tiempo y de los contextos socioculturales en los cuales se ha manifestado.
Como consecuencia de la accesibilidad del ajedrez y no siendo decisiva la edad, estatura, peso o condición física general, este juego puede ser practicado por invidentes, parapléjicos y otros con acusadas limitaciones físicas.
¿Se acuerda de cómo aprendió a jugar al ajedrez? ¿Tal vez fue de la manera típica, clásica: con el abuelo como profe que nunca perdía la paciencia? ¿O en el club de ajedrez, en uno de esos cursillos dados por un tío algo raro pero a la vez simpático? ¿Quizá fue un autodidacto, que aprendió con la ayuda de un libro de bolsillo? Ahora ChessBase y la renombrada editorial alemana Terzio, especializada en software para niños, acaban de publicar un programa interactivo de enseñanza para aprender y entrenar ajedrez.
El pequeño Fritz (2ª parte) Ajedrez en el Castillo Negro
Después del gran éxito de “El pequeño Fritz – Aprende y entrena ajedrez“, por fin llega la segunda parte de la historia.
En general en los distintos juegos y en particular el ajedrez, no existe discriminación alguna basada en razas, colores, credos, religiones, inclinación política, opinión, género o estrato social; por lo que a los ajedrecistas se les inculca el respeto, reconocimiento y tolerancia por las diferencias entre las personas.
Finalmente, en la Comisión EDU FIDE, destacamos que el juego de ajedrez estimula el desarrollo de ciertas habilidades de carácter cognitivo y favorece el pensamiento simbólico; lo cual facilita su acción civilizatoria al contribuir con la integración del individuo a su cultura. Esto implica que el ajedrez promueve el desarrollo e integración social de sus practicantes porque, en tanto juego, es un medio de interacción del individuo con los demás, logrando niveles de integración que pocas actividades pueden alcanzar; con todo lo que ello implica en la construcción del individuo como ser social.
Fuente: “Ajedrez, patrimonio cultural de la humanidad” (Blanco, U. 2020) “Ajedrez & Educación” (Blanco, U. 2020).