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A la hora de interrogarnos por caso quién fue la primera mujer escritora que, al menos en el mundo occidental, invocó al ajedrez en su obra, hay que reparar en dos nombres de personalidades contemporáneas: el de un personaje ignoto, que trascendió como María de Francia, y el de otra figura, en este caso del todo reconocible, surgida en el extremo oriental del continente, la bizantina Anna Comneno.
La primera, Marie de France tal su nombre en francés, fue una escritora de la que muy poco se conoce. Ni siquiera se saben con precisión sus fechas de natalicio y muerte mas, a pesar del enigma que la rodea, se la valora por su importante obra.
Su identidad se ha deducido a partir de uno de sus trabajos en el que, en lenguaje original, se dice: “me numerai per remembrance / Marie ai nun, si sui de France...”; vale decir: “firmaré para ser recordada: / Mi nombre es María, y soy de Francia...”.
Se han efectuado numerosas especulaciones en torno a esa escritora. Se cree que pudo haber sido una abadesa, y tal vez también una que era además media hermana del rey inglés Enrique II (1133-1189); o que fue la hija de Galerán IV de Meulan (1104-1166), un conde francés que emigró a la isla británica o, incluso, que fue hija del rey inglés Esteban (c. 1092/6-1154) y de Matilde I de Boulogne (1105-1152).
Con todo, lo cierto es que fue la primera poeta en lengua francesa antigua, en dialecto anglo-normando, en la cual produjo, en la segunda mitad del siglo XII (quizás de entre los años 1160 a 1170), la primera colección de fábulas esópicas, una narrativa sobre temas profanos y el Espurgatorie Seint Patriz (Purgatorio sobre San Patricio), una versión traducida y ampliada de un texto latino muy antiguo.
Imagen de un manuscrito de Marie de France de Richard of Verdun, englishare.net, Dominio público
En Eliduc, el último de los doce “lais” (poemas narrativos cortos), que son de su autoría, donde el eje argumental son las andanzas de un caballero de ese nombre, se presenta una escena en la cual se aprecia que:
“El rey había terminado su comida y se había ido a la cámara de su hija para observar cómo un maestro de ajedrez del extranjero la instruía en las complejidades del juego…” (En traducción propia del texto en inglés).
Ese tramo es bien típico de la literatura de amor cortés medieval, donde generalmente los caballeros interactúan con monarcas habiendo casi siempre una figura femenina, en este caso la hija del rey, la princesa Guilliadon, en la que se deposita la esperanza del amor.
En esas condiciones, de manera diversa, el juego de ajedrez podía ser un perfecto pretexto para fortalecer los vínculos entre los enamorados. De hecho, en la prosecución del pasaje indicado, se lo ve a Eliduc, un muy fiel servidor del rey, siendo instado por este en aras de que prospere la relación sentimental entre los jóvenes.
Milun, otro de los trabajos de María de Francia, está inspirado en la historia de un caballero que vive en el sur de Gales, quien se enamora de la hija de un barón, con la que tiene un hijo, mas las circunstancias hacen que se separen. Cuando quiere retomar el contacto con su amada, ella estaba, infelizmente casada. En esas circunstancias le envía un mensaje, a través de un escudero, el que se concreta en el contexto de una situación en la que se aprecia que varios caballeros estaban jugando al ajedrez. Una nueva muestra de que ese pasatiempo era uno de los preferidos en su época.
Por ambos trabajos le corresponde a María de Francia la calidad de ser la primera mujer, al menos en Occidente, en legar escritos en los que existen menciones expresas al ajedrez, estrictamente en el género de ficción, una línea que habrán de emprender con posterioridad muchas de sus colegas.
Adicionalmente hay que hacer una referencia a Guingamor un relato que, en el actual estado de investigación, es concebido como de autoría anónima, aunque en algún momento fue atribuido a María de Francia, cosa que hoy se relativiza.
En esta obra el juego también hace acto de presencia. Aquí se cuenta la historia del sobrino de un rey, natural heredero al trono (por falta de descendencia directa), quien se verá obligado, por principios, a abandonar el reino, para evitar los avances de la reina, quien se enamoró del joven.
Ese flechazo amoroso ocurre cuando el caballero jugaba al ajedrez con un senescal, momento en el que la soberana, más que observar el juego, se dedicó a apreciar la belleza del joven.
El pasaje en cuestión se presenta a esta guisa:
“Al principio Guingamor se levantó y se fue hacia el castillo para buscar consuelo. El senescal lo recibió abrazándolo, hablaron por un tiempo, y luego se sentaron a jugar al ajedrez. Y mientras estaban sentados allí, la reina llegó a la puerta de la cámara en camino a la capilla. Ella era alta, bella y elegante; se detuvo un momento para mirar al caballero jugando al ajedrez, quedándose absolutamente quieta”.
La reina luego se retira, indicándole a una de sus asistentes que vaya a interrumpir la partida de ajedrez del caballero para pedirle que se presente ante ella, oportunidad en la que le declarará su amor. El joven, avergonzado, regresa para proseguir la partida de ajedrez pero, a partir de ese momento, todo cambiaría, y se sucederán los hechos que implicarán su huida del reino para no ser obligado en caer en traiciones e infidelidades.
Como se verá, una vez más el ajedrez es presentado en un argumento clásico de la literatura medieval: es un escenario posible, y a veces deseable (mas no es precisamente este el caso), para favorecer la interacción entre personas y, de ese modo, estrechar los vínculos amorosos.
A fuer de ser del todo exactos, la primera mujer en registrar en un escrito al ajedrez, más no como hiciera María de Francia en un texto ficcional, sino que lo hará en una obra histórica, fue Ana Comneno (1083-1153). La princesa bizantina lo hizo en el marco de La Alexiada, una historia biográfica del reinado de su padre, Alejo I Comneno (1048-1118), que vio la luz en 1148.
En el libro XII de esa vasta obra, titulado “Los conflictos nacionales: Segunda invasión normanda (1105-7)” de esta vasta obra, se constata que su progenitor era muy aficionado al ajedrez (o mejor zatrikion, como se denominó al juego en esa comarca).
En el tramo específico del relato se expone:
“Así pues, estos militares, es decir los Anemas, los de Antíoco y los conjurados con ellos, conspiraban vilmente contra la persona del emperador para llevar a cabo sin dilación, cuando hallaran el momento oportuno, el planeado asesinato del soberano. Más, dado que la providencia no les concedía ninguna oportunidad y el tiempo iba corriendo, por el temor a ser descubiertos creyeron haber encontrado la ocasión que estaban buscando. Como, después de despertarse al alba, con el deseo de evadirse agradablemente en determinados momentos de la amargura y las preocupaciones que lo embargaban, el soberano solía recurrir a alguno de sus parientes para que lo acompañasen en sus partidas de ajedrez (éste es un juego inventado para el ocio de los asirios, y llegado a nosotros desde sus tierras), aquéllos, que habían armado su mano rebelde y albergaban en sus entrañas la intención de asesinarlo, pensaban avanzar hasta la cámara imperial con la excusa de buscar al emperador…”.
Imagen de Ana Comneno, en De antique artist
Ese pasaje alude a un preciso episodio histórico, el de una conspiración encabezada en 1105 por algunos integrantes de una familia aristocrática bizantina, la de los Anemas de mentas, quienes contaron con la complicidad de otros personajes (entre ellos ciudadanos de Antioquía), en cuyo marco pretendían ejecutar al monarca quien, tras haber frustrado el intento, apresó a los involucrados, a quienes de todas maneras perdonó sus vidas, confinándolos en algunos casos a una torre cercana al Palacio de Blanquerna (ubicado en lo que fue Constantinopla) el cual, desde entonces, fue bautizado como la Prisión de Anemas.
Desde el punto de vista ajedrecístico se destaca que el juego, como en tantos otros puntos de Europa, había ingresado decididamente a Bizancio, siendo una práctica muy usual en la corte. Aquí se aprecia cómo es el propio soberano quien, para distraerse, lo practicaba con bastante asiduidad. Aún a pesar de los peligros que podían implicar si se caía en un estado de excesiva distracción.
Se da en ese fragmento otra pista muy sugestiva, aunque sin precisarse datación alguna: el de que serían los asirios los inventores del juego y quiénes lo habrían llevado a la propia Bizancio (desde donde, como se sabe, ulteriormente pudo haber sido difundido al centro europeo y, tal vez, también por el norte de lo que será con el tiempo Italia).
Para el lingüista escocés Duncan Forbes (1798-1868) esa mención era una prueba de que el ajedrez ingresó a Bizancio vía Persia, teniendo en cuenta que Asiria formó parte del imperio sasánida y, como ha sido debidamente documentado, fue precisamente en tiempos de uno de sus soberanos, Cosroes I (501-579), en los que una versión de ajedrez ingresó al país desde un reino indio del este
Pero José Brunet i Bellet (1818-1905) opina exactamente lo contrario sustentándose que, al no decirse Persia, sino Asiria, esa es una muestra, junto a otros elementos que aporta, de que el ajedrez era conocido en Bizancio antes de que en la propia Persia.
El investigador catalán procuró, por todos los medios posibles, establecer el vínculo del ajedrez con Egipto, un pueblo que, siguiendo su hipótesis, se lo habrían proporcionado a los asirios en tiempos muy tempranos. A su juicio esta mención de Comneno contribuye a fortalecer su hipótesis la que, en otros trabajos, hemos discutido en el sentido de que, en el actual estado de investigación, no tiene demasiado asidero.
Es interesante, como dato complementario, destacar que, en tiempos inmediatos posteriores a los de Alejo I Comneno, y pese a la afición del soberano y de la corte bizantina por el ajedrez, se registró uno de los casos de prohibicionismo que tuvieron como objeto al noble juego.
En efecto Juan Zonaras (1074-1130), quien fuera secretario privado de aquel soberano, al convertirse en un monje de la Iglesia Ortodoxa de Oriente formula, hacia el año 1125, una denuncia eclesiástica hacia el ajedrez, en particular porque el juego estaba asociado, aún, al uso de los dados.
Esto era cuestionado desde el Concilio Quinisexto, el que no es reconocido por la Iglesia Católica pero sí por la Ortodoxa, el que fue realizado en Constantinopla en el siglo VII. El canon 50 incluido en él rezaba así:
”A partir de este momento, nadie, clérigo o laico, puede jugar a los dados. Y si se encuentra a alguien de aquí en adelante haciéndolo, si se tratara de un clérigo debe ser depuesto y si fuera un laico será expulsado de la Iglesia”.
Retomando esta malhadada y antigua idea Zonaras, ya en el siglo XII, prescribió:
“Debido a que hay algunos obispos y clérigos que se apartan de la virtud y juegan al ajedrez (zatikrion) o a los dados o beben en exceso, la Regla ordena que tales cesen de hacerlo o sean excluidos; y si un obispo o anciano o diácono o subdiácono o lector o cantante no deja de hacerlo, será expulsado: y si los laicos se entregan al ajedrez y a la embriaguez, serán excluidos ".
María de Francia en ficción, y Ana Comneno en una obra de carácter histórico, fueron escritoras pioneras en sus respectivos géneros en el contexto de la Europa medieval.
Ambas supieron reflejar la existencia y relevancia del ajedrez, un juego que se difundió y adquirió reputación intelectual en geografías tan distantes que van, del extremo oriental continental (Bizancio), hasta territorios ubicados bastante más hacia el oeste (Francia e Inglaterra).
Por ende ambas, quienes produjeron sus trabajos en el siglo XII, se convirtieron en las primeras escritoras en incluir al milenario juego en la literatura. Al menos en lo que respecta al mundo occidental.
María de Francia y Ana Comneno: dos talentosas mujeres que deben, y por siempre, ser reconocidas y valoradas por sus contribuciones primeras a la hora de estudiarse la evolución del vínculo del ajedrez con la cultura.
Fuentes bibliográficas:
El ajedrez. Investigaciones sobre su origen, de José Brunet i Bellet; Editorial Hispano Europea, Barcelona (España), 2005.
Historia del ajedrez (12): El Zatrikion, por Antonio Gude, diciembre de 2016
La Alexiada, de Anna Comneno; en traducción al español de Emilio Díaz Rolando, Universidad de Sevilla, Sevilla (España), 1989.
La Alexiada, de Anna Comnena; Book XII, Fordham University
La Edad Media, II: Catedrales, caballeros y ciudades, coordinado por Umberto Eco, en el que se incluye el trabajo María de Francia, de Giuseppina Brunetti, Fondo de Cultura Económica, México, 2019.
Sobre los orígenes del ajedrez: “En busca del tiempo perdido”, de Sergio Ernesto Negri, septiembre de 2017, en los sitios de ChessBase en español () y Ajedrez con Maestros.
The History of Chess: From the Time of the Early Invention of the Game in India Till the Period of Its Establishment in Western and Central Europe, de Duncan Forbes; W. H. Allen & Company, Londres, 1860
The Lays of Marie de France; en traducción al inglés de David R. Slavitt, AU Press, Athabasca University, Alberta (Canadá), 2013.