Philidor y los intelectuales de su era

por Sergio Ernesto Negri
15/12/2020 – Philidor fue contemporáneo de la Revolución Francesa y, por ende, convivió con el Iluminismo, el movimiento cultural e intelectual que se forjó en su país y en otros territorios europeos, fundamentalmente Inglaterra y Francia, cuyas ideas tendrán gran relevancia en los movimientos independentistas americanos, de norte a sur. Siendo así, y con París como un centro ideológico de la época, particularmente a partir de las tertulias en el célebre Café de la Régence en donde se cultivaba, como en ninguna otra parte del mundo, la afición por el ajedrez, Philidor, el valor más destacado del juego, logró vincularse con los mejores exponentes de un tiempo tan rico en ideas y sueños. Reproducción del artículo por Sergio Ernesto Negri, publicado en el blog Ajedrez Latitud Sur.

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Por supuesto que para ello tenía otro plus: su condición de eximio músico, de gran nivel en tanto compositor y de gran popularidad, que lo hacían codearse con las personalidades que, además del mundo de los pensamientos, quedaban fascinadas por el mundo del arte. Y también del ajedrez.

Uno de los máximos pensadores, Denis Diderot (1713-1784) fue, en efecto, aficionado al juego, habiendo sostenido una amistad con el ajedrecista a quien ayudó a concretar el propósito de editar su icónico libro: el pensador fue una de las personas que aparece en carácter de suscriptor de una edición que terminará por hacerse primeramente en Londres.

Philidor fue, a su vez, tutor musical de la hija del filósofo. Este, en cierto momento, tuvo sus discrepancias con aquel, ya que hubiera preferido que se hubiera concentrado más en la música que en el juego. Por ejemplo, en una carta de 1782 le cuestionó su afición a jugar bajo la modalidad de a ciegas a la que consideraba un “peligroso experimento” ya que, con él, podía “correr el riesgo de volverse loco por cuestiones de vanidad”. Un argumento adicional era que, con esa práctica, ni siquiera obtenía recompensa financiera alguna; lo que no será enteramente cierto ya que, muy por el contrario, gracias a esa práctica hallará recursos que, en los últimos años de su vida, se transformarán en su principal vía de sustento.

Un Diderot algo contrariado, al no resultar convincente en su admonición, le anticipó a su amigo un triste final diciendo que, si seguía prefiriendo el ajedrez por sobre la música, podrían en el futuro llegar a decir de él: “Aquí Philidor, él no es nada más; perdió todo lo que tenía, moviendo pequeñas piezas de madera sobre un tablero”. ¡Cómo se equivocaría en este punto el pensador!

En otro trabajo habremos de profundizar sobre el vínculo entre Diderot y el ajedrez. Por lo pronto adelantemos que en su sátira El sobrino de Rameau, que es de 1761, recorre caminos en los que la música y el ajedrez quedan inextricablemente unidos, tanto como en la vida de Philidor. Por otra parte, en ella se refleja el clima imperante en el Café de la Régence.

Otro filósofo que jugará con Philidor en ese ámbito es el suizo Jean-Jacques Rousseau (1712-1778), otro egregio hombre de la Ilustración. En Las Confesiones, trabajo autobiográfico de 1782, menciona a un genovés, de nombre Bagueret, quien mucho no le simpatizaba, que le ofreció enseñarle ajedrez para, apenas aprenderlo, volverse loco por un juego en el que creía haber registrado un rápido aprendizaje y al que se dedicó durante dos o tres meses, en los cuales estudió partidas de Philidor y el sirio Philipp Stamma (1705-1755) antes de darse cuenta de que estaba muy lejos de ser un habilidoso en un juego que, de todos modos, llegó a obsesionarlo.

Rousseau era un buen músico por lo que, además del ajedrez, en ese otro rubro hallaría otro punto de contacto con Philidor, quien llegó a asistirlo hacia el año 1745, antes de que este se trasladara a los Países Bajos.

También el gran filósofo Voltaire, François-Marie Arouet (1694-1778) fue amigo y protector de Philidor, en una relación que es recreada ficcionalmente en la novela El ocho, de la escritora norteamericana Katherine Neville (nacida en 1945).

Evidentemente, el músico y ajedrecista era admirado por todos los grandes referentes de la Ilustración Francesa. Y también por algunos otros exponentes no tan meritorios de la época, como el sanguinario Maximilien Robespierre (1758-1794) quien llegó a ser un obstáculo para que Philidor volviera a su país ya que, estando radicado en Londres, se lo tildó de traidor a su país.

El norteamericano Benjamin Franklin (1706-1790), en su carácter de diplomático viviendo en cierto tiempo en París, se allegó al Café de la Régence para conocer a Philidor. Ello aconteció en 1781 a fin de que le autografiara un ejemplar de su ya, para ese tiempo, célebre libro. El inventor norteamericano, en su pasión ajedrecística, no quiso privarse de ese momento y, ya sabemos, cinco años más tarde dejará como legado su ensayo On the morals of chess, tema al que nos referimos en una nota dedicada al, entre otras tantas cosas, inventor del pararrayos.

La fama de Philidor ha trascendido el tiempo y el espacio. En la lejana, respecto de su lugar de origen, Argentina, y ya instalados en el siglo XXI, existe en la localidad de Morón, en la provincia de Buenos Aires, una entidad que lleva su nombre, la que fue creada en enero de 1998 con un ideario que une al juego con actividades artísticas (música, pintura, letras).

Además de torneos y clases, allí existe una escuela dedicada a niños y jóvenes por lo que constituye  un ámbito en el que la cultura, la educación y el ajedrez fluyen. De ese modo Philidor termina siendo, no sólo el nombre que lleva el sitio, sino una poderosa fuente de inspiración.

Cuando el norteamericano Paul Morphy (1837-1884) visite el Café de la Régence en su famosa gira europea, al elevar su mirada hacia las alturas habrá de advertir que, en una de las esquinas , aparecía una imagen que precisamente recordaba al gran Philidor.

Ambos tuvieron muchos puntos de contacto. Fueron mentes privilegiadas. Supieron combinar perfectamente las capacidades de memoria y de imaginación. Amaron el ajedrez y la música. Fueron los mejores referentes en el juego, y con mucho margen, respecto de sus contemporáneos. Y se adelantaron a su tiempo impulsando una técnica que era incomprensiblemente, para otros, de avanzada. Morphy y Philidor, por siempre, forman parte del panteón de las figuras más representativas que vez alguna pudo haber dado el milenario y asombroso ajedrez.

Adicionalmente el francés, a diferencia del norteamericano (más introspectivo y menos sociable), en su calidad de mente brillante y de inquietudes culturales más amplias y del todo destacadas, supo en su tiempo vincularse con los pensadores más elevados de un tiempo que provocaría profundos cambios.

Una Edad, la Moderna, dejará su paso a otra, la Contemporánea. Y Philidor, con su concepto elevado y anticipatorio de la forma en que se debía afrontar el juego, supo edificar las bases de un ajedrez que, en el próximo siglo, el XIX, habrá de ir adquiriendo renovadas formas y un protagonismo impar.

SEGUNDO ACTO:

WILLIAM SHAKESPEARE, QUIEN POSÓ SU MIRADA EN EL AJEDREZ EN LA TEMPESTAD 

El 1° de noviembre de 1611, en el Palacio de Whitehall de Londres, en presencia del rey Jacobo I de Inglaterra (1566-1625), se representa por vez primera The Tempest (La Tempestad), una obra de teatro en cinco actos, escrita en verso y prosa, que será una de las últimas que conformen la prodigiosa y prolífica obra de William Shakespeare (1564-1616).

Su argumento se centra en la figura de Próspero, el duque legítimo de Milán, quien había sido expulsado de su posición por su hermano Antonio. Desterrado junto a su hija Miranda, estando en una isla desierta, usa sus dotes para los encantamientos, logrando atraerlo con el fin de vengarse.

En la embarcación en la que venía el objeto de la venganza estaban otras personas, entre ellas Alonso, el rey de Nápoles, y su hijo Fernando, quien al desembarcar en la isla se enamorará de Miranda.

En principio Próspero los perseguirá a todos, y encarcelará, mas, al cabo de los sucesos, terminará por perdonar a su hermano y aceptar el casamiento de los jóvenes.

Este será el único trabajo en el que Shakespeare aluda específicamente al ajedrez, lo que sucederá en un parlamento que es presentado bajo el título “PRÓSPERO descubre a FERDINAND  y MIRANDA jugando al ajedrez”, en donde se dice:

“MIRANDA (M): Dulce señor, me engañas.

FERNANDO (F): No, mi amor, no lo haría por nada del mundo.

M: Sí, lo harías para obtener  una veintena de reinos, más yo lo llamaría juego limpio.

ALONSO (A): Si esto es otra ilusión de la isla, a un hijo amado perderé dos veces

(…)

A: ¿Quién es la doncella con la que jugabas? Ni tres horas hará desde que la conoces. ¿Es ella la diosa que nos ha separado y ahora nos vuelve a unir?

F: Señor, ella es mortal, pero por la inmortal Providencia, ella es mía. La elegí cuando no podía pedirle consejo a mi padre. Es hija del famoso Duque de Milán (…)”.

Vemos que Shakespeare utiliza aquí al juego de una forma que era muy usual en su tiempo, es decir, en el contexto del encuentro de enamorados, en una relación que podía fortalecerse a la vera del tablero escaqueado y, eventualmente prosperar, lo que sucede en el presente caso.

Por otro lado, sabido es que, desde la Edad Media, el ajedrez se convirtió en un pasatiempo muy popular, tanto en la península italiana (lugar en el que transcurre la acción), como en Inglaterra (en donde surge el relato). Era proverbial que lo practicaran entonces en las cortes por lo que, esa partida entre Ferdinando y Miranda, es del todo apropiada, en el contexto social en el que se desenvolvían esos personajes.

Si bien puede ser una exageración pensar que Shakespeare lo tuviera particularmente en cuenta, no habría que dejar de indicar que en el sur de Italia, y Nápoles, de donde proviene el rey del relato es de allí, era uno de los centros ajedrecísticos de ese tiempo. De hecho en esa ciudad fallecería el siciliano (siracusano para más datos) Paolo Boi (1528-1598), uno de los máximos jugadores de su tiempo.

Por lo demás, cabría resaltar una situación que de alguna manera  podría considerarse paradojal, si se considera lo que sucede dentro del tablero: la partida se presenta en tanto símbolo de reconciliación cuando, lo prototípico, es que sea la imagen de una disputa por la supremacía entre dos reinos enfrentados.

El 3 de marzo de 1592 se representa la primera parte de Enrique VI (luego vendrían dos más), la que se cree que Shakespeare hizo en colaboración con Thomas Nashe (1567-1601) un año antes (aunque algunos se la adjudican en forma íntegra y otros dicen que su participación en la escritura fue marginal), basada en la historia de ese rey que vivió entre los años 1421 y 1471, habiendo asumido el trono con nueve meses de vida (se le adjudicó desde luego un regente), el que mantuvo hasta 1461. También, por un corto tiempo, fue rey de Francia, perdiendo crecientemente sus posesiones allí. Su impopularidad fue creciente: en su mandato se verificó la Guerra de las Dos Rosas justificándose, entre otros motivos, en los ataques de locura que padecía un rey que terminará por  ser destronado, encarcelado en la Torre de Londres y asesinado. En el drama respectivo se ha creído que la mención a un compañero de batallas (warlike mate) en el Acto 1, Escena II,1 podría ser una alusión al juego aunque, probablemente, es una interpretación un tanto forzada.

Siguiendo con esa perspectiva que puede forzar para el lado del ajedrez expresiones que en rigor pudieron tener otra intención (aunque la polisemia es la base de la buena poesía y del buen teatro), cuando en The Comedy of Errors, una obra primeramente representada el 28 de diciembre de 1594, se introduce un diálogo diciendo “Not mad, but mated” el cual, más que aludirse a una batalla en el campo del ajedrez (como infiere Winter), podría entenderse que mated remite, ambiguamente, y a la vez, a las ideas de derrumbado y casado.

En  King John (El rey Juan), publicada originalmente en 1623, sobre la vida de Juan I de Inglaterra (Juan sin Tierra, 1166-1216), el que fue escrito en 1597, cuando, en el parágrafo 123, Eleonora, la reina madre viuda del rey Enrique II (1133-1189), acusando a la duquesa Constanza (1161-1201) de pretender que su hijo Arthur se convirtiera en rey, le dice:

“Out, insolent! thy bastard shall be king, / That thou mayst be a queen, and check a world”.

“(Fuera, insolente! tu bastardo será rey, / para que seas una reina, y controles un mundo)”.

Es posible, pero entendemos que de nuevo exagerado, que extendamos el concepto de control del mundo a la idea de darle jaque, sabiendo que la expresión check es aplicable para ambas situaciones. Tampoco es muy convincente la probable alusión ajedrecística en el siguiente parágrafo ya que los peones no necesariamente son trebejos (también son trabajadores de la sociedad real).

“To lie like pawns lock´d up in chests and trunks” (línea 141), es decir: “Acostarse como peones encerrados en cofres y baúles”.

Pawns y Check son expresiones del ajedrez pero, mucho más, del lenguaje coloquial aplicado a situaciones de otro orden. Que algunas de ellas hayan pasado del plano del ajedrez al de la cotidianidad, o viceversa, no debe significar que el poeta y dramaturgo hubiera tenido en mente al juego cuando hace tantas alusiones a esas expresiones.

Lo propio ocurre con todas las posiciones jerárquicas en las cortes, en las que hay reyes (Kings), reinas (Queens), caballeros (Knights), forma en que se denomina a la pieza del caballo en la tradición anglosajona, y obispos (Bishops). Y, por cierto, las fortificaciones que procedían de tiempos medievales no eran otras que las torres (Rooks). Pero entender que cuando Shakespeare, en su vasta obra, usa esas expresiones está pensando en el juego del ajedrez, constituye un gran equívoco y, desde luego, toda una exageración. Aunque, en un sentido profundo, no lo es tanto, a poco de considerar su alto valor metafórico y de representación ya que ningún otro juego reflejó tan bien a la sociedad medieval como el ajedrez.

Hay que conformarse con aquella referencia específica del gran escritor de lengua inglesa, esa hecha en La tempestad, que es del todo concreta y, a su modo, esencial. Y al decir esto, vemos que así como Lope de Vega en la península ibérica, Shakespeare, junto a Thomas Middleton, quien protagonizará el siguiente Acto de este trabajo, fue un escritor pionero en incluir al ajedrez en la dramaturgia.

Hay muchísimos trabajos que decantan por establecer vínculos, generalmente forzando las interpretaciones, entre Shakespeare y el ajedrez. Edward Winter, con su clásica puntillosidad, apunta varios de ellos.

También su compatriota Bill Wall incursionó en ese campo.

El vínculo que desde ya es muy estrecho entre Shakespeare y el juego, es el hecho de que el gran jugador Howard Staunton (1810-1874), a quien en muchas miradas se lo consideró el mejor ajedrecista de la década del 40 del siglo XIX, hizo notorios estudios basados en la figura del escritor, a punto tal de que fue el responsable de una edición anotada de tres volúmenes de sus obras, que dio a luz entre los años 1858 y 1860.

Ese tiempo es coincidente con la visita del norteamericano Paul Morphy (1837-1884) a Europa, oportunidad en la que desafió al inglés a un match cuyo convite fue rechazado, utilizándose como uno de los principales argumentos que Staunton estaba embarcado en otras tareas de mayor relevancia.

Por cierto, hay que admitir que este trabajo sobre Shakespeare desde luego que tenía ese carácter de perentorio y esencial, a poco de alejarnos de una visión estrictamente ajedrecística. Habitualmente circunscriptos a esa perspectiva limitada al mundo escaqueado, se suele cuestionar a Staunton por esta defección, aunque hubo otros condimentos para la decisión. El mundo del ajedrez quedará frustrado por la imposibilidad de registrarse un enfrentamiento entre el mejor del Nuevo Mundo y al que se consideraba el mejor del Viejo.

Como conclusión hay que decir que Shakespeare, además de su incorporación en La Tempestad, con lo que fue uno de los pioneros en incluir al juego en la dramaturgia mundial, quedó aún más asociado definitivamente al juego por ese extraordinario trabajo de estudio de su obra que hizo Staunton, uno de los mejores ajedrecistas de la historia.

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Sergio Ernesto Negri nació en la ciudad de Buenos Aires, Argentina. Es Maestro FIDE. Desarrolló estudios sobre la relación del ajedrez con la cultura y la historia.

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