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Si alguna contienda hubo ésta pertenece ya al pasado. Los días (y noches) de lucha no volverán. ¿Por qué? Porque actualmente las piezas que representan a estos personajes sobre el tablero son parte de la colección privada de ajedrez más grande de la región: la Colección Hrisuk.
En realidad, decir que es tan solo una colección de ajedrez no hace más que empequeñecer esta descomunal recopilación conformada por más de 10.000 piezas históricas de todo tipo. Documentos soberanos, imágenes franciscanas, sables, bayonetas y fusiles muertos, uniformes, obras de arte invaluables, campanas que tañen en silencio, tratados internacionales, libros olvidados. Visitar este lugar es recorrer parte de nuestro pasado.
Santos. Obra de Zenón Páez.
Varias imágenes cristianas custodian los pasillos
Santos. Obra de Zenón Páez
San Isidro Labrador. Obra de autor desconocido. Siglo XVIII. Época Franciscana.
En la actualidad este museo privado tiene sus puertas cerradas al público. Pero no por mucho tiempo. Su propietario, don Eduardo Hrisuk, ha ordenado el inventario de las incontables piezas y su posterior reacomodación. Los lienzos se exhibirán en una pinacoteca mientras que los demás objetos permanecerán en el salón general. Debo agradecer a la hija del dueño, Rosana, quien gentilmente me permitió el ingreso e hizo de guía durante mi visita.
Lo que he ido a buscar no es otra cosa que las decenas de juegos de ajedrez que son parte de esta colección. Los hay de casi todos los países de américa latina. Algunos son históricos y otras son piezas de colección. Los hay de mármol, marfil, bronce, madera; los que contienen whisky en su interior y los que no. En fin, les invito a conocer algunas de estas singulares Piezas de Museo.
Alonso Quijano junto a Aldonza Lorenzo
¿Los nombres de la foto anterior no te suenan conocidos? Entonces viendo esta singular torre sabrás en quién está inspirado este hermoso juego.
El bando blanco completo.
Las fotos de arriba muestran un hermoso juego inspirado en la singular historia del «Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha». Las piezas fueron un obsequio para el General Alfredo Stroessner, Presidente de la República entre 1954 y 1989. Se desconoce el autor de la obra. De hecho, el rey no es otro que Alonso Quijano (don Quijote) y la reina Aldonza Lorenzo (Dulcinea del Toboso). El caballo está representado por Rocinante (el corcel de don Quijote) y la torre por el ya célebre molino. El peón no es otro más que el bueno de Sancho Panza, escudero y compañero de aventuras del caballero. El alfil es una incógnita -por lo menos para mí.
El juego descrito en el primer párrafo de este artículo (imagen de portada) es obra de Zenón Páez. Las piezas están inspiradas en la Guerra de la Triple Alianza. Las blancas representan al conductor del ejército paraguayo (López) junto a sus leales y las negras a los líderes de los países invasores: Brasil (Pedro II), Argentina (Belgrano) y Uruguay (Flores). Cada pieza está tallada a mano, así también la hermosa mesa-tablero sobre la que descansan. En la página oficial del artista este trabajo se incluye en la sección «Primeras Obras».
El rey de Castilla, Fernando de Aragón. ¿Te imaginás quién representa el alfil?
El ejército europeo.
La reina Anacaona observa al ejército enemigo.
Las fotos anteriores muestran un juego de ajedrez en conmemoración de los 500 años del descubrimiento de América. Esta obra es un obsequio de la República de Cuba. Los personajes representados son los protagonistas de la historia americana. De un lado se observa al Rey de Castilla, Fernando de Aragón junto a la Reina Isabel I «la Católica». El alfil personifica a un joven Cristóbal Colón mientras que los corceles están montados por conquistadores españoles. Del otro lado del tablero se yergue el Emperador azteca Moctezuma y a su lado la Reina de origen taíno Anacaona (Flor de Oro). Los alfiles están representados por generales aztecas exhibiendo plumas de quetzal, un ave centroamericana. Quetzalcoetl (la serpiente emplumada) es uno de los dioses aztecas. Los peones que resguardan a Moctezuma y Anacaona son guerreros Incas.
La Colección Hrisuk alberga varios juegos de ajedrez tallados en marfil. Muchos son de origen chino y los detalles son sencillamente encantadores: los emperadores junto a sus emperatrices vistiendo las ropas tradicionales, los monjes y sus castillos, los peones representados por artesanos, labradores, músicos y guerreros. Un tablero en particular exhibe cada escaque pintado con un motivo diferente, haciendo de este una verdadera obra de arte. Otros juegos en marfil son más clásicos (sin formas humanas o animales) y al observarlos se aprecia la perfección plena de las manos del artista que los talló. Algunos tableros están adornados con incrustaciones de marfil y la suavidad de la superficie invita al jugador.
Piezas talladas en marfil.
Figuras chinas.
Cada escaque exhibe un motivo diferente de la cultura china.
Piezas clásicas talladas en marfil.
Tablero con incrustaciones de marfil.
Varios juegos son obsequios de diferentes naciones a la República del Paraguay mientras que otros son presentes de agrupaciones diversas como el de la «Juventud Agraria Argentina» (1970): un tablero con sus respectivas piezas hecho netamente en bronce. Cada elemento de este juego reluce maravillosamente sobre una superficie delicada. El peso de los reyes solo incrementa las ansias de atreverse a disputar una partida con semejante joya. También hay muchos juegos hechos en mármol. Los hay de varios tipos y diseños diferentes; y así como arriba vimos juegos de origen chino, abajo podrás ver alguno de origen ruso. Brasil? Perú? México? Cada país tiene un tablero que lo representa en esta espectacular compilación.
Obsequio de la «Juventud Agraria Argentina». Piezas hechas en bronce.
El tablero reluce tanto como las piezas.
Hay una buena cantidad de tableros hechos en mármol.
Piezas de origen ruso.
Piezas de origen ruso.
La abrumadora cantidad de elementos en este conjunto hacen que uno se desespere. Adonde vaya la mirada hay una caja de madera que resguarda hermosas piezas en su interior. Es imposible verlas todas. Por ahora. De seguro en un tiempo más la colección completa estará exhibida y los amantes del ajedrez podrán deleitarse y a la vez resistir sus impulsos ante estas hermosas figuras. Pero no solo los aficionados al deporte-arte. Repito, con una colección que sobrepasa los 10.000 objetos relacionados con nuestro pasado cada quien habrá de encontrar un deleite específico, un momento único y personal que lo satisfaga.
Antes de despedirme de Rosana, le pregunté cuál era en su parecer la pieza más relevante de la colección. Me llevó ante una especie de maletín de metro y medio de largo. Abrió cuidadosamente la tapa y me permitió observar el laudo arbitral del presidente de los Estados Unidos, Rutherford B. Hayes, de 1878. Un documento añejado por el tiempo pero resguardado correctamente tras un marco de vidrio. Existen solamente tres originales de este hito de nuestra historia. «Los otros dos están perdidos», me dijo. «No», pensé. Porque en verdad no están perdidos sino que están olvidados, como muchas de las reliquias de este país. Probablemente yacen en el sótano obscuro de algún coleccionista mezquino. La energía y el dinero invertido en la recopilación de las piezas de la Colección Hrisuk es incalculable. La devolución a esta inversión es concreta y está al alcance de cada visitante del museo: Gracias.
Fotos e información: Yamil Duba