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Dentro de sus actuaciones destacadas puede mencionarse su triunfo en Montecarlo en 1902 (delante de Harry Pillsbury, Siegbert Tarrasch y Mijaíl Chigorin, entre otros) y otro en Ostende en 1905, anticipándose en esa ocasión a David Janowski, Tarrasch y Carl Schlechter. Este año venció en una prueba en Barmen, quedando a la par de Janowski, y anticipándose a Marshall, Schlechter y Chigorin. Esos fueron sus años dorados.
Su primera actuación rutilante había sido antes en Núremberg, en 1896, al ser segundo de Lasker, quedando relegados Tarrasch, Pillsbury (y con el primer campeón mundial de la historia, Wilhelm Steinitz, arribando a un pálido sexto lugar).
En Paris en 1900, al registrarse el triunfo de Lasker siendo segundo Pillsbury; el húngaro igualó la tercera colocación, junto a Marshall. Y en ese último año del siglo XIX Maróczy había ganado el torneo de Múnich (ex aequo con Pillsbury y Schlechter).
Larga lista de resultados destacados en el historial de Maróczy: segundo en Montecarlo en 1903, detrás de Tarrasch, y triunfo allí mismo en el hexagonal de 1904, dejando retrasado a Schlechter; asimismo escolta, ahora de Akiba Rubinstein, en el gran torneo de Carlsbad de 1907 donde jugaron, entre tantos otros, Marshall, Aron Nimzovitsch, Schlechter, Chigorin, Janowski y Savielly Tartakower. A propósito de esos nombres es dable decir, que en 1931, durante el torneo de Bled, Maróczy desafió a un duelo con pistola a Nimzovitsch una confrontación que, por suerte, en definitiva no se concretó.
En el ínterin fue segundo en la muy exigente prueba de Ostende en 1906, victoria de Schlechter, en una lid en la que estuvieron, entre tantos otros, Rubinstein, Marshall, Chigorin, Joseph Blackburne y Janowski. Pero para 1908 Maróczy prácticamente abandona las competencias deportivas para concentrase en sus actividades laborales; aunque volverá al tablero en años próximos (por ejemplo en 1911 en San Sebastián donde cumplió un discreto papel: undécimo/duodécimo entre quince participantes.
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Su derrotero personal lo llevó a los Países Bajos, los EE. UU. e Inglaterra por unos siete años, buscando mejores condiciones de vida, después de que finalizara la Primera Guerra Mundial. En el primero de esos sitios tendrá en su momento un alumno de lujo: Maw Euwe, futuro campeón mundial (aficionado y absoluto), a quien secundará como analista (con un Maróczy ya sexagenario) en 1935, cuando el holandés obtenga la corona ante Alexandre Alekhine. Tras aquella recorrida de años previos, volverá a su país (será campeón nacional por primera y única vez en 1932), al que comenzará a representar en pruebas colectivas.
Fue por ende en Londres en 1927 parte del equipo húngaro que se consagró como el primer equipo nacional campeón en Olimpíadas; en lo personal, con su excelente 75% de los puntos, pero sin medalla, porque en ese momento se entregaban apenas tres considerando la actuación de todos los participantes y Maróczy fue el cuarto mejor resultado global, finalizando invicto con seis triunfos y seis empates..
En 1930 y 1933 encabezó el equipo de su país natal, siendo medalla de plata en la Olimpíada de Hamburgo en el primer caso e igualando el tercer puesto en Folkestone en la otra oportunidad, junto a las delegaciones de Suecia (predominó en el desempate) y Polonia. En la Olimpíada oficiosa de Múnich en 1936 (la organizada por el nazismo sin reconocimiento de la FIDE), Hungría salió campeón: Maróczy encabezó el equipo, con dos triunfos, una derrota y ocho empates.
La Segunda Guerra Mundial fue otro golpe a su derrotero de vida. El hambre golpeó sus puertas y debió refugiarse una y otra vez en reductos habilitados a esos fins, ante el temor de ataques aéreos en el marco del conflicto. A su fin quiso emigrar, pese a su avanzada edad, a los Países Bajos o a los EE. UU., junto a su esposa, mas no podrán lograr ese propósito (aunque brevemente jugará algún torneo en Holanda en ese periodo ya postrero de su existencia).
Cuando en 1950 la FIDE dio los primeros títulos de GM de la historia, Maróczy fue uno de los integrantes de tan prestigiosa como corta lista. Al año siguiente, con ese reconocimiento a cuestas, cerrará su ciclo vital en Budapest.
El ajedrecista fue, asimismo, ingeniero y profesor de matemáticas. Y maestro en el juego de la gran Vera Menchik en Inglaterra, en donde el húngaro en cierto momento como se dijo antes se radicó, a quien condujo como lideresa entre las mujeres y catapultó al ajedrez magistral absoluto.
Su estilo sólido dio como legado la Formación (Muro, Anillo, Lazo, Ligadura) Maróczy, una estructura de posición que es todo un clásico de la técnica ajedrecística, en particular como herramienta en la Defensa Siciliana.
Para EDO HISTORICAL CHESS RATINGS, Maróczy estuvo permanentemente en posiciones elevadas en el ranking mundial en el periodo 1894/1930, teniendo como punto más alto el hecho de ser el N° 2 del mundo en los años 1902, 1904, 1905 y 1906.
Para CHESSMETRICS Maróczy llegó a la cima mundial durante treinta meses en periodos intermitentes, entre octubre 1904 y marzo de 1907. En el listado que hace este sistema de mediciones para un periodo de tres años, el húngaro está en la posición 11 en toda la historia, con una puntuación superior a la de varios excampeones mundiales, como Wilhelm Steinitz, Vasili Smyslov, Tigrán Petrosián, Mijaíl Tal, Boris Spaski y Max Euwe.
En l libro The Rating of Chessplayers, el propio Arpad Elo le asigna a Maróczy un ranking promedio para cinco años de 2.620 puntos, apenas inferior al de algunos excampeones mundiales (Spaski tiene 2.630 y Tal 2.620, por caso).
Géza Maróczy no llegó a ser campeón mundial, pero fue parte de la élite en buena parte de los años en los que tuvo al ajedrez como el centro de sus ocupaciones. Estuvo a punto de desafiar al titular del orbe en su mejor época, fue N° 1 en mediciones no oficiales durante muchos meses y siempre fue un rival de temer. Llevó a su país, asimismo, a la consagración olímpica.
Para consuelo de alguien que estuvo a solo un paso de ser el mejor, le abrió el camino a dos campeones mundiales que recibieron sus enseñanzas: la mítica Vera Menchik y el buen holandés Max Euwe. Maróczy, entonces, por su propia trayectoria, y como numen de otros, dejó su huella en la historia del ajedrez.
En 1985 fue protagonista (¿sin saberlo?) de un hecho insólito, Maróczy, que tenía más de treinta años de fallecido, ¡jugó! una partida con Víktor Korchnói, lo que se hizo gracias a la intervención de un médium. El ajedrecista vivo venció en ese encuentro que vio al húngaro desarrollar sus habilidades desde la ultratumba. Este, muy amablemente, al cabo del encuentro le deseó a su rival éxitos en sus futuros compromisos ajedrecísticos. Un auténtico caballero, en todo tiempo y lugar.
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