El simbolismo del ajedrez en la lucha entre el bien y el mal (I)

por Uvencio Blanco Hernández
29/01/2025 – El ajedrez ha trascendido su papel de simple juego para convertirse en una metáfora filosófica de la lucha entre el bien y el mal. Desde su origen en la India hasta su desarrollo en la Europa medieval, ha simbolizado conflictos espirituales, estrategias de vida y dilemas morales. En este análisis, exploramos cómo el tablero representa el equilibrio cósmico, cómo cada pieza encarna un arquetipo y cómo esta milenaria disciplina sigue reflejando las batallas internas y éticas de la humanidad en distintas tradiciones y culturas. | Imagen: Jugando ajedrez con el diablo (1898), Frederich A. Moritz Retzsch

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El simbolismo del ajedrez ha sido objeto de reflexión a lo largo de la historia, representando una lucha arquetípica entre el bien y el mal. Este juego, con sus orígenes en la India y su evolución a través de Persia y el mundo árabe, se ha convertido en un microcosmos que refleja la dualidad inherente a la condición humana.

Una reflexión necesaria

Desde joven he tenido la percepción —compartida— de que la humanidad parece estar inmersa en una lucha constante entre poderes antagónicos que representan el bien y el mal. Y también, que la misma debe matizarse desde una perspectiva filosófica y teológica.

Con el tiempo aprendimos que la lucha entre el bien y el mal es una constante en la historia humana, profundamente arraigada en las tradiciones religiosas y espirituales. Por ejemplo, en el cristianismo, esta lucha se entiende como una consecuencia del pecado original, que introduce el mal en el mundo y coloca a cada individuo en un campo de batalla espiritual. Así, San Agustín hablaba de la “civitas Dei” (Ciudad de Dios) y la “civitas terrena” (Ciudad Terrena) como dos fuerzas opuestas en permanente tensión.

Sin embargo, la percepción de que esta lucha se intensifica en tiempos recientes puede estar influida por factores socioculturales. Los avances tecnológicos, como las redes sociales, han amplificado la visibilidad del mal -conflictos, injusticias, corrupción- creando la impresión de que vivimos en un estado continuo de caos. Al mismo tiempo, también se da mayor visibilidad a actos de bondad y solidaridad, lo que refuerza la dualidad de esta narrativa.

Desde una perspectiva teológica, el bien y el mal no son entidades equilibradas en lucha eterna. Según la fe cristiana, el bien, representado por Dios, es supremo y el mal es una privación del bien, no una fuerza igual. Esta visión se traduce en una esperanza teologal: aunque la lucha sea real y a menudo angustiante, la victoria final del bien es asegurada por la providencia divina.

Una percepción, acelerada por las guerras provocadas por acciones como la de Rusia al invadir Ucrania, Hamás atacando Israel, narcos en su lucha por mercados y territorios y muchas otras alrededor del mundo. Conjuntamente con la devastación provocadas por terremotos, inundaciones y vulcanismo, productos de la crisis climática, refleja una sensibilidad —también compartida con muchos otros— hacia las tensiones éticas y espirituales de nuestro tiempo.

La teología no niega la lucha, pero la sitúa en un marco de esperanza, recordándonos que, aunque el mal parezca prevalecer, la bondad, sostenida por la gracia divina, tiene la última palabra.

Es por ello y por la naturaleza propia del ajedrez y su capacidad para ejercer como metáfora filosófica, que he considerado recopilar e interpretar información relativa a la lucha entre estos polos opuestos desde la perspectiva de esta disciplina. Entendiendo que el ajedrez, más allá de ser un juego, se ha ido cargando de simbolismo desde su creación, representando el conflicto entre el bien y el mal. Este simbolismo ha evolucionado en distintas culturas y tradiciones religiosas, consolidándose como una metáfora universal de las luchas espirituales y morales de la humanidad.

Una metáfora filosófica es una figura retórica que utiliza un elemento concreto, como el ajedrez, para representar conceptos abstractos de la filosofía, como el conflicto entre el bien y el mal. En la Edad Media, las metáforas filosóficas, incluyendo las relacionadas con el ajedrez, fueron utilizadas para transmitir enseñanzas morales y conceptos metafísicos de manera accesible para la sociedad de la época. (Biblioteca de Filosofía del Mundo, 2024)

Orígenes y carga simbólica

Generalmente se considera que el ajedrez tiene sus raíces en el “chaturanga”, un juego indio del siglo VI que representaba el enfrentamiento entre ejércitos. Desde sus inicios, las piezas personificaban roles humanos y valores asociados con las virtudes (bien) y los vicios (mal). Con la expansión del juego a Persia, y luego a Europa, el ajedrez adquirió una dimensión más espiritual, en parte debido a las influencias de la tradición zoroástrica, que enfatizaba la dualidad entre la luz y la oscuridad.

El ajedrez en la teología medieval

Durante la Edad Media, el ajedrez fue reinterpretado bajo el marco del cristianismo. Los teólogos medievales vieron en el tablero una representación de la vida humana como un campo de batalla espiritual. San Pedro Damián y otros escritores monásticos consideraron el juego una herramienta para reflexionar sobre el libre albedrío y la inevitabilidad de la muerte, simbolizada por el jaque mate.

El tablero, con sus casillas alternadas en blanco y negro, representaba el equilibrio cósmico entre fuerzas opuestas: el bien y el mal, la luz y la oscuridad, la virtud y el pecado. Cada pieza se asociaba con virtudes cristianas (el rey como Dios, la reina como la Iglesia, los peones como la humanidad) o con desafíos morales (los ataques de caballos y torres como las tentaciones del diablo).

El simbolismo en la literatura y el arte

El ajedrez aparece frecuentemente en la literatura medieval como una alegoría moral. En el texto “De ludo scacchorum” (El juego de ajedrez), de Jacobus de Cessolis, el juego se utiliza como una parábola para enseñar virtudes cristianas y responsabilidades sociales. Este tratado influyó en las enseñanzas eclesiásticas y la representación del ajedrez en el arte, donde el tablero y las piezas encarnaban la lucha entre el orden divino y las fuerzas del caos.

En obras renacentistas, como “La Divina Comedia” de Dante, el ajedrez es un símbolo de la providencia divina, mientras que en la iconografía gótica, los jugadores de ajedrez a menudo eran mostrados enfrentando a la Muerte, destacando la inevitabilidad del juicio final.

Ajedrez y el dualismo universal

En el islam medieval, filósofos como Avicena y Al-Farabi interpretaron el ajedrez como una metáfora del conflicto entre el nafs (el alma inferior) y el ruh (el espíritu divino). En este contexto, el juego simbolizaba el esfuerzo del ser humano por alcanzar la perfección moral y superar las pasiones terrenales.

El simbolismo del ajedrez también está presente en tradiciones esotéricas, como la alquimia y el hermetismo, donde el tablero simboliza la piedra filosofal y el proceso de purificación del alma.

Modernidad y reflexiones contemporáneas

En el mundo moderno, el ajedrez sigue siendo una metáfora del enfrentamiento entre el bien y el mal en la literatura y el cine, desde “El Séptimo Sello” de Ingmar Bergman hasta historias de ciencia ficción y fantasía. Este simbolismo trasciende las tradiciones religiosas, conectándose con el conflicto interno del ser humano entre sus impulsos más oscuros y su aspiración hacia la virtud.

Visto así, el ajedrez, como juego y símbolo, permanece como un recordatorio atemporal de las batallas éticas y espirituales que definen la existencia humana.

El tablero como representación del cosmos

El tablero de ajedrez, dividido en 64 casillas, puede interpretarse como un mandala que simboliza el universo y la lucha entre fuerzas opuestas. Cada color de las piezas --blanco y negro- representa conceptos duales como la luz y la oscuridad, el bien y el mal, sugiriendo que cada partida es una batalla cósmica donde se enfrentan estos principios fundamentales. La disposición de las piezas en dos bandos también enfatiza esta dicotomía, reflejando la eterna confrontación entre fuerzas antagónicas.

Ajedrez, metáforas

Tomada de: Biblioteca de Filosofía del Mundo. El Juego de Ajedrez: Metáforas Filosóficas y Estrategia en la Edad Media.

Las piezas como arquetipos

Cada pieza del ajedrez posee un simbolismo particular que contribuye a esta narrativa de lucha. Por ejemplo:

El Rey

Representa la autoridad divina y la protección, simbolizando el poder supremo que debe ser defendido.

La Reina o Dama

Encarna la sabiduría y la razón, actuando como consejera del Rey, lo que sugiere que el conocimiento es crucial en la lucha contra el mal.

Las Torres

Simbolizan fuerza y resistencia, protegiendo los valores morales y las tradiciones.

Los Caballos

Representan valentía y determinación, reflejando la búsqueda de la verdad.

Los Alfiles: Con su movimiento diagonal, conectan lo divino con lo humano, simbolizando fe y esperanza.

Este conjunto de piezas no solo refleja diferentes virtudes, sino que también ilustra cómo cada individuo tiene un papel vital en la lucha entre el bien y el mal. La promoción del peón a reina es un símbolo poderoso de transformación y progreso social, destacando que incluso los más humildes pueden alcanzar grandes alturas.

Por cierto:

El diseño que utilizamos actualmente de las piezas, fue hecho por el inglés Nathaniel Cook, quién lo registró en el registro de patentes y marcas el 1 de marzo de 1849, bajo el nombre de ajedrez Staunton en homenaje al famoso jugador inglés Howard Staunton, (1810-1874) quien era el mejor jugador de la época. (José Pécora, 2023)

La lucha espiritual

Aquí llegamos al núcleo de esta nota. El ajedrez no es solo un juego físico; es una representación de una batalla espiritual. La estrategia necesaria para jugar refleja las decisiones morales que enfrentamos en la vida. Cada movimiento puede ser visto como una elección ética que impacta el resultado final. Así, los jugadores deben considerar no solo sus objetivos inmediatos, sino también las implicaciones más amplias de sus acciones.

De nuevo, el ajedrez se convierte en una metáfora de la lucha espiritual interna. Los jugadores deben enfrentar sus propias debilidades y tentaciones mientras buscan proteger su rey, lo que simboliza la búsqueda de armonía y verdad en medio de las distracciones y conflictos del mundo exterior. Esta dinámica resuena con conceptos teológicos donde cada partida es un reflejo de las batallas espirituales que enfrentamos a lo largo de nuestras vidas.

Relaciones del simbolismo del ajedrez con la filosofía oriental

El simbolismo del ajedrez se entrelaza profundamente con la filosofía oriental, donde se considera no solo un juego, sino una representación de conceptos espirituales y cósmicos. A continuación, exploramos las principales conexiones entre el ajedrez y la filosofía oriental.

El tablero como mandala

Desde una perspectiva oriental, el tablero de ajedrez puede verse como un mandala, un símbolo que representa el universo y la búsqueda de la unidad a través de la dualidad. En esta visión, las 64 casillas del tablero simbolizan el mundo material y las luchas entre opuestos que se desarrollan en él.

Cada casilla del tablero es un espacio donde se desarrollan interacciones significativas entre las piezas, reflejando cómo cada acción tiene repercusiones en el todo. Esta visión holística es central en muchas tradiciones orientales, donde se busca entender cómo las partes contribuyen al conjunto.

La estructura del mandala se divide en tres partes: el centro (lo sagrado), el área de oposiciones (las luchas entre fuerzas opuestas) y el círculo que representa la totalidad. Este simbolismo sugiere que el ajedrez es un microcosmos donde se manifiestan las tensiones entre fuerzas como el bien y el mal.

El ajedrez se inicia en la dualidad y busca la unidad. Ésta se simboliza en múltiples oposiciones. El tablero, cuadrado, contiene 64 casillas o escaques (del árabe issáh y éste del persa sha: rey, relacionándose con «jaque» y «chess»). Estos escaques forman la base material y representan el mundo ajeno al perímetro del mandala desde donde se inicia el camino del shariyah de cada musulmán rumbo a la unidad con Allah. De modo que en el tablero se representan las oposiciones satánicas a esa unidad. (Horacio Ramírez, 2023)

Dualidad y equilibrio

En la filosofía oriental, especialmente en conceptos como el Yin-Yang, la dualidad es fundamental. El ajedrez, con sus piezas blancas y negras, simboliza esta dualidad, donde cada color representa fuerzas opuestas que, sin embargo, son interdependientes.

La lucha en el tablero refleja la necesidad de encontrar un equilibrio entre estas fuerzas, lo que es esencial para alcanzar la unidad. Este principio se manifiesta en el juego, donde cada movimiento debe considerar tanto el ataque como la defensa, enfatizando que el conflicto puede llevar a una mayor comprensión y armonía. Esta dualidad también se relaciona con la concepción de que la vida está compuesta por fuerzas en constante lucha, donde cada acción tiene consecuencias, similar al concepto del Karma en la filosofía hindú.

Estrategia y sabiduría

En la tradición oriental, jugar al ajedrez no es solo una cuestión de estrategia, sino también de sabiduría. Cada movimiento implica decisiones que pueden llevar a resultados tanto positivos como negativos, reflejando la idea de que nuestras elecciones en la vida tienen repercusiones. Este aspecto resuena con la noción de que el verdadero conocimiento proviene de entender las interacciones entre las fuerzas opuestas y cómo estas pueden ser armonizadas.

Continuará


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Uvencio Blanco Hernández, Venezuela. Comisión Ajedrez y Educación FIDE. Escritor, Investigador, Conferencista, Árbitro Internacional, Organizador Internacional, Entrenador, Profesor de Ajedrez ECU y Lead School Instructor FIDE.
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