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Más allá del ajedrez, la metafísica
Siete mexicanos han recibido de la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE), el pergamino de Gran Maestro de Ajedrez (GM); el máximo título al que puede aspirar un cultor de este antiguo juego. Marcel Sosiega, Gilberto Hernández, Juan Carlos Obregón, Juan Carlos González, Manuel León Hoyos, Luis Ibarra Chami y, el primero de todos: Carlos Jesús Torre Repetto; quien lo recibiera en 1977, justo un año antes de morir.
Reconocido por la mayoría como el mejor ajedrecista de la historia deportiva mexicana; de hecho, por su estilo y no por sus triunfos, hubo quienes le consideraban uno de los mejores ajedrecistas del del mundo.
“La virtud de los grandes maestros es el esfuerzo a conciencia. El esfuerzo a conciencia y el conocimiento caminan paralelamente... Obrar a conciencia, ser sincero, querer, eso es desarrollo”.
Carlos Torre Repetto
Ocurrió que a los 21 años había abandonado la práctica magistral con el objetivo de tratarse un desorden de su sistema nervioso, que día a día fue limitando sus posibilidades para vivir en sociedad.
Otros opinan que el joven Torre Repetto abandonó las competencias para estudiar metafísica. En todo caso, un proceso y una lucha que le condujeron a la dura soledad de los centros siquiátricos.
“Hoy, a pesar de que muchos clubes de ajedrez de México llevan su nombre, el maestro no recibe atención alguna. Solo, en el asilo, se dedica al estudio de la filosofía y la psicología. Le disgustan los temas banales y centra su conversación en metafísica, los asuntos espirituales, los problemas filosóficos y el ajedrez. Su trato es cortés, ceremonioso a veces, y al hablar busca las palabras precisas para expresarse.”
Carlos Cámara Patrón
A lo largo de la historia del ajedrez encontramos que varios de sus más altos representantes, parecen evocar la figura del héroe trágico; situación propia de la filosofía griega clásica. En ese sentido, Aristóteles consideraba que,
“El héroe de una tragedia debe evocar un sentimiento de pena o temor dentro del espectador. En esencia, el enfoque del héroe no debe ser en base a la pérdida de su prosperidad, sino que establece que la pena es una emoción que debe ser provocada cuando, a través de sus acciones, el personaje recibe una desgracia inmerecida, mientras que la emoción del miedo debe sentirse por parte del espectador cuando contemplan que tal desgracia podría posiblemente suceder en situaciones similares”.
Es precisamente, este tipo de sensaciones, las experimentadas cuando entramos en contacto con la vida de ajedrecistas de la talla de Morphy, Stenitz, Torre y el propio Fischer, entre otros grandes.
Una emoción que nos genera pena, por las vicisitudes y limitaciones que estos gladiadores del tablero han debido enfrentar en sociedades no siempre dispuestas a contribuir para la superación de tales adversidades.
Mencionamos a Carlos Torre Repetto, ajedrecista mexicano quien, a muy temprana edad, debió retirarse de la práctica del ajedrez magistral por razones aun no confirmadas.
Varias hipótesis han surgido al respecto; desde el maltrato físico y psicológico recibido por la policía local y los organizadores de un torneo celebrado en los EE.UU., pasando por la necesidad de apoyar a un familiar cercano en la atención de uno de sus negocios, el rompimiento de una relación amorosa, la aparición de una misteriosa enfermedad mental e inclusive, él mismo mencionó que se debió a dificultades económicas que, en el corto plazo, le limitaron significativamente su vida social y profesional.
Un talento del ajedrez cuyo cambio de fortuna pasó de lo bueno a lo malo; esto es, un cambio negativo en su estado de salud mental y emocional que le alejo definitivamente de la práctica del ajedrez y de las grandes posibilidades que su talento presagiaba.
Carlos Jesús Torre Repetto nació en la hermosa ciudad de Mérida, Yucatán al sur de México el 29 de noviembre de 1904. Hijo de José Egidio Torre Solís y de María Concepción Virginia Repetto Torre, creció en el seno de una familia yucateca de firmes principios religiosos y fuerte dedicación al trabajo productivo.
Aprendió los rudimentos del juego a temprana edad de cinco años, de la mano de su padre y de sus hermanos. A los doce años, en 1916, se mudó con su familia la ciudad de Nueva Orleans, Missouri - Estados Unidos.
Allí, se convirtió en discípulo de Edwin Ziegler Adams, un conocido ajedrecista, entonces vicepresidente del New Orleans Chess, Checkers and Whist Club.
Pronto comenzó a participar en sus primeros escarceos con jugadores de mayor nivel técnico. A los trece ya podía observarse su crecimiento técnico, hecho que le permitió ser considerado uno de los mejores ajedrecistas de una ciudad con importante tradición ajedrecística. Precisamente la ciudad de Paul Murphy, otro héroe trágico poseído por un talento y fuerza de juego sobrenatural.
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