ChessBase 16 - Mega package Edition 2022
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"¡He encontrado uno!", se oyó la voz de una niña, rompiendo el silencio. "Ah, ¡y si ahí hay otro! ¡Abuelo! ¿Dónde estás? ¡Ven a ver eso!". Al no recibir respuesta, la niña de cinco años bajó corriendo las escaleras al encuentro del abuelo, que estaba en el garaje. Un hombre de unos sesenta años trabajaba allí arreglando una antigua bicicleta de la marca "Aist". "¡Abuelo! ¡He encontrado dos mates!" exclamó la niña entusiasmada. "Muy bien, continúa, hay unos 30 más." "¿Cómo que 30 más, abuelo? Me aburro, ven salgamos a pasear por el campo. Podríamos coger arándanos o quizá flores para la abuela." "Cariño, la bici no está aún lista, ten un poco de paciencia. Miraremos juntos todos esos mates luego, te lo prometo". "Vale...", la pequeña volvió a subir para sentarse nuevamente frente al pequeño tablero de ajedrez de madera cuyas piezas había sido talladas por su abuelo.
"¡Irina, ven aquí, mi niña!, he preparado una infusión de menta". "¡Muchas gracias, abuela!" "Mientras la tomamos miraremos los pájaros de todo tipo que hay en este libro "Abuela... Iré al colegio el año que viene y además ahora estoy ocupada. El abuelo y yo tenemos una misión secreta". La niña se marchó de prisa, con la infusión de menta en la mano.
Irina Bulmaga con sus abuelos
Este es el comienzo de una historia de amor. Mi historia de amor por el ajedrez.
Un año después, en un sótano repleto de tableros de ajedrez, la misma niña tomaba un caldo. Su abuelo, sentado a su lado, miraba con atención en torno a sí los retratos de los campeones del mundo de ajedrez, cuyas fotografías estaban pegadas en las paredes. "¿Y qué tal te ha ido hoy en la escuela, cariño?" "Hm, saqué tres dieces en ajedrez y otro diez en inglés. ¡Ah, qué rico está el caldo! Mñamñam. "Tu abuela lo preparó esta mañana y me rogó que te trajera un plato. "¿Me vendrá a buscar mamá tras la clase de ajedrez?" "Sí, tu madre y tu padre vendrán a las tres, después del trabajo, cuando hayas terminado la clase ". "¡Bien!" Les contaré lo de los dieces a ellos también ¿Quieres jugar una partida?" "Primero tómate el caldo, ya jugaremos en casa". Otros niños entraron en el sótano y se sentaron frente a un tablero mural. La niña perdió todo interés por la sopa y tomó asiento también y guiñándole un ojo susurró: "Abuelo, va a empezar la clase, díle a la abuela que me he tomado toda la sopa".
Unos meses más tarde, una mujer intentaba animar a su hija que estaba llorando. "¡Vámonos, mamá ¡Venga!", decía la niña, tirando del abrigo de su madre impacientemente. "Habrá que quedarse a la entrega de premios, cariño. Vas a recibir un premio". "¿Pero qué clase de premio? Si he hecho un punto en nueve partidas, he la última, no hay premio por eso", comentó la niña sollozando. "Has sido la participante más joven y, para ser tu primer torneo, lo has hecho muy bien. Venga, nos quedamos. Te darán un diploma y unas chocolatinas". La niña miró iracunda a su madre y respondió: "Vámonos ya, ahora mismo ¡La próxima vez ganaré este estúpido torneo!" Fue decirlo y pisar una "mina" de perro. "¡Vaya! ¿Lo has hecho a propósito? ¡Irina! ¡Mírate! Estás toda sucia ahora y esto huele fatal". "Pues, entonces nos vamos a casa para limpiarme". No hubo manera de hacer que se quedarse. La niña dejó los zapatos y la ropa sucia en el vestíbulo y fue corriendo a por su abuelo. "Ven, vamos a dar un paseo juntos. ¡Por favor!" El abuelo intercambió una mirada con la madre. Ella elevó la mirada y soltó un suspiro. El abuelo y la niña paseaban juntos y en silencio a lo largo del bulevar, ella tomó la mano del abuelo escondiendo en ella su manita. "¡Por favor, cuéntame una historia abuelo!" Unas horas más tarde, cuando regresaron a casa, la niña había recuperado la sonrisa.
Irina Bulmaga con su abuelo
Pasaron los meses con la misma rutina de la jarra de caldo en el sótano. Un día, cuando el abuelo la fue a buscar tras la clase, la niña dijo: "Abuelo, sabes, hoy el profesor me ha preguntado que cómo le daría mate con dos caballos y rey a un rey solitario. Lo he intentado, pero no lo he conseguido. Me dijo que lo volviese a intentar, pero, ni idea de cómo hacerlo. Al final me explicó que aquello eran tablas y que la razón por la que no conseguía darle jaque mate era porque es imposible ¡Has visto!" "Sí, cariño. Hay situaciones en las que no basta desear algo, porque las cosas no siempre dependen de nuestra fuerza de voluntad". "¿Significa eso que si deseo ser Campeona Nacional, no dependerá de mí fuerza de voluntad?" "No, no necesariamente. Si continúas con el entrenamiento, ¡estoy seguro de que llegarás a ser campeona!" "Quizá podríamos analizar ese final de dos caballos durante un rato más y ver si encontramos alguna manera de ganar". "Bajemos del trolebús dos paradas antes y así hacemos el resto del trayecto andando". "Tu madre no estará muy contenta si llegamos tarde, tienes que hacer los deberes". "¡Abuelo, por favor! Podríamos decirle que se estropeó el trolebús".
Al llegar a casa, la niña tiró sus cosas al suelo en el vestíbulo y fue corriendo a la cocina. "¡Mamá, ya estamos aquí!" "¿Por qué habéis tardado tanto?" "Es que se estropeó el trolebús y tuvimos que venir andando", comentó la niña, mirando al abuelo con cara de no haber roto nunca un plato. "Vale. Lávate las manos y ven a comer. Después tienes que hacer los deberes y mañana empieza otro torneo de ajedrez, yo tengo que irme por la mañana temprano, tu padre te llevará al torneo después del colegio. Me gustaría ir pero no va a poder ser, tendré que trabajar hasta más tarde". "No te preocupes mamá. Sé que las cosas no dependen siempre de nuestra voluntad". El viejo miró a su hija y ambos intercambiaron una sonrisa.
Pasión por el ajedrez
A la mañana siguiente la despertó su padre: "Irina, el desayuno está preparado". "¡Voy, papá! ¿Pero, podrías antes hacerme las trenzas, por favor? Tengo que estar guapa cuando recoja la medalla". "Cariño, tu madre se marchó al trabajo y no sé si seré capaz de hacerte las trenzas". "¡Por favor, papá! ¡Inténtalo al menos!" "Vale". Una hora más tarde, Irina todavía no había desayunado y la comida se había enfriado[SE1] . "Te quiero, papá, ¡muchas gracias por el peinado!", exclamó la niña mirándose contenta al espejo. "¡Apúrate ahora! Si vamos a llegar tarde al colegio". Horas después, su padre la iba a buscar a la puerta del colegio, ella le estaba esperando, con el pelo suelto al viento. "¿Qué ha pasado con tu pelo?", la preguntó. "A veces las cosas no dependen de nuestra voluntad, papá", respondió. "Vale, Irina. No tenemos tiempo ahora para volver a hacerte trenzas. Vamos a la sala de juego y a ver si lo podemos arreglar por el camino".
Al llegar al antiguo edificio sede del club de ajedrez, el padre le dijo: "Irina, recuerda que puedes. No importa como lleves el pelo. Hay cosas que no dependen de nosotros o de nuestra voluntad, pero hay otras que sí. Y tú has trabajado muy duro. Simplemente concéntrate bien y ganarás". "Lo sé. Además, tengo zapatos nuevos y no quisiera mancharlos...." "Eh, Irina, ¿qué tiene eso que ver con el torneo? ¿En dónde tienes la cabeza?" Pero la niña corría hacia la entrada y ya no le escuchaba. Transcurridas unas horas, apareció con una amplia y victoriosa sonrisa. "He ganado, papá ¡Me he clasificado para participar en el Campeonato Nacional!" "¡Muy bien! Sabía que podías. Ves, también hay cosas que sí dependen de nosotros". La niña lo abrazó. "Venga, vamos a dentro. Está a punto de empezar la entrega de premios".
Irina Bulmaga de joven
De vuelta a casa, los abuelos los esperaban con una cena muy buena. "Abuelo, he ganado. ¡Ahora podré participar en el Campeonato Nacional el mes que viene!" "Salgamos a pasear después de la cena. Me gustaría que me contases más historias de las tuyas". "¡Bien por mi niña! Sí, luego daremos un paseo. Pero primero, ¡a comer!"
Irina Bulmaga con su abuelo
Han transcurrido desde entonces muchos meses, muchos años, gané el Campeonato Nacional y también algunos campeonatos internacionales. El ajedrez se ha convertido en mi profesión y solo puedo estar muy agradecida a mi familia que me ha apoyado tanto en un camino que no siempre ha sido fácil. Da igual cuantas veces he ganado o fallado, siento el amor de los míos y eso es lo único que me importa. Lo que más echo de menos cuando voy a visitarles son los paseos con mi abuelo. Ahora él está paseando en otro mundo, pero aun así sigo sintiendo como su mano aprieta la mía de vez en cuando.
Traducción al castellano: Nadja Wittmann (ChessBase)
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