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Por Sergio Ernesto Negri
Inglaterra toma el control del panorama mundial con Howard Staunton, ajedrecista y a la vez erudito en la vida y obra de Shakespeare.
En el inglés Howard Staunton advertimos un origen algo incierto y ciertamente oscuro, junto a un desarrollo vital muy luminoso ulterior, quedando al cabo de todo un excelso legado que excedió, y con margen, al estricto campo del ajedrez.
Lo primero que hay que decir es que no hay certeza sobre cuándo vino al mundo. No hay registros natales ni de su fe de bautismo que permitan dilucidar el punto. No obstante, algunas crónicas indican que ello pudo haber sucedido en abril de 1810, en el condado de Westmorland al noroeste de Inglaterra. Su entorno familiar también es vidrioso aunque, se especula, pudo haber sido ilegítimo de Frederick Howard (1748-1825), el quinto conde de Carlisle, quien tuvo diez hijos a los que sí reconociera.
Esa incertidumbre natal llega al extremo de descreerse que el de Howard Staunton fuera efectivamente su nombre original. En esa mirada se concibe que, más probablemente, ello fuera una elección posterior de un personaje en procura de identidad.
Para más, en sus tiempos primeros de juventud, se interpreta que pudo haber tenido una doble vida, incluyendo una relación con una mujer oculta, razón por la cual habría usado otra identidad, que no sería otra que la de William Humphrey Stanton la cual, paradojalmente, pudo haber sido la auténtica original.
Al cabo de todo fue el ajedrez el que puso orden definitivo a este estado de situación ya que, en ese ámbito, es en el que se impone su alias definitivo: el de Howard Staunton. Y así lo será por siempre y para la posteridad.
Howard Staunton | ChessBase PlayerDatabase
Lo cierto es que para 1836 se lo ubica en Londres viéndoselo concurrir, como uno de sus ámbitos preferidos, al club The Divan donde se practicaba el juego y lo aprendió el futuro campeón. Dos años más tarde disputa unos matches en el Old Westminster Chess Club siendo vencido por el capitán galés William Davies Evans (1790-1872) y por el alemán Aaron Alexandre (c. 1765/8-1850).
En 1840, mientras progresa en el mundo de los escaques, es designado Secretario del Westminster Chess Club y tiene una columna sobre ajedrez en el New Court Gazette. Por otra parte Staunton dirigió, desde 1841 y hasta 1854, el Chess Player’s Chronicle, la primera revista especializada en ajedrez en aparecer en Inglaterra, y la segunda del mundo después de la francesa Le Palamède, que surgió en 1836 con Louis-Charles Mahé de La Bourdonnais (1795-1840) como uno de sus directores.
En esta línea de divulgador del juego, que será una de las marcas distintivas de Staunton, continúa su labor desde febrero de 1845, ahora como columnista, en el Illustrated London News, ejerciendo ese rol por 29 años hasta su muerte en 1874.
El inglés será autor de varios libros fundamentales con eje en el ajedrez: en julio de 1847 publica, siempre en Londres, Chess-Player’s Handbook, al que se lo presenta como una popular y científica introducción al ajedrez: se trata de un volumen que tiene más de 500 páginas; y, en 1849, aparecen otros dos textos Chess-Player’s Companion y The chess-player’s text book, otros voluminosos trabajos en donde se incluyen partidas y consejos sobre el juego.
Es sabido que el epicentro ajedrecístico mundial estaba centrado en las ciudades de París y Londres en los comienzos del siglo XIX, con exponentes valiosos a ambos lados del Canal de la Mancha. Pero era Francia la que había venido predominando desde los tiempos de François-André Danican Philidor (1726-1795), que terminó radicado en la capital inglesa, donde moriría; a quien le sucedieron en la primacía Alexandre Deschapelles (1780-1847) y con el mencionado de La Bourdonnais, otro que culminó sus días en Londres donde, en 1839, se consagró como el mejor de todos al vencer, en contienda titánica, al irlandés Alexander McDonnell (1798-1835), quien era considerado el mejor exponente de la isla, sucediendo en esa consideración al escocés John Cochrane (1798-1878).
Con todo, esa prevalencia gala será interpelada primero, y desplazada definitivamente más tarde, justamente cuando sea Staunton, a quien apodaban “el león de Londres”, el que vaya a tomar la posta de ser considerado el mejor de todos, lo que particularmente sucedió cuando termine venciendo en la consideración global a Pierre Saint-Amant (1800-1873), con quien se enfrentó primero en Londres y luego en París.
En el primero, disputado de manera algo informal en el St. George´s Chess Club de la capital inglesa entre el 28 de abril y el 7 de mayo de 1843, se impuso el francés con 3 triunfos (dos consecutivos en la quinta y sexta partida del match, revirtiendo la suerte de su resultado), 2 derrotas y 1 empate, con lo que, en principio, parecía ratificarse la vieja tradición de predominio galo. Como dato complementario valga decir que se apostó una guinea por encuentro.
Pero el inglés se recuperó claramente en el siguiente encuentro, revirtiendo la tendencia bilateral, jugando ahora entre el 14 de noviembre y el 20 de diciembre de ese mismo año en el Café de la Régence de París, obteniendo un claro triunfo con 11 victorias, sufriendo 6 derrotas y alcanzado 4 empates. El vencedor se llevó, en este caso, una bolsa de 2.500 francos equivalente a 100 libras esterlinas. Un dato importante es que esta fue la primera vez en que cada jugador tuvieron asistentes: en el caso del inglés, oficiaron como tales Thomas Wilson Barnes (1825-1874), el ya mencionado Evans y Thomas Herbert Worrall (1807-1878).
Al principio de esta última contienda, en la que como era usual en la época no había control de tiempo, Staunton llegó a estar al frente nada menos que con 7 victorias, 1 empate y sin derrotas. El ganador sería quien obtuviera justamente 11 éxitos. Más adelante, estando a las puertas de ese resultado, el inglés seguía acumulando una gran diferencia ya que contaba con 10 triunfos con 2 empates y sólo sufría 3 caídas. Pero el francés repunta en ese tramo decisivo, ligeramente, mas el inglés termina ganando la porfía con absoluta claridad, por lo que habrá de ser considerado, a partir de ese instante, el mejor jugador de la época.
De esos encuentros quedará una Apertura que habrá de inmortalizarse, la Inglesa (1. c4) y, de alguna manera, con ellos se comenzó a verificar el retroceso del romanticismo, el que luego sin embargo reverdecerá con el alemán Adolf Anderssen (1818-1879). Es que en tiempos previos lo importante era el impacto y la belleza pero no la exactitud: era un nuevo tiempo que requería un estilo de juego basado en el cálculo más preciso y exacto y en el que imperara cierta actitud cautelosa no proclive a los sacrificios deslumbrantes. Era el tiempo de una modernidad que remite a la Revolución Industrial, esa que tuvo como punto focal precisamente a Inglaterra. Eficiencia en las fábricas y, también, en las nuevas partidas de ajedrez. Era el tiempo de Staunton.
En octubre de 1844 Staunton retorna a París para hacer la revancha del anterior match, mas se suspende al enfermar de neumonía.
Continuando con sus éxitos, el inglés ratificará esa condición de preeminencia europea al vencer en 1846 en sendos matches a los alemanes (residentes en Inglaterra) Bernhardt Horwitz (1807-1885) y Daniel Harrwitz, por 15½ a 8½ y 12½ a 9½, respectivamente. Y hay que destacar que, en ambos casos, en muchas de las partidas Staunton concedió ventaja de un peón.
Estando en el pináculo de su carrera ajedrecística Staunton organiza, en el contexto de la pionera Gran Exposición Mundial, celebratoria de ese entusiasta modernismo premencionado, el que será el primer campeonato internacional de la historia moderna. Se disputará en el mes de mayo de 1851 en Londres donde, desde luego, el mejor exponente local esperaba consagrarse como el ganador ratificando su presumible liderazgo.
Pero las cosas no saldrían como lo esperaba la afición inglesa y el principal responsable del evento ya que será el alemán Anderssen quien se alce con el triunfo. Como se jugaba por el sistema de eliminación directa, se lo verá al teutón vencer a Staunton, algo sorpresivamente, en la semifinal, por el contundente resultado de 4 a 1.
El inglés, tras esta defección, desafió a su vencedor a un match de 21 partidas, apostando para ello una bolsa de 100 libras esterlinas. Pero Anderssen debió volver a su país para afrontar sus compromisos como docente en matemáticas por lo que nunca esa revancha tuvo lugar. Por lo pronto, en 1852 el inglés habrá de publicar The Chess Tournament dando detalles de la fundacional competencia ajedrecística de Londres en la que debió recibir una importante lección de humildad y de realismo de sus fuerzas que creía insuperables.
Si ya Anderssen había planteado límites al predominio incontrovertible de Staunton de los años 40, para peor asomará en el horizonte una nueva figura, la del norteamericano Paul Morphy ((1837-1884), a quien el inglés se niega a enfrentar cuando este realice, entre los años 1858 y 1859, una gira europea la que, precisamente, tenía como principal objetivo enfrentar a los que se consideraba los mejores jugadores a ambos lados del Océano Atlántico.
Pero si por sus contundentes triunfos no cabía duda que Morphy era el mejor del otro lado del Océano Atlántico, ya para los años 50 que Staunton lo fuera, en lo que respecta a Europa, podría ser puesto en duda y relativizado. Por ejemplo ya Anderssen lo había superado en 1851, y los alemanes tenían en Tassilo von Heydebrand und der Lasa (1818-1899) otro ajedrecista de fuste, quien no pudo estar aquella vez en Londres por su rol de diplomático cuando se lo consideraba el mejor exponente de su país, por encima precisamente de Anderssen. Otros jugadores notables de ese tiempo eran los rusos Aleksandr Petrov (1794-1867) y Lionel Adalbert Bagration Felix Kieseritzky (1806-1853), radicado ulteriormente en Francia. Quizás el match no disputado entre el inglés y el norteamericano debería ser más bien ser reinterpretado en clave de lucha de supremacías políticas entre la potencia de los mares y su excolonia.
A propósito, en 1853 Staunton viajó a Bruselas para encontrarse con von der Lasa con el propósito de estandarizar las reglas del ajedrez, una tarea que todavía tenía puntos para resolver en aras de contar con la mejor codificación posible. Y estaban jugando un match, en el que prevalecía el alemán, hasta que el inglés abandonó por razones de enfermedad. Los mejores tiempos de Staunton eran, evidentemente, los de la década pasada…
Lo cierto es que en su rush europeo el americano batió a todos quienes lo enfrentaron, cosa que no hará Staunton, con lo que al cabo de todo Europa se rendirá a sus pies. La propia reina de Inglaterra Victoria (1819-1901) lo habrá de recibir al de Nueva Orléans en la primavera de 1859 en audiencia privada en reconocimiento a sus méritos ajedrecísticos.
A fuer de ser precisos, si ambos no tuvieron un match directo, se vieron de todos modos frente al tablero; y ello ocurrió en dos ocasiones bajo la modalidad de partidas en consulta. Al norteamericano lo acompañó en esas ocasiones Thomas Barnes (1825-1874) y al inglés el Reverendo John Owen (1827-1901). Se disputaron en el mes de julio de 1858 y en ambos casos se impuso la dupla integrada por Morphy.
Después de su negativa a enfrentar a Morphy y de su caída en el Torneo de Londres de 1851 ante Anderssen, Staunton jugará algunas partidas más de ajedrez pero, estaba visto, su estrella ya se había eclipsado. Nada volvería a ser como en los años 40 en donde había predominado en el firmamento mundial.
En esa línea de análisis Chessmetrics reconoce, precisamente, el liderato mundial de Staunton durante 76 meses entre los años 1843 y 1849. Edo Historical Chess Ratings, otro de los sistemas reconocidos de medición retrospectiva de la fuerza ajedrecística, por su lado lo ubica como el mejor en su listín desde 1842 a 1846.
El inglés, a quien Gary Kaspárov considera “el primer jugador moderno, junto a Steinitz” y a quien Fischer también consideró, algo curiosa y quizás exageradamente uno de los mejores jugadores de todos los tiempos, perdió el liderato a manos de los dos mayores jugadores de su tiempo: Anderssen y sobre todo Morphy, con quien se negaría a jugar, según algunas consideraciones para evitar la humillación de la derrota.
Staunton, más allá de sus méritos deportivos, que no son menores, sin embargo en el mundo del ajedrez ha trascendido y tiene permanente presencia por otro motivo: por el afamado juego de ajedrez Staunton, uno de los más apreciados por su belleza, que es de uso habitual, fundamentalmente en competencias magistrales. Se ha dicho que las piezas de este juego “flotan sobre el tablero”. Con el tiempo, habrían de convertirse en el canon dominante; de hecho la FIDE los adoptó como juego oficial desde su misma creación en el año 1924.
En rigor su diseño, que originalmente se preveía para ser confeccionados en maderas de ébano y boj, corresponde a Nathaniel Cooke (Cook), quien lo registró en la oficina de patentes británica el 1° de marzo de 1849. Esa personalidad insta a su cuñado, John Jacques, para que lo fabrique. Aquel logra que Staunton, el 8 de septiembre de 1849, lo recomiende en su columna ajedrecística en el Illustrated London News y, desde entonces, se lo identifica al juego más con el jugador que con su creador. Staunton, en ese sentido, será el encargado de firmar las 500 cajas de juegos de ajedrez que se comercializaron identificándolo con el nombre del mayor exponente del ajedrez británico de su tiempo. Y probablemente de todas las épocas.
No sólo el ajedrez fue el centro de la vida de Staunton. Por suerte. Habiendo sido un notorio exponente del juego, sin embargo podría asegurarse que quizás su mayor contribución haya sido en su calidad de erudito de la obra de William Shakespeare (1564-1616).
En efecto, el ajedrecista hizo notorios estudios basados en la figura del escritor a punto tal de que fue contratado como responsable de una edición anotada de tres volúmenes de sus obras, The Staunton Shakespeare Vol. I, II y III (luego habrá otras ediciones, una de ellas en seis volúmenes), que dio a luz entre noviembre de 1857 y mayo de 1860. Sobre el tema venía trabajando desde 1856, por lo que es enteramente cierto que, la etapa cúlmine de esa labor, coincidió con la visita de Morphy a Europa.
Los apasionados del ajedrez suelen no perdonar a Staunton por no haberse avenido al convite de Morphy, por lo que el mundo escaqueado quedó privado de una contienda que, por muchos motivos, habría sido histórica.
Para más se argumenta que esa actitud esquiva fue determinante para debilitar aún más la frágil personalidad del norteamericano, lo que facilitó su vínculo con el extravío emocional y, en definitiva, cierto estado de locura y de alejamiento temprano del ajedrez.
El inglés, en su trabajo de 1860 Chess Praxis, quizás como signo de reconocimiento definitivo a su no consumado rival, incluyó un Apéndice de seis capítulos dedicado exclusivamente a registrar partidas del norteamericano. Una forma de reconocerle en la literatura lo que no quiso o no pudo reconocer en la competencia directa abortada.
Con todo, no habría que cargar demasiados las tintas en el inglés: por un lado, al pensarse en Morphy, sólo se pierde quien tiene constitutivamente tendencia a ello; por el otro, no hay obligación de jugar cuando no se quiere y, para los amantes de la literatura, que una de las causas principales de esa negativa fuera el prestigioso trabajo sobre la obra del gran Shakespeare, ese match que no fue es más motivo de celebración que de queja. No todo es ajedrez en la vida…
En sus últimos años, Staunton siguió con ediciones sobre temas que, como el vinculado al gran poeta y dramaturgo, excedieron el espacio ajedrecístico. En 1865 publicó, por ejemplo, The Great Schools of England, recogiendo historias de las grandes escuelas inglesas, comenzando por la célebre de Eton.
Volverá al ajedrez en marzo de ese mismo año de 1865 al comenzar a editar una nueva revista, llamada The Chess World, en la que proseguirá hasta el mes de marzo de 1869. Morirá Staunton el 22 de junio de 1874 en tiempos en que estaba trabajando en otro libro de ajedrez, al sufrir un ataque al corazón que lo hallará, como no podía ser de otra manera, en su silla ubicada en la sala de su imponente biblioteca.
El erudito ajedrecista, y amante de la literatura, tendrá entonces un final sedente, quizás preparándose para emprender nuevos escritos y lecturas, en destino definitivo, esos que siempre lo vincularon al mundo del conocimiento.
En su tumba, ubicada en Kensal Green, un área ubicada al noroeste de Londres, se aprecia un gran caballo de su querido juego, ese que le permitió cabalgar desde un pasado algo oscuro, permitiéndole construir una vida plena y luminosa, con la que habrá de trascender, por lo hecho en el universo escaqueado, y también fuera de él, en el recuerdo permanente de su vida y obra.
La recorrida por ese espacio, hecha en tono de homenaje, fue un marco adecuado para que De Luca, a quien mucho agradecemos por el envío de este material, hiciera referencias a quien se podría considerar el mejor ajedrecista inglés de la historia y la máxima figura del juego a nivel mundial hacia la década del 40 en el siglo XIX. Vídeo de la visita a la tumba de Staunton.
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