En rigor será en los años 30, y ya con el cine sonoro, en que se dará el estrecho vínculo del ajedrez con los relatos policiales filmados. Sin embargo ya en este periodo previo se dio al menos un caso cuando, en 1912, se estrene en Italia Una partita a scacchi (Une partie d’echecs), film producido por la Società Anonima Ambrosio de Turin, con intertítulos en francés, que tiene algo más de ocho minutos de duración, dirigido por el peninsular Luigi Maggi (1867-1946), que podría ingresar dentro de ese terreno.
La trama transcurre en buena medida en uno de los vagones de un tren en el que se enfrentan en una partida de ajedrez dos pasajeros. Una de ellos, al advertir el peligro que corría, ya que se dio cuenta de que su rival era un loco muy peligroso (de hecho se había escapado del manicomio), logra dejar un mensaje de alerta en el andén de una de las estaciones. El alienado, avanzado el recorrido y la partida, tras darle jaque mate, se abalanza sobre su rival, tratando de matarlo; mas la policía llegará a tiempo para impedirlo.
Una partita a scacchi, Italia, 1912
Además de ficción y en documentales, ahora el cine mudo presenta al ajedrez en el género de los dibujos animados, cuya primera expresión absoluta se dio en 1906 cuando James Stuart Blackton (1875-1941) presentó Humorous Phases of Funny Faces. En esta particular modalidad el juego surge en 1916, con The chess queen – A silhouette fantasy, trabajo de Charles Allan Gilbert (1873-1929) que fue realizado mediante la combinación de siluetas trazadas con pluma y tinta.
Aún más relevante es su empleo en este rubro cuando la cinta tenga como eje a Bobby Bumps, un personaje muy popular en los EE. UU. entre los años 1915 y 1925. Se trata de un niño travieso, acompañado por su inseparable perro Fido. Dentro de la profusión de películas que los tuvieron a ambos en pantalla, en 1921 se estrena Checkmated, bajo la dirección de Earl Hurd (1880-1940), y con producción de la Paramount Famous Lasky Corporation, con el tiempo una emblemática entidad, creada en 1912, en Hollywood, Los Ángeles.
Ya esbozamos antes que el ajedrez podía estar relacionado, en el cine mudo, con relevantes personajes históricos o recreando buenas obras de ficción literarias. Aquí tenemos varios casos.
Napoleón Bonaparte (1769-1821) siempre fue reconocido como un buen aficionado al juego. Siendo así, no habrá de sorprender que cuando se lleve a la pantalla esa figura, el ajedrez estuviera presente. Ello aconteció en los siguientes filmes:
En 1909 al estrenarse en Francia La partie d’échecs de Napoléon, de la productora local Films Le Lions, dirigida por Victorin-Hippolyte Jasset (1862-1913).
En la Ópera Garnier de París el 7 de abril de 1927 se presenta la que se considera una joya cinematográfica del impresionismo, dirigida por el francés Abel Gance (1889-1981), que había sido filmada dos años atrás, y que llevaba por título precisamente Napoleón. En ella se aprecia la música del gran Arthur Honegger (1892-1955) y se puede consignar otro detalle muy especial: entre los actores, se advierte la presencia del extraordinario poeta Antonin Artaud (1896-1948). Todos lujos de esta épica producción gala, que era la primera de las seis películas proyectadas sobre la vida del corso, las que no se hicieron por lógicas razones de costo. Es un clásico por la calidad del film y, además, por razones técnicas, ya que fue innovativa al emplearse primeros planos intensos, cortes rápidos, tomas en cámara de mano, filmación en exteriores, cámara subjetiva, multicámara, exposición múltiple, cámara bajo el agua, proyección de múltiples pantallas, entre otras innovaciones. Ulteriormente, dentro de la época sonora, el mismo director presentará en 1935 otro trabajo sobre Napoleón. Dentro de la profusión de imágenes de esta obra primera se verá, en el contexto de un Bals des victimes, esos bailes que eran tan típicos en la Era del Terror, una situación en la cual, frente a las diversas opciones de desnudez que se le ofrecían, Napoleón prefiere más castamente jugar al ajedrez con el general Lazer Hoche (1768-1797). Sin embargo, en una muestra de absoluta picardía, al tomar la pieza de la reina rival, con intención de capturarla, aquel mira a Marie Josèphe Rose Tascher de la Pagerie (1763-1814), la cual era codiciada por ambos, la famosa Josefina (cuyo primer esposo había caído por efecto de la ominosa guillotina), quien llegaría, de la mano de Napoleón a ser, en cierto momento de la historia, emperatriz de Francia. Al cabo de todo se dará un doble triunfo del corso sobre Hoche: en la partida y en la conquista amorosa.
De 1929, y producidos en Alemania, tenemos dos filmes: en enero se presenta Waterloo, bajo la dirección del austriaco Karl Grüne (1890-1962), y, en noviembre Napoleon auf St. Helena, realización del teutón Lupu Pick (1886-1931). En el primero de los films se observa que el ajedrez es practicado por un militar uniformado enfrentando a una dama, en evidente plan de seducción (particularmente de parte de ella, que no duda en arrojar las piezas para iniciar una secuencia más íntima). En el otro, quien juega es el corso, ya en el marco de su exilio definitivo en la isla que lo viera morir. Napoleón, Francia, 1927.
Waterloo (en el canal de YouTube de Cine Mudo)
Otra figura histórica abordada en la pantalla, con vínculo con el juego, fue el canciller del rey inglés Enrique II (1133-1189). Se trata de Thomas Becket (1118-1170), quien también fue arzobispo de Canterbury, quien será asesinado tras una disputa con el monarca, hechos que son retratados en el film Becket que en 1910 presenta el director anglo-norteamericano Charles Kent (1852-1923), en cuya primera escena se los ve a ambos jugando una partida de ajedrez, en la que se impone el cortesano sobre el monarca, lo que genera que el primero lo provoque al poderoso perdedor y, además, el enojo de este. Como se verá, ese encuentro es la perfecta parábola de la disputa que luego se generaría entre ellos con tan trágicas consecuencias.
En su tiempo el shatranj, el antecedente directo del ajedrez, fue sumamente popular en el mundo musulmán; de hecho el ingreso de aquel a Europa establecería el vector de difusión y de evolución de una práctica milenaria que se modernizará para llegar a nuestros días en el formato conocido. Uno de los más entusiastas cultores de aquel juego fue Harún al-Rashid (766-809), quien aparece como personaje en un film estrenado el 13 de noviembre de 1924 en Berlín, Alemania. Se trata de Das Wachfigurenkabinett (El gabinete de las figuras de cera), dirigida por Paul Leni (1885-1929).
En el film se presenta al califa de Bagdad pidiendo la cabeza de un panadero, quien había osado vencerlo en el juego, y se describen los pormenores que se generan a partir de ese suceso. Sobre el inicio del relato se muestra un cartel, en idioma inglés, en el que se dice: «El califa preserva su cerebro de engordar como su estómago mediante una partida de ajedrez que juega diariamente con su Gran Visir».
En ese lapso se aprecia que el soberano, quien mueve las piezas con una especie de cetro. y no con sus propias regias manos, recibe jaque mate. Se podría decir que el tablero está mal colocado (un error demasiado usual en los filmes de todas las épocas) ya que, la casilla extrema de la primera fila es oscura, y no clara, como se regula modernamente en el ajedrez. Sin embargo esta cuestión no era tal en el shatranj ya que, de hecho, los escaques no eran blanquinegros como es ahora un canon y, la disposición del tablero, no estaba aún debidamente normalizada
Desde la perspectiva histórica, sin embargo, lo más inconsistente pudiera ser el hecho que se emplean piezas en formas de estatuillas que representan seres reales, lo que en el proto-ajedrez árabe era repudiado ya que, por motivos religiosos, su texto sagrado prohíbe el uso de imágenes. Es sabido que las piezas, en la modalidad imperante en esa cultura, tenían un diseño abstracto.
Das Wachsfigurenkabinett, Alemania, 1924 (el ajedrez aparece desde el minuto 7) en el canal en YouTube de Club Cinema 7
Así como con la historia, el ajedrez en el cine mudo también quedó relacionado a importantes obras literarias de la ficción. El caso más emblemático, como quizás no podías ser de otro modo por la fuerza del personaje y del relato, es la aparición en diversas películas en las que se abordan las historias de Alicia, fundamentalmente la que se desarrolla cuando atraviesa el espejo, del escritor inglés Lewis Carroll (1832-1898).
Sobre esta cuestión hemos hecho un trabajo específico en el que hablamos del tema tanto en lo que respecta al cine mudo como al sonoro. En el primero de ellos, tema específico de esta nota, tenemos el caso de Alice in Wonderland, producción norteamericana de 1915 dirigida por el algo misterioso W. W. Young (sin datos de filiación), y la Alice Through the Look Glass de la empresa francesa Pathé, dirigida por Walter Lang (1896-1972) en 1927, en los cuales el ajedrez hace acto de presencia. En el caso de Young se ha especulado que pudo haber habido un trabajo específico de la Alicia detrás del espejo el cual, lamentablemente, se ha perdido.
Alice in Wonderland, EE. UU., 1915
El 1° de enero de 1912 se estrena en los EE. UU. Cinderella, del escocés Colin Campbell (1859-1928), recreación del célebre cuento Cenicienta, que tuvo tantas versiones desde su origen napolitano (la más recordada es la del francés Charles Perrault. Allí el ajedrez aparece en una escena. Cinderella, EE. UU., 1912
Una adaptación de novela a la pantalla es particularmente importante en el caso de His Wife´s Friend, una película lamentablemente perdida, de una duración de 60 minutos, producido por la que con el tiempo se transformaría en la poderosa Paramount Pictures, que el 21 de diciembre de 1919 fue presentada en los EE. UU. contando con la dirección del canadiense Joe de Grasse (1873-1940).
Es que ella estuvo inspirada en The White Rook (La Torre Blanca), una novela policial en la que se refleja la investigación acerca de la causa de un supuesto suicidio, que fue publicada por Chapman & Hall en 1917, siendo de la autoría del escritor John Burland (1870-1926) quien, a la sazón, también ofició de coguionista para su adaptación al cine.
La connotación ajedrecística claramente se deriva del nombre de ese texto literario de base, lo que queda ratificado por un elocuente aviso publicitario en el que se promociona el film que muestra, justamente, a uno de los protagonistas exhibiéndole a la otra persona una torre blanca correspondiente a un juego de ajedrez. His Wife´s Friend, EE. UU., 1917
En el terreno de ficción, aunque con visos de cierta historicidad, se presenta un relato inspirado en Wolfgang von Kempelen (1734-1804), el creador del autómata del ajedrez, quien es retratado en Le Joueur d´échecs, film estrenado en Francia el 20 de julio de 1927, dirigido por el galo Raymond Bernard (1891-1977), de una duración de más de 80 minutos.
En el transcurso de la película, que tuvo una excelente repercusión en su tiempo, siendo muy valorizada asimismo en épocas posteriores, se presenta una situación en la que se verá a von Kempelen ocultar a un amigo polaco dentro del cuerpo del reconocido dispositivo ajedrecístico de su invención. En ese contexto, se aprecia a Catalina II (1729-1796) jugar una partida contra el autómata (ataviado con un turbante que apela a su exotismo y orientalidad). Es que la zarina rusa había aceptado dirimir sus supremacías con Polonia a través de esa clase de enfrentamiento. Empero, tras perder, ordena la destrucción de la supuesta máquina y fusilar, en definitiva, a quien estaba en su interior. Le Joueur d´échecs, Francia, 1927 en el canal en YouTube de Films Key Scenes.
Mucho antes, la idea del dispositivo que jugaba ajedrez había sido incluida en una película norteamericana, llamada White Tiger, una producción de la Universal Pictures, compañía fundada en Nueva York en 1912, la que fue dirigida por Tod Browning (1880-1962). Fue estrenada el 17 de diciembre de 1923.
En ella se observa, sobre el comienzo del film, a un autómata con el clásico turbante, que juega al ajedrez con un cliente en un museo de cera en Londres. Por supuesto que, dentro de ese émulo del invento de von Kempelen había, como en el original, una persona que accionaba las jugadas. Más tarde, ese portento es utilizado para pasar contrabando a los EE.UU. En cierto momento, se presenta en la pantalla un cartel, acompañando una situación en la que se había visto previamente al dispositivo ganar una partida, en el que se dice: “Sin prestar atención a los peones humanos de abajo, el ajedrecista hace su movimiento magistral en la mejor partida que jamás haya jugado“. White Tiger, EE. UU., 1923 (las escenas ajedrecísticas aparecen en los minutos 6 y 36)
Hay otro género, el de la fantaciencia, en el que el ajedrez queda emparentado. Si bien es un film algo inclasificable, podríamos decir que a esa categoría, por el empleo de los planos oníricos y la idea de los dobles, se adscribe L’incarnation de William Sheep (La Double Incarnation de William Sheep) de Georges-André Lacroix (1877-1920).
Es un film de 1913, que se creía perdido aunque, afortunadamente, pudo ser recuperado y, para más, remasterizado. que pertenece a la empresa francesa Gaumont.
Sheep, el protagonista del relato, al caer enfermo, debe permanecer en su hogar, por lo que decide entretenerse analizando una partida de ajedrez. En esas circunstancias, es visitado por su sastre, quien era a su vez acreedor del joven, pero este no quiere ser interrumpido, por lo que le propone a su interlocutor, en plan de desvío de la atención quizás, que se enfrenten al juego.
El encuentro ajedrecístico se prolonga demasiado, cayendo ambos en un profundo sueño al lado del tablero. Ya en ese plano de las ensoñaciones, se comprueba que Sheep está en un club de ajedrez, en el que confronta con un anciano rival, que era invencible el cual, poco más tarde, se convierte fantasmagóricamente en su propio doble. Asumiendo esta personalidad ajena, va a la casa de Sheep, para que el viejo reciba las atenciones de la mujer de aquel.
Poco después, se los verá al marido original, y al Sheep duplicado, jugando al ajedrez en una taberna, momento en el que se dará una disputa entre ambos que pasa al plano físico. Ese es el preciso momento de volver al estado de vigilia. Un aún confundido y adormecido Sheep, al regresar a la realidad, prosigue su anterior pelea, pero ahora contra el sastre-acreedor. Al advertir el equívoco, se disculpa, y resigna la partida pendiente, con el simple expediente de arrojar las piezas y el tablero por los aires.
Como se aprecia, además del gran protagonismo del ajedrez en este relato, aparece la clásica figura del döppelganger, esa que fue tan influyente en la literatura antes y después la cual, llevada a la cinematografía, entregó ese mismo 1913 una perla del cine mudo llamada Der Student von Prag (El estudiante de Praga), considerado primer film de arte del cine alemán. L'incarnation de William Sheep, Francia, 1913.
Si bien pertenece a la tipología planteada en primer término, sobre las historias vinculadas a los sentimientos, para ir finalizando esta recorrida, digamos que la metáfora se fue profundizando cuando en 1914 se exhibe en los EE. UU. On the Chess Board of Fate (Sobre el tablero de ajedrez del destino), del realizador Hanson Durham (1873-1941).
Estamos en presencia de un muy significativo uso del término ajedrez ya que, en este caso, se procura reflejar la idea de que el espacio escaqueado, en donde se desarrolla el juego, combina la posibilidad de, además de mostrar el amor de los protagonistas, plantear que en el tablero de la vida siempre se está en jaque, en este caso ante las traiciones, asesinatos, desfalcos financieros, engaños, duelo con armas (floretes), intentos de envenenamiento y otros episodios críticos que se presentan.
Destino es una palabra clave de otros filmes. En 1914 se estrena, siempre en el país del continente americano en el norte, Pawns of Fate (Peones del destino), film dirigido por James Durkin (1879-1934) con lo que, un trebejos específico del juego, y aludiendo a la pieza de menor valor, sirve de referencia para denotar otra clase de connotación simbólica.
Con igual nombre, Pawns of Fate, se presenta en Norteamérica en 1916, otro film, dirigido ahora por el escocés Frank Lloyd (1886-1960), quien es protagonista del relato en tanto actor. Dura veinte minutos y, en su transcurso, el ajedrez ya no sólo es sugerido en el título sino que, en este caso, también es parte central de la trama. En efecto, se ve en cierto momento a una joven jugar al pasatiempo con su padre, quien toma en sus manos tres piezas, lo que lo lleva a trasladarse en el tiempo. En esos trebejos observa determinadas personas: a él mismo, en imagen de joven; a un amigo y la novia de este, los que estaban representados en la reina blanca y su caballero (el caballo de ajedrez en el mundo hispano), quienes estaban enfrentados al caballero negro.
Estamos en presencia de la rememoración de un triángulo amoroso, cuando la pasión de los protagonistas se entremezclaba con otras situaciones, en las que la codicia y los negocios económicos generan conflictos adicionales (además del planteado por el amor compartido) entre quienes antes se consideraban amigos.
Y uno más del todo emparentado: The Pawn of Fate, del francés Maurice Tourneur (1876-1961), un film perdido de 1916. Ya no importa saber si hay escenas de ajedrez, basta reconocer el uso del término peón, tan característico del juego, para denotar que uno va por la vida con un destino marcado. Una sentencia que el cine hizo naturalizar a miles de espectadores de todo el mundo poniendo el acento en una figura tan modesta como clave en el mundo del ajedrez.
Volviendo a la idea metafórica de la batalla, en la producción norteamericana de la Edison Company de 1915, empresa controlada, como su nombre lo indica, por el inventor Thomas Alva Edison (1847-1931), se observa en His Peasant Princess a dos soberanos, de reinos imaginarios, quienes quedan enemistados, extendiendo el conflicto personal a las naciones que regentean, tras disputar unas partidas de ajedrez.
El juego milenario, de esa manera, regresa a las fuentes, siendo perfecta parábola de conflicto, de lucha agonal, de enfrentamiento, de materialización de la enemistad eterna entre las blancas y las negras (conforme la coloratura definitiva que asumió el juego). Los trebejos se desplazan sobre la superficie del tablero, ayer, hoy y siempre, dirigidos por sendos jugadores que ponen sus mentes al servicio de la batalla más personal.
El punto de inflexión entre el cine mudo y el sonoro estuvo dado en este 1927 cuando se estrena El cantor de jazz en los EE. UU., la primera película comercial en la que se registra un sonido sincronizado. En este devenir el ajedrez seguirá apareciendo, una y otra vez, en las producciones cinematográficas, ahora bajo ambas modalidades.
De esos márgenes temporales de transición, ya sobre el filo del periodo, tenemos un film checoslovaco, Erotikon, que fue estrenado el 27 de febrero de 1929, con la dirección de Gustav Machatý (1901-1963), rodado en la hermosa ciudad de Karlovy Vary (Carlsbad, conforme la llamaban los alemanes en los tiempos que estuvo bajo sus dominios).
Se trata del mismo lugar en donde se disputaron numerosos torneos de ajedrez de prestigio como, por ejemplo, el que en 1907 ganó el polaco Akiba Rubinstein (1880-1961); el de 1923, con triunfo del para entonces francés (nacido en Rusia), y aún no campeón del mundo, Alexandre Alekhine (1892-1946), o el de 1929, en el que José Raúl Capablanca (1888-1942), fue superado por el danés (nacido en Letonia) Aron Nimzowitsch (1886-1935).
Erotikon (en el mercado anglosajón Seduction y, concordantemente, en el francés Séduction) es una de las primeras películas que se consideran eróticas, como bien sugiere el título, en la que se observa una larga escena, en la que dos caballeros se enfrentan al ajedrez, uno de los cuales es acompañado por una dama quien, en cierto momento, parece querer ayudar al rival.
En esa imagen se advierte, primero, una tensión de cara a la seducción entre estos dos y, lo que es de lamentar para quienes amamos el juego, también se observa que el tablero está mal colocado (la casilla extrema a la derecha de la primera línea de cada jugador es de color negro y no blanco) y que la posición de la reina y del rey de cada contendiente está invertida. Un pecado ajedrecístico que, huelga decir, no fue ni será exclusivo de este film. Erotikon, Checoslovaquia, 1929.
Antes de dar por cerrado este trabajo hay que mencionar los dos filmes de la época del cine mudo que son más relevantes desde la perspectiva del ajedrez (a ambos les dedicamos un artículo específico).
Ellos son, por un lado, la producción francesa Entr’acte (Entreacto), dirigida en 1924 por René Clair (1898-1987), una obra de clara influencia dadaísta y surrealista, en la que se ven jugar al ajedrez sobre la terraza de un edificio nada menos que al francés Marcel Duchamp (1887-1968) y al norteamericano Man Ray (1890-1976), personalidades unidas por el arte, por haber sido referentes ineludibles de esos movimientos y, también, por su pasión por el juego.
Por el otro, y aún más contundente, es el caso de la producción soviética Fiebre del Ajedrez, que en 1925 dirigieran Vsévolod Pudovkin (1893-1953) y Nikolai Shpikovsky (1897-1977), que tiene casi veinte minutos de duración, que transcurre en Moscú, en el marco de un gran torneo internacional, viéndose al cubano José Raúl Capablanca (1888-1942) asumir un importante rol, ya no sólo como figura participante de esa competencia sino, más aún, con una actuación en la que encarna a sí mismo como personaje y, en ese marco, asumir un rol clave en el desenlace de la trama. Por lo demás se describe con admirable fruición la pasión que despertó el ajedrez en la ciudad en donde se desarrolló la prueba en todos los estamentos de la sociedad.
A modo de conclusión:
El ajedrez, como no podía ser de otro modo, fue protagonista desde la propia aparición del cine mudo apareciendo en escenas en la pantalla, como parte central de los argumentos e, incluso, en el título de algunas producciones.
En ese marco remitió a diversas metáforas posibles: la del conflicto; la del amor; la de la capacidad de abstracción a la que remite el juego; a la idea del destino; a la idea de la fatalidad (el jaque mate).
Fue parte de películas en corto, medio y largometraje; en blanco y negro y bajo la técnica del technicolor; en relatos ficcionales, documentales y de animación; en todos los continentes; en todas las lenguas que fueran posibles.
Muchas figuras de la época del cine mudo tuvieron que actuar escenas en las que el ajedrez aparecía; o este era parte de momentos de distracción en los sets de filmación. Lo propio con reconocidos directores que marcaron a fuego la evolución del nuevo lenguaje cultural, los que se sintieron atraídos por el milenario pasatiempo.
Dos películas serán emblemáticas: la francesa Entr’acte de René Clair con la presencia estelar de Marcel Duchamp y Man Ray y su adscripción a la movida surrealista; y Fiebre del Ajedrez, ofrecida por la URSS, recreando las acciones en el Torneo de Moscú de 1925, con la rutilante presencia del excampeón mundial José Raúl Capablanca.
En cualquier caso con el cine mudo estamos en presencia de un nuevo lenguaje cultural, que tomó impulso a inicios del siglo XX el cual, en lo que respecta específicamente a sus primeros estadios , se caracterizó por la exhibición de imágenes en blanco y negro y la falta de sonido en la producción de origen. Películas en blanco y negro, como los escaques del tablero y las piezas del juego. Películas con imágenes mudas, casi como el silente ámbito en el que se realizan los torneos de ajedrez.
Esta relación establecida entre cine y ajedrez en los tiempos mudos, habrá de proseguir, progresiva y permanentemente, con el transcurrir del tiempo, ya con el cine sonoro, dando cuenta de un fenómeno que, bien lo sabemos, ha venido sucediendo desde siempre: el ajedrez se relaciona estrechamente con la cultura y es, en sí mismo, una expresión de orden cultural.
En estas condiciones, el vínculo del ajedrez con el cine, y el hecho de que su presencia en los filmes sea de tan vieja data y extendida expresión, y su continuidad en el tiempo, es una situación que podía considerarse previsible y, en cualquier caso, idiosincrásica.
El ajedrez, en ese sentido, nunca nos terminará de sorprender, en su virtual omnipresencia, en todo momento y en todo lugar.
Como siempre lo ha sido. Como siempre lo será.
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