Presentación
Sergio Ernesto Negri (Buenos Aires, 1959) es Maestro FIDE y una figura destacada en el estudio del vínculo entre el ajedrez, la historia y la cultura. Su trabajo combina la práctica del juego con una sólida labor investigativa, lo que le ha valido reconocimiento internacional. Hemos tenido el honor de conocerle y colaborar con él en diversas instancias del Comité de Historia de la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE), al que fue incorporado formalmente en 2022.
Como ajedrecista, fue subcampeón juvenil argentino y alcanzó las semifinales del campeonato nacional superior. Como investigador, ha presentado valiosos estudios sobre temas como el origen del ajedrez, su evolución durante la Edad Media, la relación entre el ajedrez y las mujeres a lo largo de la historia, y los vínculos del juego con expresiones artísticas y literarias.
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Además de su producción como escritor y articulista especializado, ha sido asesor de la muestra «Movimientos en blanco y negro: Historia, literatura y arte en el ajedrez argentino», exhibida en la Biblioteca Nacional entre 2017 y 2018. Ha participado en conferencias y actividades académicas tanto en Argentina como en el exterior.
Negri es también coeditor del sitio especializado Ajedrez Latitud Sur, donde publica regularmente sus investigaciones, al igual que en ChessBase (en varios idiomas) y otros medios internacionales. Colabora con la revista cultural española Jot Down y es columnista en Jot Down Sport, centrado en la disciplina ajedrez.
Pocos autores han logrado, como Sergio Ernesto Negri, articular con tanta lucidez y sensibilidad los múltiples planos en los que el ajedrez se despliega: como juego, arte, ciencia, lenguaje, y metáfora existencial. En su más reciente obra, Ajedrez: espejo de la vida, publicada precisamente por Jot Down Magazine Store, Negri nos invita a mirar más allá de las sesenta y cuatro casillas para descubrir los reflejos profundos —y a veces perturbadores— que este milenario artefacto cultural proyecta sobre nuestra condición humana.
Negri, investigador, ensayista y referencia obligada en los estudios histórico-culturales del ajedrez en Iberoamérica, despliega en estas páginas un relato íntimo y reflexivo, donde confluyen filosofía, literatura, biografía, ética y pasión.
En esta oportunidad, poco después de la publicación de Ajedrez: espejo de la vida (ISBN: 978-84-128429-9-9, Sergio Negri, Rústica: 21 x 14 cm, Páginas: 276), hemos entrevistado al maestro Negri para indagar en los motivos, simbolismos y resonancias de un libro que no solo se lee, sino que se piensa y se vive.
Entrevista
Uvencio Blanco Hernández: El título, Ajedrez: espejo de la vida, sugiere una profunda conexión entre el juego y la existencia humana. ¿Podría ahondar en cómo el ajedrez no solo refleja, sino que quizás también moldea la forma en que entendemos y afrontamos los desafíos de la vida?
Sergio Ernesto Negri: Los espejos siempre han sido muy sugerentes. Nos podemos ver reflejados, pudiendo cual Narciso sentirnos conformes con lo que reflejan, o vernos aterrorizados, como Borges plantea en su poema en donde dice que en ellos todo acontece y nada se recuerda y que nos atemorizan ya que Dios los puso para que el hombre sienta que es reflejo y vanidad. En el universo del ajedrez, Lewis Carroll la posicionó a Alicia atravesando un espejo, para jugar una partida a escala humana, en la que la niña asume el rol de peón, para terminar coronando en reina. Pero todo pudo haber sido solo un sueño. Por otra parte, el tablero podía conformar un mandala, ser modelo de una ciudad perfecta, las piezas pueden ser vistas como referencia al comportamiento y a las jerarquías sociales y se puede asegurar que en ese campo se moldea una guerra en la que los ejércitos disputan sus fuerzas, todo en clave muy especular. De todos modos, que el ajedrez refleje la batalla, es casi una mirada convencional ocultando algo más profundo. No hay que olvidarse que todos los juegos de mesa, los de estrategia en particular, devienen del egipcio senet, que era clave en el pase escatológico, ese momento definitivo y crucial de la vida. El ajedrez refleja la vida hasta ese momento en el que recibiremos el jaque mate personal (solo para seguir un juego cuyas reglas desconocemos), al poder ser metáfora de casi todo lo importante que ocurre en la existencia (el amor, la muerte, el sacrificio, el honor, el progreso y tantas otras cuestiones esenciales). Más, si se quiere, quizás sea la vida la que refleje al ajedrez en su estatura metafísica. Hay un cuento de H. G. Wells, «El huevo de cristal», que muestra en un escaparate a un elemento ovalado que, al observárselo con atención, denota movimiento. En ese espacio diminuto se reflejaba todo lo que estaba sucediendo en el planeta Marte. Lo importante del relato es que nosotros observamos lo que ocurre allí pero, inquietantemente, ellos nos observaban a su vez a nosotros. Creo que el ajedrez (la Tierra) observa a la vida (Marte) y que la vida no deja de observar al ajedrez, un espejo que opera en perfecta simbiosis. Aunque olvidemos reparar en ello.
Eres un autor prolífico con una extensa obra sobre ajedrez. ¿Qué te motivó específicamente a abordar esta perspectiva más filosófica y existencial en Ajedrez: espejo de la vida en este momento de tu trayectoria?
El libro es una recopilación de dieciséis artículos que he venido publicando en dos revistas españolas: Jot Down Cultura y Jot Down Sport. Por cierto, quiero expresar mi agradecimiento a Ángel Fernández Recuero, el editor, y Diego Rasskin Gutman, el prologuista del libro. Sabes, querido Uvencio, que, cuando niño y joven, lo mío era jugar, jugar y jugar. Con un recorrido en la vida, arribando a la madurez, uno se plantea muchas cosas desde el punto de vista existencial. En mi caso, quería saber por qué un juego me había cautivado tanto, siendo constitutivo de mi ser. La respuesta no podía estar dentro del tablero, sino necesariamente fuera de él. Comenzó la búsqueda. Ver los orígenes y la evolución del juego, fue un paso. Ver los vínculos del ajedrez con la cultura, el arte, la educación, la sociedad, era otro camino, que en realidad siempre es el mismo: la necesidad de comprender. De allí a tratar de merodear, cuestiones filosóficas o metafísicas, fue casi un atrevimiento de mi parte.
La cuestión en todo caso es investigar, analizar, casi ser un espeleólogo, buscando y buscando. Y compartiendo los resultados de esas búsquedas.
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En el libro se insinúa que el ajedrez no es solo un juego, sino una metáfora de la existencia. ¿Qué aspectos esenciales de la vida humana crees que se reflejan con más claridad en el tablero?
La metáfora de la batalla es la más obvia. El sentido agonal del ajedrez está claro. Con todo, es una batalla con códigos. Se trata de vencer, con adecuadas armas, jugando el mejor juego y, desde luego, estrechando la mano del rival al cabo de la lucha. Además, siempre habrá otra partida. Otra idea, la de que el ajedrez es la perfecta metáfora de la sociedad, tuvo especial andadura en la Edad Media en el mundo occidental, cuando se reflejaron los roles comunitarios, con la aparición de la pieza de la reina (figura de mujer ausente en los prototipos orientales) y donde hasta a cada peón se le asignó una profesión (que iba de la de herrero a la de ladrón, todo debía ser incluido). El tablero como imagen de una ciudad no era nuevo en Europa, ya venía desde la India. El ashtapada de ocho filas y ocho columnas, donde se jugaba el chaturanga, antecedente primero de nuestro ajedrez, tenía como contrapartida el dasapada, de 10x10. Aquel, remitía a la urbe perfecta; este, al espacio sagrado. Allí está esa otra conexión, no tanto del ajedrez, sino con cuestiones materiales como metafísicas. Hay un vínculo con el I Ching (de sesenta y cuatro hexagramas, tantos como los escaques). El cristianismo hizo su aporte, al consagrar la antítesis de colores blanco y negro (no siempre fue así, aunque esto es poco conocido), reflejando los extremos del Bien y del Mal. El tablero como cosmos es una idea muy clara. Es un universo con sus reglas y, en su necesaria abstracción, se independiza de ese otro universo que está dado por la realidad. Otras ideas metafísicas posibles se dan con el jaque perpetuo (el tiempo siempre será circular), el movimiento del caballo que apela a la tridimensionalidad al saltar. y en cada detalle se aprecian situaciones que apelan a lo metafórico. Bergman en El séptimo sello, como nadie, representó la idea de la relación de la muerte y el ajedrez. Borges, en sus sonetos, dio la clave trascendente exacta al imaginar una cadena de dioses que se encolumnan, en partidas sucesivas, detrás de un hombre que movía las piezas dentro del tablero. Multidimensionalidad que le dicen. Multiversos, tal vez. El nuestro es el más cercano. Pero hay muchos otros. Todos jugando un ajedrez infinito. Ajedrez, como metáfora del amor, es otro punto que fue muy recorrido por la literatura. A propósito, me pregunto si existe algún otro juego al que la literatura en particular, y las artes más en general, le dedicaron tantas páginas e imágenes, validando la idea de que el juego no debe ser visto solo en su aspecto de pasatiempo o descriptivo sino como metáfora de la existencia.
¿Cómo lograste integrar reflexiones filosóficas y culturales con experiencias cotidianas del ajedrecista sin caer en lugares comunes?
Agradezco el elogio proviniendo de una tan autorizada voz que tanto aporta al estudio del vínculo del ajedrez con la educación, la cultura y la sociedad. No sé si lo he logrado. Al menos es un intento. Se suele decir que en el Quijote se asegura que la felicidad no está en la posada sino en el camino. Si bien la cita pudiera no ser correcta, esa idea es muy persuasiva. Tratemos de recorrer el camino, equivocándonos, pero siempre procurando progresar. Diciendo algo que sea distinto. Diciendo algo que pueda ayudar a extender la frontera del conocimiento y de las emociones.

MF Sergio Ernesto Negri
A lo largo del libro, ¿hay algún personaje histórico del ajedrez que consideres que encarna con mayor fuerza esta idea del ajedrez como espejo vital?
Una pregunta que interpela profundamente y que resulta todo un desafío. Por algún motivo, me vino de inmediato a la menta el inca Atahualpa, a quien se cree el primer ajedrecista nacido en continente americano, lo que por cierto no es verdad (hay registros previos de criollos en Cuba jugando al ajedrez en la isla). Atahualpa, en su captura, fue introducido a la magia del ajedrez. Por haber hecho algún comentario en juego ajeno, se ganó la enemistad de uno de los captores, que fue clave en la votación en la que se decidió ejecutarlo. Atahualpa, en su sacrificio personal, es reflejo de un juego, el de la vida, en el que le tocó el peor de los destinos, pese a su condición de dios (para la cultura incaica). Hay una variante de ajedrez que lleva su nombre, que se da con el movimiento negro de f5 en respuesta a e4. Una jugada mala, una jugada sacrificial, una jugada en la que el inca entrega todo, su reino, su poder, para continuar el juego. Pero perderá ominosamente.
¿Crees que el ajedrez puede convertirse en una herramienta de autoconocimiento o incluso de transformación personal? ¿Por qué?
Podría o, más bien, debería. En principio, brinda instrumentos cognitivos y emocionales para ello. Con todo, siempre depende del uso que se le dé a la herramienta. Me da la impresión de que el ajedrez servirá en esos sentidos si, paradojalmente, por un tiempo se aleja la mirada del propio juego. Ver todo desde afuera y de arriba, y no sumergirse meramente en el adentro. Temo que las obsesiones no siempre conduzcan a caminos virtuosos. Pueden transformarse en auto celebratorias, confirmadoras de sesgos personales y, en ese caso, se estará lejos de crecer. Un punto central es ejercer la autocrítica. Aplicada a ver los límites del juego y aún más para desentrañar los límites y fragilidades personales. Con esos pasos, con esas prevenciones, con un buen acompañamiento de maestros y colegas, el ajedrez sin dudas servirá para crecer. Su rol e importancia en la educación, por otra parte, está fuera de discusión. Aunque, las propuestas respectivas deben plantearse desde la modestia y la complementariedad con otras herramientas pedagógicas ya consagradas o que se necesiten introducir. El ajedrez ayuda en la educación en todos los aspectos formativos posibles. Eso lo sabemos. No siempre se lo comprende.
En un mundo dominado por la inmediatez digital, ¿qué vigencia tienen aún las lecciones de paciencia, estrategia y silencio que ofrece el ajedrez?
Creo que el ajedrez se habrá de adaptar a lo que está sucediendo y a lo que vendrá, como ha hecho siempre. La estrategia siempre estará presente, más se ajustará, ya lo está haciendo, a un clima de vértigo que resulta irrefrenable. La calidad auto adaptativa del ajedrez es proverbial y una de las lecciones de la historia. Primero se jugaba muy lento. Con los movimientos ampliados de la reina y del alfil se lo modernizó y dinamizó. En los últimos tiempos se dio un maridaje entre ajedrez y computación, a la que tanto se temía. Ahora se viene una síntesis entre ajedrez e IA. Lo veo entonces al ajedrez, como reflejo de la vida, adaptándose más que eternizándose en prácticas que irán quedando atrás. Ya vendrá el ajedrez tridimensional y multidimensional cuando se agoten los modelos previos. Eso no lo veremos, probablemente, aunque el ritmo de los cambios, que es desaforado, quizás nos dé alguna sorpresa.
¿Qué papel juega la emoción en un juego que, desde fuera, parece dominado por la lógica? ¿Se refleja también esta tensión emocional en la vida real?
Siempre se valoró, casi en demasía, el aspecto racional del ajedrez cuando, si bien ese valor es el que en principio aparece, también es muy relevante el componente creativo. Racionalidad y creatividad, por su parte, corresponden a hemisferios distintos del cerebro. Que el varón haya predominado tanto respecto de la mujer, tiene que ver, además de por razones culturales, que para mí son las que más han pesado (la mujer fue excluida de los ámbitos competitivos por demasiado tiempo), con esa mayor proclividad hacia la lógica mientras que la mujer apela en mayor medida a la emoción, que corresponden a áreas del cerebro más desarrolladas en un caso respecto del otro. Con el tiempo, la brecha entre géneros se irá cerrando. Además, la lógica, basada en el cálculo puro, irá siendo desentrañada por los dispositivos digitales, por lo que la creatividad adquirirá crecientemente mayor relevancia. Jugadas ilógicas del ayer, serán la respuesta creativa del hoy. Alpha Zero y Alpha Go ya han mostrado que lo que para el hombre es irracional, para la lógica del juego, es la elección correcta. Hay un camino invisible a la verdad que no siempre la lógica humana puede comprender. En cuanto a la vida real, siempre se ha asegurado que la forma de jugar describe a una persona. Puede ser, pero solo en algunos casos. Tal, por caso, era muy exuberante dentro y fuera del tablero. En cambio, Fischer era más lógico dentro que fuera del mundo de los escaques. Por otro lado, si es cierto que el ajedrez fue inventado para canalizar las pulsiones violentas, para que no se presenten en ámbitos reales, el juego debería ser bien distinto que el comportamiento social del individuo. De todas maneras, sería bueno que los Putin de la vida jueguen más a la guerra simbólica, evitando desatar conflagraciones sangrientas (e injustas).
Más allá de la estrategia, el ajedrez también implica la gestión de la derrota y la victoria, la resiliencia y la humildad. ¿Cómo explora su libro estas facetas emocionales y psicológicas del juego como metáforas de la experiencia humana?
No se abordan en el libro esas cuestiones puntuales. Al menos en forma explícita. Los textos incluidos allí hablan del ajedrez en la India, China, el mundo musulmán (con la excusa de analizar Las mil y una noches), el ajedrez en la Edad Media (a partir de una confrontación de los abordajes sobre el juego de Boccaccio y Petrarca), el caso de una Sonja Graf en busca de la libertad, la historia de un Gombrowicz que reinventó su vida y obra a partir de la traducción de su máxima novela en una sala de ajedrez de Buenos Aires, la desgracia de Atahualpa, la curiosidad de cómo se presentó el ajedrez en el espacio exterior, un diálogo íntimo sobre ajedrez y lenguaje. En ese sentido, la obra tiene más que ver con la relación del ajedrez con la cultura, con bases históricas y sociales, que en una mirada de tono más introspectivo e individual.
¿Cuál fue el mayor desafío intelectual al redactar una obra que busca tender puentes entre la teoría del juego y la condición humana?
El desafío es de algún modo paradojal. Se busca la verdad, aunque se sabe que nunca se arribará a ella. En todo caso, importa el intento de rigor y honestidad, en las citas históricas y en los aspectos descriptivos y, cuando se plantean escenarios de tono subjetivo, la idea es que siempre todo decante hacia el lado más amable de la vida. Ello siempre es posible. Al menos hay que intentarlo.
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¿De qué manera influye tu experiencia como investigador y ensayista en la forma de narrar el ajedrez como fenómeno cultural y no meramente deportivo?
No creo que sean aspectos disociados la experiencia de la forma de narrar; se van forjando, gradual y mutuamente. El investigador se hace en el camino. Formas y fondos se funden, se confunden. En lo que a mí respecta, el planteo de ver al ajedrez desde una perspectiva cultural es precisamente la razón de ser del desafío que he asumido cuando hace algo más de diez años comencé a reflexionar sobre el juego. Quizás, en estas notas incluidas en el libro, a diferencia de otros trabajos, procuré que el mensaje fuera algo más directo. En otros, de los que no reniego en homenaje a la investigación, he sido más detallado en las citas y en el registro de la casuística, lo que podía generar cierto desasosiego en el lector. Aquí procuré ir más a la síntesis. Sin perder el objetivo de la calidad y la claridad y de ser honesto intelectualmente.

Negri, miembro del Comité de Historia FIDE
¿Cómo dialoga esta nueva obra con tus libros anteriores, especialmente con los de la colección Historia del Ajedrez Olímpico Argentino que escribiste con Enrique Arguiñariz?
Los libros anteriores, al ser de índole estrictamente histórica, imponían la necesidad de documentar, investigar, apegarse al dato duro, al rigor del registro, a la necesidad de ser fiel a lo sucedido y a los contextos. En el caso de la primera obra, sobre la época pionera, en ausencia de testimonios directos, se buceó en libros, diarios, revistas y todo elemento documental disponible. En el segundo, se tuvo la oportunidad de contar con el recuerdo de algunos protagonistas, entre ellos Oscar Panno, de una época dorada en la que Argentina fue triple subcampeón olímpico. En Ajedrez: espejo de la vida, en cambio, sin perjuicio de que en muchos casos los textos se apoyan en elementos históricos, por lo que de nuevo se impone el rigor documental, en particular en el capítulo dedicado a determinar el número de campeones mundiales, estamos en presencia de un libro mucho más personal de tono reflexivo. Siendo así, se da espacio al pensamiento, a la opinión, a la imaginación, al planteo de hipótesis, proponiendo un diálogo intersubjetivo con el lector sobre la profunda relación del ajedrez con la cultura y con la vida. Ya no se trata solo de hablar del ajedrez en cuanto práctica, sino en lo que significa o puede significar más allá de los tableros. El lector, en ese marco, puede rescatar a una Sonja Graf en su búsqueda permanente de la libertad, reparar en que el gran escritor polaco Witold Gombrowicz se reinventó y trascendió en definitiva a partir de la traducción de su libro en una sala de ajedrez, sorprenderse de cómo el juego llegó al espacio exterior, descubrir su valor en tanto lenguaje, entre otras cuestiones de un ajedrez que puede ser vinculado con todas las cosas que nos resultan relevantes. El ajedrez, en su valor metafórico, y en su relevancia cultural, como imagen de la vida. Esa es la búsqueda. Esa es la propuesta.
¿Qué tipo de lector tenías en mente al escribir este libro? ¿Está dirigido solo a ajedrecistas o puede interesar a un público más amplio y diverso?
Está pensado para personas que se interesen en la cultura y en los desafíos del pensamiento, sean ajedrecistas o no. Un jugador solo concentrado en la técnica, probablemente no tenga interés en el libro, al menos en estos momentos. Yo mismo, cuando mi relación con el ajedrez era solo desde lo deportivo, hubiera preferido leer un texto que desentrañe los secretos de la Defensa Siciliana y no esta clase de material. Por lo demás, para todo aquel que quiera al menos aproximarse a mayores honduras sobre el vínculo del juego con la vida, solo tal vez, este trabajo les sea de utilidad. Ojalá sea así. Ojalá que genere interés alimentando el dulce placer de la lectura. Un placer que está siendo fuertemente cuestionado por otros estímulos que provienen del mundo audiovisual.
¿Qué desafíos encontraste al intentar condensar una relación tan compleja como la del ajedrez y la vida en una obra coherente y accesible para un público amplio?
Son trabajos independientes, los dieciséis artículos incluidos en el libro, que tienen un eje común: la búsqueda de poner al ajedrez en clave cultural. Fue el editor el que, en todo caso, tuvo el mérito de darle coherencia a esos textos, presentándolos de una manera que resultara lo más amable posible. Al vérselos en conjunto, dan la sensación de un viaje. Se comienza en India, se sigue en China, en el mundo musulmán, en la Europa medieval, para luego ver qué sucedió con el ingreso del ajedrez en América, la evolución rusa, el tema de la mujer desde la perspectiva de la aparición de la pieza de la reina, la cuestión de los campeones del mundo, el ajedrez en tanto parábola de la guerra, la relación del juego con el avance de la tecnología, el ajedrez en el cosmos para, en una vuelta de tuerca, después de ir de abajo a arriba, desde oriente a occidente regresar a las fuentes más íntimas viéndose el vínculo del juego con el lenguaje.
Finalmente, si tuvieras que condensar en una frase el mensaje central de Ajedrez: espejo de la vida, ¿cuál sería?
Apelo a una frase del austriaco Stefan Zweig para quien:
Este juego pertenece a todos los pueblos y a todas las épocas y nadie puede saber de él qué divinidad lo regaló a la Tierra para matar el tedio, aguzar el espíritu y estimular el alma.
En todo caso agregaría que, en Ajedrez: espejo de la vida, se intenta que advirtamos que ese preciado regalo que nos diera la divinidad, tiene un valor cultural que es preciso conocer, celebrar, compartir y conservar como un tesoro.
Y bien estimados lectores, agradecemos al maestro Negri por su tiempo, atención y saberes aportados en la presente entrevista. Como podemos verificar, conversar con Sergio Ernesto Negri es, como su libro, una invitación al pensamiento profundo y al juego interior. Ajedrez: espejo de la vida no pretende dar respuestas definitivas, sino abrir preguntas necesarias, aquellas que se plantean tanto frente al tablero como en el espejo de nuestros días: ¿cómo tomamos decisiones? ¿Qué valor tienen el tiempo, la estrategia, el error? ¿Qué sacrificios estamos dispuestos a hacer… y por qué?
Estoy convencido de que este libro no solo enriquecerá a los ajedrecistas, sino a todo aquel que esté dispuesto a contemplar la vida como un tablero lleno de posibilidades, donde cada movimiento revela quiénes somos en lo más íntimo. Una obra cuya lectura recomendamos ampliamente.
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