En prueba de esa disconformidad Breton, en el Manifiesto Surrealista publicado en 1924, incluye esta referencia, nada laudatoria por cierto, respecto del juego:
“…Estoy en plena psicología, asunto que no conviene tratar en broma. Nuestro autor se entusiasma con un carácter dado, y entonces lo hace peregrinar, convertido en héroe, cuyas acciones y reacciones están admirablemente calculadas, debe preocuparse por no defraudar -aunque aparente a cada rato estar a punto de hacerlo- las previsiones de la que es objeto. Aunque cuando pareciera que la corriente de la vida lo arrastra, lo hace rodar, lo hace caer, sólo dependerá en última instancia de ese tipo humano compuesto. Simple partida de ajedrez que no me interesa en absoluto, siendo el hombre para mí, quienquiera que sea, un mediocre adversario. Me resultan intolerables las mezquinas discusiones relativas a tal o cual jugada, ya que no se trata ni de ganar ni de perder. Si el juego no vale la candela y si la razón objetiva perjudica espantosamente, como es el caso, a quien recurre a ella, ¿no valdría más prescindir de esa categoría de pensamiento?”.
Evidentemente para el creador del surrealismo el ajedrez estaba en las antípodas del significado que tenía para Duchamp. Y ese sería un factor de discordia que los distanciaría. De hecho, cuando este manifestó su vocación de hacerse un profesional de esa actividad, halla una respuesta nada complaciente del líder del movimiento quien, ácidamente, en un artículo publicado en el número especial de octubre de 1923 de la revista Littérature, que se publicada en París desde 1919, dijo lo siguiente:
“Duchamp no hace casi nada ahora, pero juega al ajedrez”.
El alto valor que en las frases toman los adversativos… Efectivamente, en aquellos años el pintor-ajedrecista había abandonado sus cuadros por su otra pasión, la escaqueada. Aunque ambas terminarían confluyendo en su vida (si es que alguna vez estuvieron disociadas), como se puede apreciar en el estudio específico que hicimos sobre el tema (Simbiosis de arte y ajedrez en Duchamp).
En el segundo de los Manifiestos del Surrealismo, aparecido en 1930, Breton se puso aún más duro con su colega, diciendo puntualmente:
“Cada día nos trae nuevas indicaciones de las decepciones que hemos de tener el valor de admitir, por ninguna otra razón más que como una medida de higiene mental y para inscribirla horriblemente en el debe de la balanza de la vida. Con todo hay muy pocas excepciones, que conciernen a gente en quien, demasiado generosamente, hemos depositado nuestra confianza y esperanza. Darle libertad a Duchamp no era para que abandone el juego que estaba jugando, en la vaga proximidad de los años de la guerra, por un juego interminable de ajedrez que puede dar una idea extraña de una mente poco dispuesta a servir…”.
La decepción de Breton por la profunda e incomprendida elección de Marcel, fue proverbial; e imperdonable, desde la visión del creador del surrealismo, movimiento que el propio Duchamp trascendería con su ready-made, una mirada conceptual revolucionaria que pondría en jaque al «arte retiniano» más convencional del que el surrealismo, a pesar de sí mismo, inevitablemente formaba parte.
Pese a estas diferencias, que parecían irreconciliables, cuando Duchamp, junto a su amigo y artista, el norteamericano Max Ernst (1891-1976) y al ajedrecista belga George Koltanowsky (1903-2000), presente en la galería de Julien Levy (1906-1981) en Nueva York, desde el 12 de diciembre de 1944 a enero de 1945 la muestra «The imagery of chess«, de la que participaron referentes culturales connotados quienes hicieron sus propios aportes creativos sobre el milenario juego, Breton, junto al poeta griego-norteamericano Nicolas Calas (1907-1988), presentó un set de ajedrez denominado Wine Glass Chess Set, consistente en reemplazar las piezas por copas de vino.
Si bien no se conservaron imágenes de la obra original, hay una descripción muy sugerente aparecida en la revista Newsweek del 25 de diciembre de 1944 que, sobre el punto, nos aclara:
«Del lado de los bromistas, sin embargo, está la preparación de los escritores surrealistas Nicolas Calas y André Breton (cuyo manifiesto de 1924 lanzó el nacimiento oficial del movimiento surrealista). Estos dos piensan que el ajedrez es un juego tonto e inútil, y además narcisista. Está hecho de espejos, para que los jugadores narcisistas puedan verse a sí mismos y las piezas son copas de vino comunes de diferentes formas y tamaños. Las «negras» están llenas de vino tinto; las «blancas», de vino blanco. Cuando un jugador captura una pieza «debe beber simbólicamente la sangre de la victima».» Fuente
Para Calas y Breton, y así lo manifiestan en su proclama denominada Profanación que fue colgada en oportunidad de aquella muestra:
- El ajedrez es un combate cuerpo a cuerpo entre dos laberintos
- Una debilidad integral del ajedrez es que no se presta a la adivinación
- La Iglesia cristiana nunca prohibió el juego de ajedrez, aunque sí lo hizo con los dados y las cartas
- Para ser un buen jugador de ajedrez, uno no debe ser demasiado inteligente
- La guerra moderna es una forma avanzada de ajedrez, pero la mayoría de sus piezas están obsoletas
- La «reina» en el ajedrez es un personaje sospechoso. La facilidad con la que se mueve por el campo de batalla le haría pensar que es una general travesti
- Una mujer se siente demasiado sola con un jugador de ajedrez
- El único juego legítimo es aquel que permitiría, para cualquiera de los jugadores, solo aquellas combinaciones de movimientos que nunca antes se hayan intentado
- La libertad filosófica es una ilusión. En el ajedrez como en todos los demás juegos, cada jugada está cargada con el pasado indefinido del universo
- Para evitar cualquier sentido de grandeza en la competencia, uno haría bien en reconocer ser parte de una pirámide de cabezas de mono
- Un elemento de la sabiduría antigua que podríamos tener en mente es esa voz despectiva que el general triunfante en su carro no dejaba de escuchar
- Sólo la inspiración tiene el control, día y noche: En definitiva, no todo cálculo es un análisis: un jugador de ajedrez, por ejemplo, hace muy bien uno sin hacer lo otro.—Baudeiaire
- El verdadero Napoleón (el asesino) era un jugador de ajedrez mediocre
- En la tumba de Lenin en la Plaza Roja, se i encuentra un tesoro de ajedrez (¿es el comienzo de un juego o está sin terminar?) y flotadores de pesca. Por otro lado (es justo mencionarlo), dos grandes innovadores artísticos —Marcel Duchamp, Raymond Roussel— aportaron nuevas soluciones a algunos problemas de ajedrez. Nota: se refiere al libro que ambos escribieron en 1932 L’opposition et les cases conjuguées sont réconciliées (La oposición y las casillas conjugadas se reconcilian)
- El juego de ajedrez no es un juego suficiente; es un entretenimiento demasiado serio.—Montaigne
- Lo que debe cambiar es el juego en sí, no las piezas
Como se aprecia, en ese aporte de Breton había, una vez más, una implícita férrea crítica al ajedrez. Ese corolario es muy significativo. No se trata de cambiar piezas, se trata directamente de cambiar de juego. ¿Erradicarlo? En su concepción, tal vez.
Por eso, en vez de presentar en la exposición un juego bajo el diseño de piezas hermosas, como hicieron todos los otros artistas, propuso un modelo que implicaba que se pudiera beber el contenido de los trebejos. Es que las piezas blancas fueron representadas con copas conteniendo vino blanco, mientras que las negras permitían degustar vino tino. A su manera, Breton et al. propusieron la desaparición del juego, por cierto que de una forma muy placentera. Un juego líquido que, siendo parte de una realidad líquida, hubiera hecho seguramente las delicias del filósofo Zygmunt Bauman (1925-2017).
Recreación de la Muestra en el Salón de la Fama del ajedrez, septiembre de 2016, marzo de 2017, St. Louis, EE. UU. Foto: Austin Fuller
Recreaciones de juegos con esta idea de que las piezas se reemplacen por elementos que contengan productos etílicos, se han hecho en el pasado. Algunas tendrán un objetivo cultural, como la de aquella exposición en The Imagery of Chess Revisited (Larry List e Ingrid Schaffner; George Braziller Ed., 2005) donde se propone una reconstrucción de la obra, lo que se hizo en el The Noguchi Museum de la ciudad de Nueva York entre el 21 de octubre de 2005 y el 16 de abril de 2006; o la que el noruego Anders Nordby (nacido en 1975) incluyó en 2012 en una muestra realizada en Oslo. Otras variaciones, son simples artilugios de mercado, buscando vender un producto atractivo (y suponemos que de buen sabor).
En cualquier caso, una buena oportunidad para brindar por el ajedrez.
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