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A guisa de ilustración complementaria de los elementos de juicio presentados en la nota anterior sobre el tema (El día en que la FIDE se muda provisoriamente a Buenos Aires, en https://ajedrezlatitudsur.wordpress.com/2021/04/09/el-dia-en-que-la-fide-se-muda-provisoriamente-a-buenos-aires/), a continuación reproducimos la parte pertinente del Libro de Oro de la FIDE 2002.
La idea que nos moviliza, además de una mirada obvia de índole reivindicativa, es la de contribuir a enmendar una virtual “cirugía histórica” que se ha cristalizado, sin que hasta el momento medie la respectiva reivindicación por parte de las autoridades de la FIDE.
Al respecto, celebramos como un primer paso el reconocimiento de FIDE AMÉRICA, pero resta el decisivo, ese que deberá adoptarse por la máxima autoridad mundial.
En todo familia, y al decir esto recordamos el lema GENS UNA SUMUS, pueden haber secretos incómodos para algunos de sus integrantes, pero siempre es mejor que salgan a la luz, al cabo del tiempo, en homenaje a la construcción de la verdad.
Confiamos que así sucederá con este caso que ha quedado oculto en los pliegues del tiempo.
Esa es la transcripción del Libro de Oro de la FIDE 2002. Como se aprecia, allí se aportan pistas adicionales sobre el tema al que nos hemos estado ocupando, en particular en cuanto a que:
1) Rueb declara en el Congreso de 1939 que no puede ser removido porque tiene mandato hasta 1940. Si hubiera sido así, se cae en una flagrante contradicción ahora ya que no debería ser considerado como presidente de la FIDE para el lapso 1924-1949, habida cuenta de que su mandato habría vencido en 1940 y no hubo Congreso ulterior que lo revalidara.
2) Hay una evidente falsedad en ese pasaje cuando expresa que la votación a favor de trasladar la FIDE provisoriamente a Buenos Aires “fue de 8 votos a favor y 4 abstenciones”. El informe oficial, refrendado por Grau y notas en diferentes diarios, indica que los votos afirmativos fueron 18 (más el de May Karff), hubo 1 abstención (¡precisamente la de Argentina!) y 6 ausentes. ¿Quizás haya sido un ‘error intencionado’ indicar “8” en vez de 18 para restarle contundencia? En la nota anterior sobre el tema dimos pruebas evidentes de todo ello y, por otro lado, los dichos ulteriores de Rueb y Nicolet deben ser considerados como meramente personales y, en cualquier caso, desconocen lo actuado en el soberano Congreso.
3) En nuestros registros se deducen 7 ausentes: Letonia, Países Bajos, Islandia, Bulgaria, Irlanda, Palestina y Dinamarca, pero en realidad debemos eliminar a Letonia, que no envió delegado a las sesiones del Congreso. Los votos afirmativos no fueron solamente de “países sudamericanos no representativos”, como dijo absurdamente en cierto momento Adolf Jakob Seitz. La lista completa es la siguiente: Polonia, Francia, Alemania, Hungría, Estonia, Lituania, Cuba, Canadá, Protectorado de Bohemia y Moravia, Uruguay, Chile, Paraguay, Bolivia, Perú, Brasil, Costa Rica, Guatemala y Ecuador. Como puede verse, al menos la mitad de los votos correspondieron a federaciones de las consideradas grandes, en una evaluación cualitativa que es la que suele sostenerse desde una perspectiva eurocéntrica para referirse a las entidades nacionales tradicionales (que vienen del impulso del ajedrez desde el siglo XIX).
Desde luego que estos elementos de juicio son complementarios de los ya expuestos previamente, a partir de los cuales se deriva, con toda claridad y pacíficamente, que la sede central de la FIDE se trasladó en 1939 a Buenos Aires en forma provisoria (así también lo atestigua lo consignado en el Libro de Oro precitado), y que De Muro fue ungido como titular de la entidad mundial.
Ambas fueron decisiones legítimas de un Congreso que actuó en legal forma. Y deben ser reconocidas, más allá de la ulterior calidad y extensión en el ejercicio del rol por parte del titular designado, el que en todo caso debe ser ponderado teniendo en cuenta las circunstancias críticas por las que atravesaba el mundo, en particular el continente europeo envuelto en una conflagración bélica de trágicas e inmensas dimensiones. En esas condiciones, nada puede ser visto desde una perspectiva de “normalidad”.
Como el mundo es un todo, y no se circunscribe a un continente, por más poderoso que sea, y sin que se juicio de valor haga mella de forma alguna en su rico historial y permanente importancia, habría que tener en cuenta la intensa actividad ajedrecística que se desarrolló en toda América (al norte y al sur) en coincidencia con el periodo de la conflagración mundial. Lo propio aconteció en la URSS, de intensa actividad ajedrecística en el periodo, y en algunos otros puntos europeos, incluidas las competencias organizadas por el nazismo en Alemania y en los territorios ocupados. Es interesante consignar que, aún en los países que estaban bajo el fuego, los procesos de invasión y los movimientos de tropa, hubo actividad ajedrecística. La que también se registró en los campos de concentración, en los guetos y en otras realidades ominosas.
Consecuentemente, correspondería que la FIDE actúe en los siguientes sentidos:
a) Asumir formalmente este episodio histórico por el cual la sede central de la entidad se trasladó provisoriamente en 1939 a la ciudad de Buenos Aires.
b) Incluir, concomitantemente, en la galería de los Presidentes de la entidad a Augusto De Muro en dicha condición para el periodo 1939-1946.
c) Corregir la indicación del periodo de vigencia de la Presidencia de Rueb, estableciendo que lo fue entre 1924 y 1939 y a partir de 1946.
Por la anómala situación del mundo como un todo, en el marco de la Segunda Guerra Mundial, a lo sumo podría alternativamente considerarse al periodo 1940-1946 como de “interregno institucional” (así lo propuso en su momento el historiador británico Edward Winter), en lo que concierne al funcionamiento de la FIDE.
Bajo este último supuesto debería operar, simultáneamente, el pleno reconocimiento de las decisiones adoptadas en el Congreso de 1939 (el traslado de la sede; la designación de De Muro al frente de la entidad), las que fueron legítimas y legales, surgidas en oportunidad del Torneo de las Naciones disputado en Buenos Aires.
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