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Algo similar, aunque no tan devastador ha ocurrido con el sector deporte. Muchos atletas de élite han debido suspender sus entrenamiento y participación en eventos internacionales; otros, han priorizado algunos torneos de la cartelera y, no pocos, simplemente han dado por terminadas sus carreras deportivas. Esto ha afectado no solo a los atletas, entrenadores y familiares, sino al movimiento deportivo en general, desde el deporte escolar hasta el profesional.
Recordemos que la organización de los JJ.OO. de Verano Japón 2020, fue profundamente impactada por la pandemia que, dos años después, también ha alcanzado a los JJ.OO. de Invierno que actualmente se celebran en China.
Así mismo, el sector ajedrez no ha escapado a estos efectos que apenas comienzan a evidenciarse en nuestra disciplina, debido a que un alto porcentaje de eventos ha sido trasladado al mundo virtual y creado nuevas modalidades como la participación híbrida.
Inclusive, en una nota anterior habíamos afirmado que:
Estos eventos, algunos de ellos sobrevenidos, han afectado significativamente la cartelera internacional de la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE). Inclusive, podemos observar que en la Cartelera 2022 de la mayoría de las confederaciones continentales, muchos de sus eventos tienen precisada la sede mas no, la fecha definitiva de celebración. Y aunque el ente rector del ajedrez mundial hace serios esfuerzos por organizar tales programas, la incertidumbre reina debido a la conducta del virus y sus mutaciones y por las acciones de los diferentes gobiernos del mundo ante sugerencias de la organización Mundial de la Salud (OMS).
Sin embargo, ha ocurrido que dirigentes, árbitros, organizadores y ajedrecistas de categorías menores han enfermado y fallecido por efectos del coronavirus y muchos de los que han sobrevivido y recuperado, presentan una serie de secuelas que les limita el ejercicio pleno de su vida.
En este sentido, para su conocimiento y demás fines, estimo pertinente divulgar algunas de las áreas (sistemas, órganos o tejidos), en las que, con mayor frecuencia, podemos encontrar dichas afectaciones. ¿Cuál es el objeto de esta acción más allá de lo eminentemente pedagógico?
Al respecto ofrecemos dos respuestas: la primera, tiene que ver con la información y conocimiento de cuáles son los efectos -científicamente comprobados- de la acción del coronavirus sobre el organismo humano. Y la segunda, qué podemos hacer para estar mejor preparados para impedir el contagio de la Covid-19 y el desarrollo de sus secuelas.
Peramo-Álvarez y cols. (2021) publicaron en la revista Medicina Clínica un interesante trabajo titulado “Secuelas médicas de la COVID” en el que nos hablan de las secuelas médicas del coronavirus. En el resumen de la investigación señalan que:
La pandemia de COVID-19 ha impactado gravemente en la población mundial, con una gran tasa de morbilidad y mortalidad. Si bien la evidencia hasta la fecha ha intentado definir la clínica de la enfermedad aguda, informes recientes también han comenzado a describir síntomas persistentes que se extienden más allá del período inicial de la enfermedad. Se ha encontrado que los resultados adversos, además de respiratorios, se presentan a diferentes niveles: cardiovascular, neurológico o inmunológico, manifestaciones cutáneas, gastrointestinales o renales.
Medicina Clínica, Volume 157, Issue 8, Pages 388
Los autores nos hablan de afectaciones observada en los sistemas circulatorio, digestivo, renal, inmune e inclusive, en la salud mental de los pacientes algo que ninguna otra pandemia de la historia había abarcado. Estos efectos, parecen extenderse en el largo plazo.
Indican que los síntomas físicos más frecuentes descritos son ¨la fatiga, la disnea, el dolor u opresión en el pecho, las alteraciones de gusto u olfato y la tos. Otras secuelas descritas menos recurrentes son cefalea, artralgias, anorexia, mareos, mialgias, insomnio, alopecia, sudoración y diarrea¨.
Ahora bien, estas afectaciones no muestras períodos similares de duración; por ejemplo:
La fiebre, los escalofríos y las manifestaciones olfativas/gustativas suelen resolverse entre las dos y las cuatro semanas, mientras que la fatiga, la disnea, la opresión en el pecho, los déficits cognitivos y los efectos psicológicos pueden llegar a durar meses (3, 4, 5, 6, 7)
Estimamos que estos eventos en deportistas son bastante graves no solo por el riesgo que corre su salud sino porque permanencias prolongadas en hospitales, cuarentenas o reposos, afectan significativamente el desempeño deportivo de los mismos.
En ajedrecistas, pudiera ser peor si tomamos en cuenta la limitada inclinación de estos por el ejercicio físico y la práctica de deportes de velocidad, fuerza o potencia. Dado que su campo de acción de la actividad ajedrecística no está en una cancha, un ring, una pista o un tatami, sino que se desarrolla en el cerebro y es expresada a través de su mente, los desórdenes de tipo neurológico o psiquiátricos pudieran tener un efecto más significativo sobre su personalidad y rendimiento en el mediano y largo plazo.
En relación con este estudio, seguidamente presentaremos una apretada síntesis de los principales resultados obtenidos:
Según la Real Academia Española, la astenia es la “falta o decaimiento de fuerzas caracterizado por apatía, fatiga física o ausencia de iniciativa”. Es reconocida como una de las secuelas más frecuentes en personas infectadas con SARS-CoV-2. La astenia que dura seis meses o más, sin una explicación que la justifique, se denomina síndrome de fatiga crónica (SFC).
En torno a los supervivientes de COVID-19, se ha informado de un amplio espectro de manifestaciones pulmonares que se hacen patentes en las pruebas funcionales y espirométricas. Se observaron anomalías en la DLCO. Así mismo, la limitación de las capacidades físicas y funcionales de los pacientes puede suponer un agravante para su calidad de vida.
En lo relativo a las manifestaciones cardiacas, inicialmente se pensó que la frecuencia de compromiso cardiaco resultante de la enfermedad del SARS-CoV-2 se asociaba directamente con la gravedad del curso clínico de la patología y la presencia de comorbilidades. Los estudios de RMC más recientes de individuos recuperados de COVID-19 han demostrado una alta frecuencia de compromiso cardiaco a pesar de un curso asintomático o benigno de la enfermedad23, 24.
Aquí es importante destacar que Rajpal et al. demuestran, tras el seguimiento (11 a 53 días) de 26 deportistas universitarios, signos de miocarditis activa en el 15% de ellos y en un 30% adicional, fibrosis miocárdica aislada.
Los síntomas neurológicos más frecuentes en COVID-19 son cefalea, mareo, anosmia y ageusia. Otros hallazgos neurológicos incluyen accidentes cerebrovasculares (ACV), deterioro de la conciencia, convulsiones y encefalopatía.
Las disfunciones olfativa y/o gustativa son las manifestaciones neurológicas más frecuentes tras la cefalea, con una prevalencia de la disfunción olfativa sobre la gustativa.
Sin embargo, la mayoría de los pacientes tiene una recuperación completa o casi completa un mes después de la enfermedad aguda, aunque en algunos estudios, estos síntomas persisten más tiempo.
La pandemia provocada por el virus SARS-CoV-2 ha supuesto un factor de estrés psicológico significativo. El miedo a la enfermedad, la muerte, la incertidumbre del futuro y el aislamiento social resultante de la pérdida de actividades educativas y laborales amenazan con empeorar la salud mental pública38.
Los trastornos por abuso de sustancias y el insomnio también fueron más comunes en los supervivientes de COVID-19 que en aquellos que padecieron gripe u otras infecciones del aparato respiratorio.
La fase aguda de la enfermedad se asocia con una respuesta inflamatoria exacerbada que acompaña un riesgo importante de trombosis de entre los que se han descrito la isquemia aguda de extremidades, síndrome coronario agudo, tromboembolismo venoso (TEV) o ACV, entre otros47. Dadas las altas tasas de trombosis en pacientes hospitalizados con COVID-19, cabría esperar que este riesgo se extendiera tras el alta en el ámbito ambulatorio.
Aunque no está bien establecida la patogenia de las enfermedades autoinmunes, dados los mecanismos patogénicos y los aspectos clínico-radiológicos compartidos entre las enfermedades proinflamatorias y la COVID-19, se ha sugerido que el SARS-CoV-2 podría actuar como un factor desencadenante para el desarrollo de una desregulación autoinmune49.
Desde el comienzo de la pandemia, ha habido un aumento notable en el número de casos de enfermedad de Kawasaki (EK)50, lo que sugiere una asociación entre el SARS-CoV-2 y esta patología.
Se ha hipotetizado el potencial diabetogénico del SARS-CoV-2, no solo por las dianas empleadas por el virus sino por el estrés inflamatorio secundario a la enfermedad. La hiperglucemia de nueva aparición y la descompensación metabólica aguda de la diabetes mellitus (DM) preexistente están emergiendo ahora como complicaciones de la COVID-19, especialmente entre los pacientes hospitalizados55. Esta hiperglucemia de novo no está asociada con ningún otro factor de riesgo.
La afectación renal también es frecuente en pacientes con COVID-19.
Entre los aspectos más importantes derivados de la discusión de los resultados, podemos señalar los siguientes:
Fuentes y enlaces
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