Reviviendo el legendario Torneo de San Petersburgo de 1914

por Eugene Manlapao
23/01/2023 – San Petersburgo 1914 es uno de los torneos más célebres de la historia. ¿Qué lo ha convertido en un hito del ajedrez? ¿Por qué fue el primer supertorneo del siglo XX y de la era moderna del ajedrez? ¿Por reunir por primera vez al legendario trío formado por Emanuel Lasker, José Raúl Capablanca y Alexander Alekhine? ¿Fue porque proporcionó uno de los finales más dramáticos y fascinantes de todos los tiempos en el ajedrez de alto nivel? Las razones son muchas, y todas ellas exigen una revisión más exhaustiva.

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Once de los mejores ajedrecistas del mundo

El Torneo de San Petersburgo de 1914 fue organizado por la Sociedad de Ajedrez de San Petersburgo para conmemorar su décimo aniversario. La Sociedad invitó a los veinte mejores jugadores del mundo, pero Amos Burn, Richard Teichmann y Szymon Winawer declinaron la invitación por motivos personales. Oldrich Duras, Geza Maroczy, Carl Schlechter, Rudolf Spielmann, Savielly Tartakower, Milan Vidmar y Max Weiss, por su parte, declinaron debido a las tensiones entre Rusia y Austria-Hungría.

No obstante, los once restantes formaban un elenco formidable. Entre ellos figuraban el campeón mundial, Emanuel Lasker; los principales aspirantes al título, Akiba Rubinstein y José Raúl Capablanca; cuatro antiguos aspirantes al campeonato mundial, Isidor Gunsberg, Frank Marshall, Siegbert Tarrasch y David Janowski; un grande del siglo XIX, Joseph Henry Blackburne; un destacado maestro ruso, Ossip Bernstein; y los ganadores conjuntos del Torneo de Maestros de toda Rusia de 1913, Alexander Alekhine y Aron Nimzowitsch.

El torneo adoptó un formato peculiar, con una fase preliminar que sirvió para seleccionar a cinco finalistas. A continuación, los cinco finalistas se enfrentaron en un todos contra todos a doble vuelta. Las puntuaciones de las preliminares se contabilizaron en la tabla de posiciones final.

Al menos durante un mes, el ajedrez ganó enorme popularidad. De repente, Europa parecía ajena a la llegada de la Gran Guerra, y los telegramas de las naciones retumbaban con informes sobre el gran torneo. La sala no era lo bastante grande para albergar a los espectadores, y la exaltación que desprendían los presentes se asemejaba al entusiasmo que estalló en todo el continente. Un periodista describió la escena de forma impresionante:

Los espectadores se apretujaban como sardinas en un barril. Agachaban el cuello, se ponían de puntillas, incluso en las sillas, para poder ver la obra... y la sala estaba tan llena de humo de tabaco...

Los cinco clasificados para la final, terminadas las rondas preliminares, fueron Capablanca, Lasker, Tarrasch, Alekhine y Marshall. Capablanca dominó la competición y dejó a Lasker y Tarrasch en un distante segundo puesto, a 1½ puntos de distancia. Alekhine y Marshall quedaron a 2 puntos de Capablanca.

Lo que siguió en la final fue una carrera legendaria entre Lasker y Capablanca. Capablanca mantuvo su buena forma, pero Lasker se encendió y alcanzó a Capablanca antes de su crucial encuentro en la séptima ronda.

Aunque estaban empatados en cabeza, a Lasker sólo le quedaban tres partidas, frente a las cuatro de Capablanca, que había descansado antes. Lasker tenía que ganar para tener alguna posibilidad real de luchar por el primer puesto.

Todo el mundo, incluido Capablanca, esperaba que Lasker luchara y jugara una partida aguda. Sin embargo, en un golpe maestro del orden psicológico, eligió una partida tranquila, sin damas, y consiguió superar a Capablanca. Lasker recuerda el momento del abandono de Capablanca:

Los cientos de espectadores aplaudieron como nunca antes en mi vida de ajedrecista. Fue como el aplauso totalmente espontáneo que retumba en el teatro, del que el individuo es casi inconsciente.

La partida se ha hecho muy famosa y la estrategia empleada por Lasker de atraer al rival a un juego lento y de maniobras en una situación en la que hay que ganar ha demostrado su eficacia en la práctica moderna. Es la misma estrategia que adoptó Garry Kasparov en la 24ª partida del Campeonato del Mundo de 1987 contra Anatoly Karpov en Sevilla, España, para retener su título.

Los cinco finalistas (de izq. a der.): E. Lasker, A. Alekhine, J. Capablanca, F. Marshall, S. Tarrasch

Capablanca quedó tan desconcertado por la derrota que también perdió contra Tarrasch en la siguiente ronda. Eso significaba que Lasker, que se tomó un descanso, tenía una ventaja de un punto sobre Capablanca a falta de dos partidas.

En la penúltima ronda, Lasker sólo hizo tablas con Tarrasch, mientras que Capablanca venció a Marshall, recortando la ventaja de Lasker a medio punto. En la última ronda, Capablanca volvió a ganar, esta vez a Alekhine, pero Lasker también venció a Marshall. Fue una carrera reñida hasta el final, y fue Lasker quien ganó el gran torneo por la mínima diferencia.

La relevancia de los resultados del torneo

Torneos como el de San Petersburgo de 1914 pueden hacer o deshacer a un jugador y, ciertamente, había mucho en juego para todos los participantes. En definitiva, si se tiene en cuenta la dinámica y el orden jerárquico del campeonato mundial, los resultados fueron muy importantes para Lasker, Capablanca, Alekhine y Rubinstein.

En el caso de Lasker, fue con actuaciones tan impresionantes como estas que construyó y forjó su leyenda. Había sido campeón del mundo durante casi veinte años y ya había conseguido una serie de victorias similares en San Petersburgo 1896, Londres 1899 y París 1900, pero San Petersburgo 1914 tuvo que ser su mejor actuación. Diez años más tarde, también ganaría la igualmente grandiosa lid de Nueva York 1924. En Moscú 1935, quedó invicto ante un grupo que incluía a una nueva generación de estrellas rusas, y esta actuación se considera la mejor para un jugador de 65 años. Todo ello asombró a Alekhine y le convenció de que, en lo que respecta a la habilidad práctica para afrontar un torneo, no había nadie como Lasker.

Sorprendentemente, San Petersburgo 1914 fue el primer torneo de Lasker en cinco años. Sus otras ocupaciones, como las matemáticas y la filosofía, le habían dejado muy ocupado, por lo que había rechazado otros torneos fuertes en los años anteriores. Ganar un torneo del calibre del de San Petersburgo en esas circunstancias es poco menos que impensable. Lasker tenía una enorme fuerza intelectual y no necesitaba estar al día con los últimos detalles teóricos. Para él, el ajedrez era una batalla de voluntad y lógica, y una y otra vez demostró ser superior a sus colegas en estos atributos.

Para Capablanca, el segundo puesto fue un final desafortunado después de haber liderado cómodamente, pero no disminuyó la admiración que todos le habían profesado desde San Sebastián 1911. Ya fuera por pura mala suerte o por la asombrosa habilidad de Lasker para recuperarse, Capablanca tenía que ser el próximo rival de Lasker.

En todo caso, el final de Capablanca no hizo más que despertar el interés de todos por un match por el campeonato del mundo. Aunque muchos pensaban que seguramente derrotaría a Lasker, de repente el resultado parecía incierto. Lasker le había arrebatado la gloria, y bien podía volver a hacerlo defendiendo su título.

Todos estos rumores, sin embargo, se vieron truncados, ya que la Primera Guerra Mundial estalló dos meses después del evento. El match tardaría otros siete años en celebrarse.

Para Alekhine, su tercer puesto significaba que se había superado o que se le había infravalorado. En primer lugar, no se esperaba mucho de él, puesto que en sus dos últimas apariciones internacionales, el 17º Congreso de la Unión Alemana de Ajedrez en 1910 y Carlsbad 1911, no había tenido buenas actuaciones. Alekhine se enfrentó a los mejores, y el mundo del ajedrez pudo descubrir a una nueva estrella que brillaría durante mucho tiempo.

San Petersburgo 1914 hizo que Alekhine tomara conciencia de su poder y de su verdadero potencial. Al final del torneo, sólo el campeón del mundo y su legítimo rival estaban por encima de él, por lo que se dio cuenta de que con trabajo duro podría convertirse algún día en campeón del mundo. Así fue como comenzó a perseguir el objetivo de ganar el campeonato del mundo, y mantendría su ambición a pesar de las dificultades de la guerra y la Revolución Rusa. En 1927 derrotaría a Capablanca en su duelo por la corona mundial, haciendo realidad su sueño, que bien pudo haber comenzado en los salones de San Petersburgo.

Para Rubinstein, el torneo fue un desastre, y quizá ningún gran jugador de la historia haya tenido que soportar las trágicas consecuencias de una mala actuación como él. Había sido el principal aspirante al título tras obtener cinco victorias en competiciones internacionales en 1912, y las negociaciones para un match con Lasker, de hecho, avanzaban antes del comienzo del torneo. Sin embargo, su fracaso en la fase final y la actuación estelar de Capablanca le desbancaron del puesto de aspirante.

Peor aún, su desplazamiento en la guerra y su trastorno mental le perjudicaron de tal manera que se desvaneció por completo de la lucha por el campeonato mundial. En la década de 1920 aún tuvo una gran actuación e incluso ganó la medalla de oro para Polonia en la Olimpiada, pero su oportunidad de disputar un campeonato mundial quedó completamente descartado en el torneo de San Petersburgo.

En resumen, San Petersburgo 1914 tuvo consecuencias significativas en el ajedrez de élite e inclinó la balanza entre los principales contendientes al campeonato mundial. Por esta razón, el torneo no sólo se recuerda por haber sido un gran espectáculo deportivo, sino también por haber sido un acontecimiento histórico muy importante.

Partidas destacadas

Lasker vs. Capablanca (ronda 7, finales).- La famosa partida en la que Lasker arrebató el liderato a Capablanca.

 
 

Capablanca vs. Bernstein (ronda 7, preliminares).– Capablanca se embarca en un pintoresco ataque. Esta partida ganó el primer premio a la brillantez en el torneo.

 
 

Nimzowitsch vs. Tarrasch (ronda 5, preliminares).– Una partida en la que se jugó el clásico sacrificio doble de alfiles. Le valió el segundo premio a la brillantez a Tarrasch.

 
 

Blackburne vs. Nimzowitsch (ronda 8, preliminares).– El viejo Blackburne juega una partida de ataque con aplomo, demostrando que puede medirse con la nueva generación de igual a igual. Esta partida ganó el premio especial a la brillantez en el torneo.

 
 

Alekhine vs. Marshall (ronda 4, preliminares).– Alekhine fue un genio de la táctica, y en esta partida demostró su estilo versátil al superar en un final más bien sencillo al campeón estadounidense.

 
 

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Eugene es licenciado en Escritura Creativa. El ajedrez y la escritura son sus pasiones, y a menudo una de ellas le absorbe por completo y deja de lado la otra. Sus otros intereses son la literatura clásica, las biografías, los deportes y las artes visuales. Pasa su tiempo libre cuidando a sus dos encantadoras hijas.