ChessBase 16 - Mega package Edition 2022
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A lo largo de la historia una de las connotaciones más destacadas del ajedrez es la referida al arte. La del ajedrez visto como una expresión artística en la cual participan dos creadores; los contrincantes que se enfrentan tablero de por medio movilizando dos ejércitos en una metáfora bélica de nunca acabar.
Debemos destacar que muchos de los grandes defensores de la tesis del ajedrez como arte, nos han impresionado con ejecuciones consideradas bellas; producciones que han exaltado nuestros espíritus, generándonos una sensación de placer y gozo intelectual duradero. Estos “artistas del tablero” consideran que como la belleza y el arte van de la mano, entonces sus realizaciones –consideradas hermosas- también son entendidas como creaciones artísticas y, por tanto, arte.
Al mismo tiempo hemos observado que una importante cantidad de obras provenientes de los distintos campos del arte como la pintura, la escultura, la poesía, el teatro y el cine, se han inspirado en el juego de ajedrez. Se trata de dos caminos que se cruzan; en uno u otro sentido.
Con base en lo anteriormente descrito, ¿podemos afirmar que el ajedrez es un arte? Pues no; porque allí no aparecen elementos suficientes asociados a las características propias de lo que –en general- apreciamos como arte.
Más aún; a partir de la naturaleza y definición del ajedrez, podemos establecer una opinión precisa. Según las “Leyes del Ajedrez” promulgadas por la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE), órgano rector de este deporte en el mundo, en su Artículo 1: La naturaleza y los objetivos del juego de ajedrez, afirma que:
1.1 La partida de ajedrez se juega entre dos oponentes que mueven sus piezas alternativamente en un tablero cuadrado llamado "tablero de ajedrez". El jugador con las piezas blancas comienza el juego. Se dice que un jugador "tiene el movimiento", cuando el movimiento de su oponente ha sido "hecho".
Como podrá observarse, allí aparecen los términos “juega”, “jugadorK” y “juego”; lo cual implica que, aun habiendo alcanzado un status como deporte, en su naturaleza y esencia, el ajedrez es un juego.
Es innegable que, en el desarrollo de la partida o juego, existen aspectos y momentos del juego en los que se nos aparecen temas, motivos, posiciones, combinaciones y finales que consideramos como estéticamente bellos; en una palabra: “hermosos”. Configuraciones de figuras poseedoras con alto valor artístico; elementos estéticos inherentemente asociados al juego que estimulan la admiración y el reconocimiento de los ajedrecistas y público en general.
También debemos reconocer que al hablar de arte nos estamos refiriendo a un conjunto de ideas compartibles, que además tienen una influencia emocional también compartible entre, sus cultores o simples observadores.
De tal manera que el juego de ajedrez, entendido como una “forma de arte”, es la representación de un plan estratégico que conlleva a la rendición del rey contrario, mediante combinaciones de movimientos de piezas y peones sobre el tablero. Esta conceptualización se hace más evidente en la composición de problemas y estudios sobre finales.
En consecuencia, debemos distinguir entre ajedrez de composición y ajedrez de competición.
Cuando hablamos de composición en ajedrez, nos referimos a los distintos géneros, productos de la creación ajedrecística. Esto incluye el problema de ajedrez (los problemas de mate, los mates forzados, los modelos o patrones, etc.), los estudios de finales, y los ejemplos típicos para la enseñanza, etc. Reconocemos que algunos de ellos presentan una alta calidad estética y elevado grado de dificultad; inclusive, tienen espacios para participar en competiciones especializadas y acceder a títulos oficiales FIDE
Ganzo (1985), sostiene que:
“El problema de ajedrez puede considerarse como una obra de arte que ha sido realizada con los elementos del juego y revestida de cualidades estéticas. Por eso, el problema simboliza para muchos, la poesía del ajedrez. En efecto, las combinaciones adquieren aquí el máximo de su brillantez”.
En la composición ajedrecística, el ajedrecista se encuentra solo frente al tablero y ante un proceso de construcción de un producto de tipo intelectual; todo, con base en su conocimiento, experiencia y creatividad. Así, elabora un artefacto estéticamente apreciable por la comunidad ajedrecística, como algo bello.
En el caso específico del ajedrez, la apreciación de tales ideas depende de varios factores. De hecho, para que un individuo pueda sentir tales emociones provenientes de, por ejemplo, un estudio de E. Podosyants, G. Kasparyan o H. Rinck, debe tener conocimiento previo de ajedrez, sus leyes, normas generales y aspectos particulares como los relacionados con la composición ajedrecística. Siendo un juego de tipo intelectual, es imprescindible un conocimiento anterior; a veces hasta especializado.
De allí que la belleza de un estudio, combinación o partida de ajedrez, tiene un importante efecto cognitivo; porque la misma es generalmente apreciada tanto por los ajedrecistas en general, como por los compositores en particular.
Esto implica que, en el ajedrez, la belleza no es un fenómeno externo al observador porque se trata de una interacción entre el conocimiento y la intuición de los principios y leyes del ajedrez, la comprensión del juego mismo, aunados al estilo y gustos particulares del ajedrecista que la contempla
En cuanto al ajedrez de competición y tomando como base la celebración de una partida de ajedrez, existen dos clases de encuentros: los campeonatos o torneos con varios participantes, como los torneos open mediante el sistema suizo y los individuales, como el campeonato mundial absoluto mediante el sistema round robin.
En esta última modalidad, la cual representa el típico enfrentamiento entre jugadores –por cierto, situación desconocida en el arte- algunas maniobras, combinaciones y posiciones, resultantes de la fantasía creadora de sus ejecutantes, también serán apreciadas como elementos con “valor estético”.
En un reciente artículo titulado “El discreto encanto del ajedrez” (ChessBase; Blanco, U. 28.12.2020), afirmamos que el mismo:
“Está en el origen de obras notables que constituyen pruebas reales por su belleza, armonía y síntesis de alto intelecto humano; obras indestructibles, que el paso del tiempo hace cada vez más vigorosas”.
Desde el punto de vista de una forma de arte, el ajedrez es la representación de una metáfora bélica; de una confrontación entre dos inteligencias que se desarrolla mediante movimientos de piezas y peones desplegados sobre un área plana y cuadriculada llamada tablero de ajedrez-, en la que ambos contrincantes luchan por rendir al rey contrario.
Pero, como decíamos al principio, hay quienes sostienen que el ajedrez es un arte. No, en todo caso es una aproximación o “metáfora del arte” y en contados casos una expresión artística. De hecho, los ajedrecistas en general no se sienten artistas; mas allá de sus apreciaciones estéticas, en un torneo buscan el punto, la clasificación y un mejor rating.
En el caso del ajedrez, solo se trata de un juego que, por su propia naturaleza y tradiciones, no puede ser clasificado como arte.
¿En qué coinciden el ajedrez y el arte? En general, podemos afirmar que ambos requieren imaginación creativa, implican lucha psicológica, son un fin en sí mismos y muestran propiedades estéticas y expresivas que exaltan nuestro espíritu. En eso armonizan.
De tal manera que sugerimos que no es adecuado seguir repitiendo una afirmación que se ha demostrado como inconsistente; inclusive, promocionando entre niños y jóvenes, una actividad –conceptualizada como arte- cuando en realidad se trata de un juego –devenido en deporte- eso sí, complejo, polifacético y vigoroso a la vez.
Fuente: “Ajedrez patrimonio cultural de la humanidad” Blanco, U. 2020).
El discreto encanto del ajedrez
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