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Medios, geopolítica y metáforas
Es ampliamente conocido que los medios de comunicación y redes corporativas de la información utilizan con frecuencia la expresión «… juego de ajedrez», «… tablero de ajedrez» o «… geopolítica del ajedrez» para referirse a relaciones de poder, de fuerza o influencia de unas potencias o países sobre otros.
Efectivamente, estos medios utilizan con frecuencia la relación entre geopolítica y ajedrez como una metáfora poderosa para explicar la dinámica del poder mundial. Esta analogía resulta útil porque traduce la complejidad de las relaciones internacionales —con sus movimientos estratégicos, alianzas, engaños y equilibrios de fuerza— a un lenguaje visual y comprensible para el público.
De hecho, en coberturas sobre conflictos o negociaciones, el ajedrez se usa para dramatizar la tensión: cada movimiento (una sanción, una alianza, una intervención militar) se presenta como una jugada decisiva. Sin embargo, esta metáfora puede simplificar en exceso la realidad, ocultando factores humanos, económicos o culturales que escapan a la lógica del juego.
La geopolítica es una disciplina que estudia la relación entre el poder político y el espacio geográfico. Analiza cómo la ubicación, los recursos naturales, el relieve, el acceso a mares o rutas comerciales y la posición estratégica de los Estados influyen en sus decisiones políticas, económicas y militares. En esencia, busca comprender cómo el territorio condiciona la acción del poder y cómo las naciones intentan expandir o proteger sus intereses dentro del sistema internacional.
Surgida a finales del siglo XIX, la geopolítica fue inicialmente empleada para justificar la expansión territorial de las potencias; sin embargo, con el tiempo evolucionó hacia un campo más amplio que combina la geografía, la historia, la economía y las relaciones internacionales. Hoy, su enfoque se aplica al estudio de fenómenos globales como los conflictos energéticos, la competencia por el Ártico, las rutas comerciales del Indo-Pacífico o la influencia de potencias como Estados Unidos, China y Rusia.
En el mundo contemporáneo, la geopolítica también incorpora factores no tradicionales, como el ciberespacio, el clima, las migraciones y la seguridad alimentaria, entendidos como nuevos escenarios de poder y conflicto. Comprender la geopolítica permite interpretar los movimientos estratégicos de los Estados, anticipar tensiones internacionales y analizar los equilibrios que configuran el orden mundial. En síntesis, la geopolítica es una herramienta esencial para descifrar cómo el poder se ejerce y disputa sobre la superficie del planeta.
El tablero, mapa de un mundo en conflicto
En la narrativa mediática, el mundo suele representarse como un tablero global, donde los Estados actúan como piezas que avanzan o retroceden según sus intereses. Los medios usan expresiones como «Putin mueve sus piezas en Ucrania», «China conquista el centro del tablero en el Indo-Pacífico» o «Estados Unidos sacrifica peones en Medio Oriente». Esta retórica da la impresión de un juego racional, ordenado y planificado, lo que facilita la comprensión de procesos geopolíticos complejos.
A lo largo de la historia, el ajedrez ha sido utilizado como una poderosa metáfora para entender y analizar la geopolítica. Algunos ejemplos históricos recientes que destacan esta relación son los siguientes:
1ro. La Guerra Fría
Durante la Guerra Fría, el enfrentamiento entre Estados Unidos y la Unión Soviética se describió frecuentemente en términos de una partida de ajedrez. Cada país actuaba como un jugador que movía piezas estratégicamente en un tablero global, buscando expandir su influencia y contener al adversario. Las crisis, como la de los misiles en Cuba en 1962, se interpretaron como movimientos críticos en esta partida, donde cada decisión podía llevar a un «jaque mate» nuclear.
2do. La invasión de Crimea (2014)
La anexión de Crimea por parte de Rusia es un ejemplo contemporáneo que ilustra el ajedrez geopolítico. Este movimiento fue visto como un intento de Rusia por recuperar influencia en una región estratégica, similar a cómo un jugador sacrifica piezas menores para ganar una ventaja más significativa en el tablero. La respuesta de Occidente, que incluyó sanciones económicas y apoyo a Ucrania, refleja la dinámica de poder en este juego.
3ro. El conflicto en Medio Oriente
Las intervenciones militares en países como Libia (2011) y Siria han sido analizadas a través de la metáfora del ajedrez. En Libia, las potencias occidentales intervinieron para derrocar al régimen de Gadafi, lo que puede verse como un movimiento para eliminar una pieza del «tablero» que amenazaba sus intereses. En Siria, las diversas facciones apoyadas por diferentes países reflejan un complejo juego de alianzas y rivalidades, donde cada actor busca maximizar su influencia.
4to. La multipolaridad actual
En el contexto actual, el ascenso de potencias emergentes como China y la reconfiguración del orden mundial han dado lugar a un nuevo «tablero» geopolítico. El debilitamiento de la hegemonía estadounidense y el surgimiento de nuevos actores han creado un escenario donde las estrategias deben adaptarse constantemente, similar a cómo los jugadores de ajedrez deben ajustar sus tácticas según los movimientos del oponente.
5to. Brinkmanship y estrategia
El concepto de brinkmanship, que implica llevar a los oponentes al borde del conflicto para obtener concesiones, se asemeja a las tácticas utilizadas en el ajedrez. Ejemplos históricos incluyen la crisis de los misiles en Cuba y las tensiones recientes entre Estados Unidos y Corea del Norte, donde ambos lados han jugado con fuego para forzar resultados favorables sin caer en una guerra abierta. Estos ejemplos ilustran cómo el ajedrez no solo es un juego, sino también una metáfora rica para comprender las complejidades y dinámicas del poder global a lo largo de la historia.
Los líderes en el rol de grandes maestros
El ajedrez, con su tablero dividido en 64 casillas y su lucha estratégica entre dos bandos, ha sido durante siglos una poderosa metáfora de la geopolítica. Ambos comparten una lógica de poder, equilibrio y cálculo racional donde cada movimiento implica consecuencias a corto, mediano y largo plazo. En la geopolítica, como en el ajedrez, los actores —Estados, alianzas o bloques regionales— buscan ampliar su influencia, proteger sus posiciones y anticipar las jugadas del adversario dentro de un tablero global dinámico y cambiante.
En esta analogía, el tablero representa el mapa del mundo, el espacio donde se despliega la competencia por recursos, territorios, rutas comerciales o influencia cultural. Las piezas simbolizan los diferentes instrumentos de poder: los peones, el capital humano y los ejércitos; los caballos, la maniobra diplomática; los alfiles, la ideología o la religión; las torres, el poder económico e institucional; la dama, la fuerza combinada de la política y la tecnología; y el rey, la soberanía nacional. Cada una cumple una función estratégica que refleja el equilibrio entre ofensiva, defensa y control territorial.
La geopolítica contemporánea, marcada por tensiones entre potencias emergentes y tradicionales, puede leerse como una partida de ajedrez global en la que los movimientos no siempre son visibles: guerras híbridas, espionaje cibernético, sanciones económicas o alianzas informales sustituyen al enfrentamiento directo. En este sentido, el ajedrez enseña una lección esencial: el poder no depende solo de la fuerza, sino de la inteligencia estratégica, la paciencia y la anticipación.
Así, el ajedrez no solo refleja la estructura del poder mundial, sino que también ofrece un modelo para comprender la lógica de la competencia internacional, donde la victoria rara vez es absoluta y la estabilidad depende del delicado equilibrio entre cálculo, diálogo y visión a largo plazo.
Las figuras políticas —Putin, Xi Jinping, Netanyahu, Erdogan o incluso Trump— suelen ser descritas como «jugadores de ajedrez geopolítico», destacando su astucia, su visión de largo plazo o, en ocasiones, su temeridad. Este enfoque refuerza la idea de que la política internacional es un espacio reservado para estrategas que prevén y manipulan movimientos con precisión milimétrica.
Trump, ajedrecista geopolítico
Aunque Donald Trump no es conocido como jugador ni promotor del ajedrez en sentido formal, en algunas de sus propiedades más conocidas como las Torre Trump de Nueva York se han celebrado algunos torneos interesantes, como el de la PCA en junio de 1994.
Ahora bien, existen algunas aproximaciones simbólicas, culturales y discursivas entre su figura y el mundo del ajedrez, principalmente en el terreno de la metáfora estratégica y la cultura popular, más que en la práctica del juego.
De tal manera que la relación de Donald Trump con el ajedrez se manifiesta principalmente en el uso de la metáfora del «tablero de ajedrez» y el «maestro de ajedrez» para describir su estilo en la política y los negocios, más que en un rol de fanático o promotor del deporte en sí.
Aquí están las principales aproximaciones que se han hecho:
Estrategia política y geopolítica:
Metáfora del «maestro de ajedrez»: Analistas y comentaristas han utilizado con frecuencia el ajedrez para describir las acciones de Trump en el ámbito político nacional e internacional. Se le ha caracterizado como alguien que juega una «partida de ajedrez estratégico» o un «maestro de ajedrez» que planifica movimientos coordinados y a largo plazo para desestabilizar a sus oponentes y asegurar su posición.
«Jugar el juego»: El propio Trump ha usado referencias al ajedrez, como al comentar la cumbre con líderes mundiales, indicando que las negociaciones son «como el ajedrez».
«No es ajedrez, es póquer»: Curiosamente, otros analistas han argumentado que su estilo se asemeja más al póquer que al ajedrez, debido a la importancia que le da al farol, la incertidumbre y la toma de riesgos, elementos que son menos determinantes en el ajedrez puro.
El ajedrez como símil del poder y la negociación
Entonces, Trump ha utilizado en diversas ocasiones la metáfora del ajedrez para describir la política internacional y sus estrategias de negociación. En entrevistas y libros como The Art of the Deal (1987), su discurso evoca la idea del «juego de movimientos inteligentes» y la importancia de anticipar al adversario. Aunque no menciona el ajedrez de forma técnica, su enfoque en la táctica y el cálculo transaccional recuerda la lógica ajedrecística aplicada a la geopolítica.
Durante su presidencia, analistas políticos y estrategas —tanto partidarios como críticos— compararon su estilo con el de un jugador de ajedrez «no ortodoxo». Algunos medios, como The Washington Post y Foreign Policy, interpretaron su imprevisibilidad y capacidad de «sacrificar piezas» (aliados o acuerdos) como movimientos disruptivos en un tablero global dominado por potencias tradicionales.
Aquí es importante señalar que, en el contexto de la llamada «Trama Rusa», comentaristas en medios internacionales señalaron que Trump parecía «jugar ajedrez a tres tableros» frente a Rusia y China, aludiendo a una diplomacia de maniobras simultáneas. Sin embargo, no existen registros de contacto directo con figuras del ajedrez ruso ni con instituciones como la FIDE.
Durante su presidencia (2017-2021), Trump aplicó una lógica transaccional similar a la del ajedrecista que valora cada movimiento en función del beneficio inmediato: retiró a su país de acuerdos multilaterales, impulsó una guerra comercial con China, presionó a sus aliados de la OTAN y reforzó el control sobre recursos energéticos estratégicos. Cada acción buscaba recuperar «espacios perdidos» y redefinir las esferas de influencia bajo el lema America First.
En el plano simbólico, Trump actuó como un jugador que privilegia el ataque y la imprevisibilidad, buscando descolocar al adversario antes que construir alianzas duraderas. Sus «movimientos» —como el acercamiento con Corea del Norte o el reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel— respondieron a una visión donde la política internacional se concibe como un tablero de poder más que como un sistema cooperativo.
Desde la perspectiva geopolítica, su legado dejó un nuevo equilibrio inestable: fortaleció temporalmente el poder estadounidense en algunos frentes, pero también estimuló la emergencia de actores que aprendieron a moverse con mayor autonomía, como China, Rusia y la Unión Europea.
Conclusiones
Los medios recurren al ajedrez como un lenguaje narrativo y visual para traducir la geopolítica en términos de estrategia, competencia y poder. Aunque útil para ilustrar el conflicto y la diplomacia, su uso también revela una visión del mundo donde la política internacional se percibe como un juego de ganadores y perdedores, más que como un proceso de cooperación y equilibrio global.
No hay evidencia de una relación personal o institucional fuerte entre Donald Trump y el ajedrez. Su conexión es esencialmente metafórica y discursiva, vinculada a la idea de la política como un juego de estrategia, poder y dominación global.
Trump trasladó al escenario global una lógica de juego donde la provocación y el cálculo sustituyen al consenso. Como en el ajedrez, su estrategia se basó en controlar el centro del tablero —económico, mediático y simbólico— aun a costa de sacrificar piezas en la periferia.
La política exterior de Trump se aleja del modelo racional del «ajedrez geopolítico». Autores como Lange (2017) y Frum (2016) coinciden en que las decisiones de Trump no responden a una estrategia planificada o al cálculo racional característico del ajedrez. En lugar de maniobras estructuradas y previsión a largo plazo, su enfoque fue reactivo, impulsivo y mediático, más cercano al azar y al espectáculo político que a la lógica estratégica de un gran maestro.
La metáfora del «ajedrez tridimensional» revela un sistema internacional más complejo que el orden bipolar clásico. Baldwin (2025) propone que la política mundial actual exige pensar en términos de «ajedrez 3D», con múltiples tableros interconectados —económico, tecnológico, ambiental y militar—. En este contexto, Trump representa una figura que intenta jugar simultáneamente en todos esos planos, pero sin una comprensión sistémica de sus interdependencias.
La narrativa del 4D chess como mito político. Según Zeihan (2025), la idea de que Trump ejecutaba una estrategia de «ajedrez en cuatro dimensiones» fue más una construcción propagandística de sus seguidores que una realidad geopolítica. Este mito sirvió para justificar decisiones caóticas bajo la apariencia de una supuesta genialidad oculta, reforzando el culto a la personalidad y la polarización social.
La política exterior trumpista intensificó la fragmentación del orden global. Hudson (2025) y Pillar (2017) evidencian que las acciones de Trump, especialmente en Oriente Medio e Irán, aceleraron la desestructuración del sistema multilateral. En vez de reforzar alianzas, privilegió transacciones bilaterales y presiones económicas, moviéndose en un «tablero» dominado por la lógica de poder inmediato más que por la construcción de estabilidad a largo plazo.
El ajedrez como espejo de la resistencia y la crítica política. Mientras algunos analistas utilizaron la metáfora del ajedrez para describir la imprevisibilidad de Trump, otros, como Reilly (2017) y Riché (2025), lo emplearon para ilustrar las respuestas institucionales y éticas a su administración. En ese sentido, el «ajedrez político» no solo sirvió como analogía de poder, sino también como símbolo de inteligencia colectiva frente al autoritarismo y la arbitrariedad.
Fuente
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