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Fischer sufría de paranoia, una afección que fue empeorando con el tiempo. Sin embargo, de tanto en tanto tenía momentos de lucidez. Ante sus ojos, yo definitivamente formaba parte del grupo de inofensivos entre sus conocidos; a nosotros incluso nos mandaba cartas. Y voilá: aquí presentaré uno de esos documentos. La carta fue una especie de collage, una serie de artículos de periódicos acompañaba a las palabras del autor. La dirección postal y la carta en sí estaban escritas con su puño y letra.
En la carta Fischer expresaba su molestia hacia Svetozar Gligoric, y en la última parte de la misma se esforzó por reafirmar su superioridad como ajedrecista: estaba absolutamente convencido de que necesitaría un máximo de 24 partidas para vencer seis veces a cualquier oponente.
La carta fue enviada desde Budapest el 22 de diciembre de 1998. Como dirección del remitente, Fischer usó la del recientemente fallecido Pal Benko, quien quizás era el último amigo que le quedaba. No olvidemos que Benko había ayudado a Fischer a conseguir el campeonato del mundo: Benko clasificó al Torneo Interzonal de Palma de Mallorca de 1970, pero entregó su puesto a Fischer, quien dos años después ganó el campeonato mundial.
Fragmento de la carta de Bobby a Vlastimil Hort
Sí, cuidaré la última carta de Bobby como una especie de reliquia. Sin embargo, mi intento de defender a una persona afectada psicológicamente ante la prensa no tuvo éxito. No pretendo estimar cuántos años en la cárcel le hubieran asignado a Fischer de haber sido extraditado a los Estados Unidos, como lo exigía el gobierno de ese país. Al entregarle la ciudadanía, Islandia salvó a Bobby. ¡Bien hecho!
¿Y por qué retomo este tema? A pesar de que el final de la historia fue trágico, tuve la suerte de compartir experiencias con Fischer que fueron incomparables. Y con esta carta, que resurgió muchos años después, tengo prueba de que no fue todo un sueño. Había una vez un rey...
La carta que había estado perdida por tantos años fue encontrada por mi querida Brigitte en enero de 2019. ¿Cómo? Tras una seguidilla de coincidencias. ¿Dónde? En una gaveta olvidada del sótano. ¿Acaso Bobby conocía la frase de Luis XIV, "Après moi, le déluge" ("Después de mí, el diluvio")? Dudo mucho que la conociera; es más, estaría dispuesto a apostar que no.
Cuando me trasladé por última vez, pasé del río Rin al mucho menos impactante Sieg. De cualquier manera, me agradaba mi nueva vivienda, los alrededores, el aire fresco, la naturaleza, nuestro propio jardín. Además, este río, el Sieg, evoca recuerdos de la Olimpiada de 1970 en Siegen.
Con una puntuación de 10/13, Fischer tuvo el segundo mejor resultado en el primer tablero. El premio al mejor resultado en la primera mesa fue entregado al entonces campeón del mundo, Boris Spassky, quien sumó 9½/12 puntos. El enfrentamiento directo entre ambos fue dramático: Fischer perdió después de haber alcanzado una buena posición en la apertura.
Desafortunadamente, no existe un libro sobre esta Olimpiada. Sin embargo, Wolfgang Bertzen del club de ajedrez Wangen visitó el torneo el día en que la Unión Soviética enfrentó a Estados Unidos y tuvo la cordialidad de enviarnos sus fotografías.
Las imágenes se pueden agrandar dando clic sobre ellas
La Olimpiada de 1970 en Siegen atrajo muchos espectadores
Spassky vs Fischer
Keres y Reshevsky siguiendo la partida entre Evans (izq.) y Polugayevsky (der.)
Larry Evans le da un vistazo a Spassky vs Fischer
Fue un honor para mí enfrentarme a Fischer. Él siempre regalaba siete minutos a sus oponentes, y yo no fui la excepción. De esa manera, evitaba contacto con la prensa y los fotógrafos. ¿Acaso podría hacerlo hoy, en la época de la tolerancia cero?
Una Defensa Caro-Kann. Cuando estaba frente al tablero su comportamiento era perfecto; no había nada de qué quejarse. Todo un caballero, como Keres. Anotaba las jugadas lentamente y con cuidado. Hasta donde pude notar, nunca se apuraba a escribir sus jugadas, ni siquiera cuando su oponente estaba apurado de tiempo. Ni se le ocurría apremiar a su rival. El proverbio "la prisa se tropieza con sus propios pies" describe muy bien su comportamiento en el tablero.
Perdí un peón, pero, cuando la partida fue aplazada y él evaluaba qué jugada dejar sellada, me di cuenta de que mi compensación era bastante sólida.
Tras una cena rápida, descubrí que mi evaluación había sido correcta. Un par de jugadas únicas para ambos bandos y la partida debería terminar en tablas. En el apuro de tiempo ¡tuve más suerte que habilidad!
Tarde en la noche, me aventuré a la guarida del león y ofrecí las tablas a Ed Edmondson, el capitán del equipo estadounidense. Esto nos ahorraría a Fischer y a mí la molestia de ir a la sala de juego temprano en la mañana; en cambio, podríamos tomarnos nuestro tiempo en el desayuno y prepararnos tranquilamente para la ronda de la tarde. Sin embargo, esta fue la respuesta de Edmondson: "Lo siento, Vlastimil. Bobby quiere jugar".
Un nuevo análisis tardío, a altas horas de la noche. No encontré ninguna alternativa, ni para blancas ni para negras. Todos mis intentos derivaban en tablas. La siguiente mañana me apuré en llegar a la sala de juego. ¿Y qué sucedió? Mi análisis nocturno fue confirmado. Jugada a jugada. "Te ofrezco las tablas". ¡Qué buena sugerencia!
Mi amigo Norbert Rauch del club Caissa Münster insistió obstinadamente en que Fischer diera una exhibición de simultáneas. Mi partida contra él fue una buena ocasión para invitarlo. Y Bobby aceptó.
Poco tiempo después, Caissa Münster realizo un muy bonito evento con el genio como protagonista. ¡Pronto les contaremos más sobre el mismo!
Traducción del inglés: Carlos Colodro
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