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Claves, variantes y sorpresas de una apertura de campanillas de la mano de un campeón mundial.
Llegado aquí, me permito rememorar al eximio poeta Jorge Luis Borges quien, respecto a este enigmático juego, expresó:
“En el Oriente, se encendió esta guerra/
cuyo anfiteatro es hoy toda la Tierra. /
Como el otro, este juego es infinito”.
“Dios mueve al jugador, y éste, la pieza. /
¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza/ de polvo y tiempo y sueño y agonía?”.
El ajedrez puede ser visto como un juego de metáforas en las que le asimilamos al arte, al pensamiento científico, a la guerra, a la política y hasta la muerte.
En este sentido, recuerdo un artículo titulado “El ajedrez, la gran metáfora del mundo“ (2020), Guillermo Altares afirma que:
Todos los juegos de mesa, empezando por el Monopoly o el Risk, se alzan como metáforas de la realidad y de las sociedades que los crean. Pero ninguno tiene un poder evocador similar al del ajedrez. Y, más adelante: El juego nació como un reflejo de la sociedad medieval y desde entonces, a través de libros y películas, conserva esa capacidad para construir la realidad.
Por su parte, Santiago de Luca en “El ajedrez y sus metáforas“ (2016), nos habla del ajedrez como analogía de la guerra:
El ajedrez, ese misterioso juego que interpela la inteligencia y la pasión de los hombres, ha provocado las reflexiones sobre las metáforas esenciales que atraviesan el tiempo. La metáfora más evidente, la que está en la superficie, pero no la menos desconcertante, es la guerra. Una guerra que, como las cosas importantes de la vida, no se gana de manera directa. El rey enemigo no se come. Al rey se le da jaque mate, que ya es algo más complejo como concepto. No importa si un día las computadoras encuentran una solución matemática al juego. Siempre el planteo del enigma es más interesante que la solución. Dos personas que consienten al duelo bajo la regulación de estrictas leyes, inviolables, y un espacio con límites geométricos.
En relación con su proximidad a la política, Horacio Olivera en “El ajedrez y el cine: analogías y metáforas“ (2016). nos señala que:
La política y más concretamente las Guerra Fría, ha estado también presente en la relación cine-ajedrez: en 1984, se presentó la película suiza “La diagonale du fou” (“La diagonal del loco”), una bien lograda realización en donde un Campeón Mundial soviético, leal al régimen imperante en su país, se enfrenta con su retador, un ruso exiliado. El relato tiene tintes relativos a la lucha de Viktor Kortchnoi, el disidente soviético, contra el campeón Anatoly Karpov y es una de los largometrajes más logrados desde el punto de vista ajedrecístico.
Igualmente, el maestro Nelson Pinal Borges, en uno de sus artículos dominicales (“Ajedrez y políticos“, 2020), nos dice que:
Desde que nació como un juego de guerra hace alrededor de 15 siglos, el ajedrez ha sido practicado por numerosos políticos de todas las épocas y se cuenta que, entre otros, el Emir Abderramán II (Toledo 792–Córdova 852) era gran aficionado al juego ciencia. Y así, hasta nuestros días …
Más adelante establece algunas relaciones entre habilidades cognitivas y toma de decisiones en varios campos del acontecer humano:
El ajedrez se ha relacionado con la mejora de las habilidades cognitivas de las personas y con los paralelismos entre las maniobras de los trebejos en una partida y las estrategias para asumir conflictos políticos, económicos y empresariales. Jugar al ajedrez no es sinónimo de ser buen presidente, aunque no deja de ser un dato significativo que muchos presidentes en todo el mundo han sido aficionados al juego de las torres y los alfiles. Es muy probable que los beneficios del juego ciencia favorecen a un político a considerar sus decisiones ante las diversas circunstancias que se presentan entre sus tareas cotidianas.
Así mismo, también conecta al ajedrez con la política al expresar:
En la política el factor tiempo es importante para tomar decisiones sobre la estrategia a seguir en diferentes situaciones. Pero si a la facultad de trabajar bajo la presión del tiempo, sumamos una buena memoria y control emocional, un correcto sentido de empatía y adaptabilidad, saber manejarse con transparencia e iniciativa y trabajar en equipo para lograr una mejor colaboración entre el personal que le rodea, pues el distinguido político está en condiciones de desempeñar con excelencia su función. Esas facultades las aporta el ajedrez a sus practicantes.
En “Ajedrez patrimonio cultural de la humanidad“ (Blanco, 2020), hace un rápido acercamiento a este interesante tema de las relaciones que se vislumbran entre ajedrez y política. En dicha obra expresa:
Por ejemplo, Benjamín Franklin, uno de los padres fundadores de los Estados Unidos de América, recomendó efusivamente el estudio del ajedrez por parte de los jóvenes e, inclusive, escribió hacia 1751 un ensayo titulado “La moral del ajedrez”. El zar Iván “El Terrible” presuntamente falleció jugando una partida de ajedrez. Pushkin jugó fue un gran apasionado de este juego, Napoleón, aunque carecía de un nivel técnico que le permitiera ganar la mayoría de sus encuentros, le cultivó hasta sus últimos días. Gorki jugó con cierta regularidad y Lenin era considerado un fuerte contendiente.
La historia del juego de ajedrez y su relación con figuras de la talla de Alejandro el Grande, Goethe, Kant, Napoleón y Bolívar, es fascinante a los ojos de los estudiosos, quienes han podido verificar que estos grandes personajes, y en general hombres y mujeres comunes, han disfrutado del más universal de los juegos, el ajedrez.
El papel del ajedrez en los últimos 16 siglos de historia y su impacto sobre la sociedad, le han asimilado como un juego de carácter y peso político internacional. En este sentido, el ajedrez ha servido como una proyección simbólica de los procesos políticos y sociales más importantes; de hecho, podemos evidenciar que las aplicaciones metafóricas del ajedrez a los distintos dominios de la civilización humana datan de antes del siglo XIII y siguen operando en las narrativas modernas a través de diversas disciplinas. Uno de esos campos, es la política. Eventos como la decisión de los bolcheviques de incorporar su práctica a las fábricas, sindicatos, ejército y centros de estudio; generó un extraordinario movimiento de fundación de clubes de ajedrez que le promocionaron como nunca antes en la historia. El objetivo central era mostrar el poderío soviético en todo el espectro de la vida humana, incluyendo en el campo de los juegos y deportes de la mente y el cerebro.
En relación con estos hechos, vale señalar que la idea de usar el ajedrez como una herramienta política de los marxistas de principios del siglo XX, fue adoptada por los nacionalsocialistas (nazis), hacia 1940. Hitler, luego de llegar al poder, declaró el ajedrez como "el juego nacional del pueblo alemán" y ordenó que de los clubes fueran eliminados de judíos y comunistas. Tal fue su determinación con respecto a la promoción del ajedrez que, durante la Segunda Guerra Mundial, un juego de ajedrez compacto fue incluido en el equipo estándar de los soldados del Tercer Reich.
Más adelante y ya en el continente americano, Ernesto “Ché” Guevara y Fidel Castro Ruz, promocionaron el estudio y práctica del ajedrez tanto en las escuelas, politécnicos y universidades, como en el ejército y las fábricas; convirtieron a Cuba en una de las tres potencias del ajedrez americano de los últimos 55 años.
Así mismo y al igual que toda la parafernalia tejida alrededor del “Match del siglo” entre Boris Spasski (URSS) y Bobby Fischer (USA) en 1972 y, posteriormente entre el campeón Anatoly Kárpov (URSS) y el retador Víctor Korchnoi (SUI) en 1978, estas han sido buenas demostraciones de la estrecha relación entre el ajedrez y la política.
El papel del ajedrez en la política alcanzó su apogeo durante el período de la guerra fría; en particular, la batalla por el título mundial celebrada en la ciudad de Reikiavik, Islandia (1972), se convirtió en un símbolo de la confrontación entre Oriente y Occidente; esto es el bloque comunista y el democrático.
En esa gélida ciudad del norte de Europa, los grandes maestros, el soviético Boris Spassky y el genio del ajedrez americano Bobby Fischer se enfrentaron durante varias semanas de muy alta tensión con un tablero de ajedrez de por medio. Por vez primera un match por el campeonato mundial fue transmitido masivamente por radio, prensa y televisión.
El triunfo del norteamericano supuso el triunfo del sistema capitalista democrático sobre las prácticas soviéticas; de allí que la derrota sufrida por Spasski significó el colapso su carrera profesional; quien, a la larga y por simple sobrevivencia, debió residenciarse en Francia.
En este contexto el servicio de inteligencia KGB (Agencia de Seguridad del Estado Soviético), jugó un papel manejaba información de calidad no solo respecto a contenidos propios del ajedrez, sino a los miembros del equipo de apoyo de los contrincantes de Spasski o Kárpov, sus hábitos y costumbres, la obstaculización en sus movimientos y comunicaciones, etc.
Seis años transcurridos después del Match del Siglo, el disidente soviético Víctor Korchnoi desempeñó un papel histórico importante; en el marco de los trastornos políticos propios de la Guerra Fría. Para esa época el gran maestro Korchnoi era considerado un disidente soviético; un traidor a la política de la Unión Soviética. Venía de ganar Torneo de Candidatos para convertirse, en 1978, en el retador de favorito del Kremlin Anatoly Karpov y posteriormente en Merano de 1981.
Efectivamente, en 1978 Korchnoi, luchó por el título de campeón que ostentaba Anatoly Karpov; el mundo siguió el torneo con gran expectación, pero en esta oportunidad, hablando en términos metafóricos, el oeste capitalista perdió ante este el socialista.
En 1962, en momentos de máxima crispación en plena Guerra Fría, el presidente de los EE.UU. John F. Kennedy expresó: “Nosotros jugamos póquer; ellos juegan ajedrez“.